Por el camino
Nada hay algo más agradable, estimulante que una buena compañía. Pero
hemos comenzado a hacer nuestros caminos en solitario. O en silencio.
Cada uno nos ensimismamos en ese pequeño mundo que llamamos celular,
Tablet, computador, TV. Perdimos la mirada, la sonrisa, el abrazo. Y vamos
perdiendo el oído. No hay palabras, solo ruido. Y solos o solas nos lanzamos
en paracaídas en nuestras propias tristezas, dolores, pasiones.
Dos discípulos van envueltos en frustraciones inculpándose su increencia.
Hablaban de muertos, de sepulcros. Su rostro estaba vuelto atrás.
Renegaban. Sus ojos estaban ciegos. Caminaban por inercia empujados por
la rabia. Habían perdido el norte de sus vidas, sus sueños locos, su
esperanza se desvanecía. Es un cuadro que no pierde actualidad. Es nuestro
pequeño mundo, el personal, el comunitario y universal.
Y Alguien se hace el encontradizo, como quien acompaña y quien escucha.
Devuelve la memoria y abre la esperanza. El camino comienza a hacerse
nuevo. Hay luces. Los fantasmas desaparecen, la armonía del corazón se
hace empatía. Las noticias cambian de protagonista, encuentran la verdad.
El ritmo del camino se acompasa con la Palabra que delata cobardías y da
pie al retorno de la vida.
El camino lleva a la posada. Hay manteles y un pan y un vaso de vino para
celebrar. La tarde está llegando y es bueno descansar. En la mesa, las
miradas recobran su primer brillo. El corazón da pálpitos de fuego. Hay una
presencia recién descubierta. Es Jesús, el de Emaús, el compañero de todos
nuestros caminos, el que sabe decirnos la palabra oportuna, quien sabe
poner la mano al hombro para animar y dar fuego al corazón.
Cochabamba 04.05.14
jesús e. osorno g. mxy
jesus.osornog@gmail.com