III Semana de Pascua
Lunes
a.- Hch. 6, 8-15: Prisión del diácono Esteban.
La pasión del diácono Esteban, revive en cierto modo, la pasión de Cristo, odio,
calumnia y prisión hasta morir lapidado, hablan de un claro testimonio de fidelidad
a la vocación recibida. Lucas, fija su atención, además de los apóstoles, en lo
diáconos, Esteban en este caso: hace milagros, predica, lleno de celo y de gracia,
un verdadero apóstol. Por lo mismo, sus palabras crean conflicto con el modo de
pensar de los judíos que venían de la diáspora, algo más liberales. Le acusan al
Sanedrín de ir contra las leyes del templo, con el mismo procedimiento seguido a
Jesús: testigos falsos, levantamiento del pueblo contra él, etc. Le acusan de
predicar que Jesús habría destruido el templo (cfr. Mc. 14, 58; Jn. 2, 19ss), y
cambiar las tradiciones de Moisés, etc. Esperaban y miraban con los ojos fijos a
Esteban, una respuesta a las acusaciones. Lo que vieron fue la gloria de Dios
reflejada en su rostro, favor concedido a sus testigos escogidos para hacerse
conocer como a Moisés (cfr. Ex. 34, 29ss), a Jesús transfigurado en el Tabor (cfr.
Mt. 17,2), ahora Esteban, el diácono.
b.- Jn. 6, 22-29: La obra que Dios quiere: creer en su enviado.
En este evangelio encontramos dos temas que interesan al evangelista: la
búsqueda de Jesús por parte de la multitud para motivarle a hacer otro milagro
(vv.22-24), y el discurso en la sinagoga de Cafarnaún (vv.24-29). Los testigos son
los mismos que comieron de la multiplicación de los panes, ahora están en la ribera
del lago y descubren que los discípulos habían marchado sin Jesús. Las barcas
llegadas de Tiberíades les sirven para ir a Cafarnaúm en busca de Jesús (v.24).
Efectivamente los galileos encuentran a Jesús y por ello la pregunta: ¿Cómo había
llegado ahí? (v.25) Ese es el dato externo, el trasfondo es que ignoran que Jesús ha
caminado por sobre las aguas, y el misterio que ello encierra (cfr. Jn.6,16-21; 7,27-
28; 9,29-30; 19,9). En general estas preguntas no reciben respuesta, porque es
querer llegar a Jesús, sin fe, aunque se manifieste cómo una búsqueda. Será él
quien les explique el motivo de la búsqueda: lo buscan con falsos prejuicios,
motivos poco nobles. Tienen falsas expectativas acerca del Mesías, puesto que
quieren seguir gozando de la alimentación milagrosa. Se da el contrapunto entre
comer hasta saciarse y ver signos; dos puntos de vista de buscar a Jesús pero que
conducen a resultados divergentes. Ver signos es el camino que lleva a la recta
comprensión de la multiplicación de los panes, sin quedarse en él sino que avanzar
hasta la fe en Jesús. Por el contrario, comer hasta saciarse, es la satisfacción
inmediata de una necesidad; en el fondo, es la búsqueda de sí mismo, que intenta
poner el milagro y con ello a Jesús, al servicio de los propios intereses. Si se
consigue esto se termina rechazando a Jesús por en definitiva no hay fe en ÉL
(v.26). EL recto camino, consiste en trabajar por el pan que perdura y da vida
eterna, y no el alimento perecedero. Los dos alimentos apuntan a una realidad
diferente de calidad de vida: el alimento que no perdura habla de una vida caduca
que lleva a la muerte, en cambio el pan que el Hijo del Hombre nos dará conduce a
la vida eterna, salvación escatológica, porque posee esa naturaleza. A ese Hijo del
Hombre, Dios lo marcó con su sello, el Espíritu Santo, lo ha autenticado,
confirmado, legitimado, con su autoridad todopoderosa, haciéndole dador de vida
escatológica en su resurrección gloriosa y su exaltación a los cielos (cfr. Rm. 4,11;
Mt.12,28; Hch.10,38; Ef.1,13; 4,30; 2 Col.1,22). Tenemos claro adonde debemos
dirigir la mirada para resolver el tema de la vida eterna, según la voluntad y acción
de Dios, hacia el Hijo del Hombre; se nos remite a Jesús, el Mesías. “¿Qué hemos
de hacer para obrar las obras de Dios?” (v.28). Ellos piensan sólo en lo que ellos
pueden hacer; olvidan el don de Dios, en cambio, Jesús se refiere a la única obra
de Dios, que consiste, en tener fe en el Enviado y Revelador del Padre, en Jesús. Se
contrapone a las múltiples obras mandadas por la ley judía, la única obra de la fe.
Las primeras dispersan al hombre, sin que logre la meta, en cambio, la obra de la
fe, no es realización humana, sino don del Padre (cfr. Jn.3,20). Tiene como autor y
fundamento al mismo Dios. San Agustín enseña que Dios no quiso separar la fe de
las obras, sino que designó la fe misma como obra, la que obra por medio del
amor. Unidad de fe y moral, con la cual comienza el esfuerzo y trabajo para la vida
eterna, con lo cual la fe es puerta para la vida sempiterna.
Juan de la Cruz, establece que vivir el camino de la fe, es caminar en el querer de
Jesucristo, como los presenta la Palabra y la Iglesia nos enseña, teniendo a sus
pastores, como voz del Maestro y guías en el camino de la salvación. La Eucaristía
alimento de este caminar por la vida, nos invita a la oración y compartir la fe y el
pan con quien no tiene nada con que saciar su hambre de pan y de fe. “De donde,
pues es verdad que siempre se ha de estar en lo que Cristo nos enseñó, y todo lo
demás no es nada ni se ha de creer si no conforma con ello, en vano anda el que
quiere ahora tratar con Dios a modo de la Ley Vieja” (2S 22,8).
Padre Julio Gonzalez Carretti OCD