III Semana de Pascua
Sábado
a.- Hch. 9, 31-42: Pedro resucita a una mujer.
El autor de los Hechos, nos narra la expansión del cristianismo con hechos muy
concretos llevados a cabo por Pedro, Pablo y los demás apóstoles y diáconos. Los
sumarios o síntesis de acontecimientos son otro modo de presentarnos la obra
evangelizadora, como ahora donde el autor nos señala la paz que reinaba en la
Iglesia e iglesias locales, comunidades que se extendía por toda Judea, Galilea y
Samaría. Se cumplían las palabras de Jesús: “seréis mis testigos en Jerusalén,
Judea y Samaría… y hasta los confines del mundo” (Hch. 1,8). Pero al desarrollo
externo, se une su crecimiento interno, edificado en el temor del Señor, en el
pronto regreso de Jesús como Juez (cfr. Hch. 10, 42; 17, 31), y el servicio a ÉL
vivido en la en la entrega cotidiana que exigía la fe. Se trata del señorío de Cristo
sobre la Iglesia y sus miembros. Pero Lucas enseña, que a este desarrollo externo e
interno hay que incorporar que la Iglesia crecía no sólo, con el testimonio dado por
los creyentes en la persecución, sino también en tiempos de paz y la facilidad que
podía gozar para la predicación de la palabra de Dios. Pedro visita lugares ya
evangelizados como Lida y Jope, donde realiza la curación de un paralítico, y
resucita a Tabita. En ellos, si bien el protagonismo pareciera es de Pedro, es la
invocaci￳n del Nombre de Jesús lo importante: “Eneas, Jesucristo te cura” (v. 34),
y la fuerza de la oración la que resucita a la mujer. Creyeron en Jesús resucitado y
su poder sanador, lo que les transformó la existencia, porque para eso había venido
Cristo, para traer vida en abundancia a los hombres (cfr. Jn. 10, 10).
b.- Jn. 6, 60-69: Reacciones al discurso del pan de vida.
El evangelio nos presenta dos momentos: el final del discurso eucarístico (vv.60-
66), y la confesión de Pedro (vv.67-69). Esta última parte del evangelio, nos
presenta el efecto de este discurso eucarístico, se llega a la crisis, al enfrentamiento
y al momento de tomar una decisión; todo efecto de la palabra de Jesús. Las
reacciones al discurso de Jesús, no se hacen esperar: unos en contra, otros a favor,
unos no creen a sus palabras, otros tratan de comprenderlas. Sus palabras las
califican de intolerables, porque exigen a sus oyentes una respuesta de fe en Jesús
y una concreción de esa fe en la participación en la Cena del Señor. Esto
demuestra que la fe es una decisión personal, y no es algo autónomo e
independiente, que incluye la opción por Jesús. La murmuración de los oyentes,
manifiesta, su mala disposición para creer. El tropiezo y el escándalo, no se pueden
evitar, el hombre se encamina hacia la fe o hacia el rechazo. Jesús no priva al
hombre de su decisión, tampoco a sus apóstoles. Más difícil se hace creer cuando
Jesús habla de subir al Padre, donde estaba antes, pero su ausencia aumenta más
aún la posibilidad de creer (v.62). Pero esta una parte de la realidad, porque en el
plano de la fe y del espíritu, lo que anticipa el discurso sobre el Espíritu Santo de
despedida. El hecho de permanecer en la carne, es decir, en el plano horizontal,
terrenal, mundano e indispuesto a creer, no supera el escándalo. Una manera
incrédula de ver, distorsiona el objeto de la fe, Jesús, al no contemplarle glorificado.
Así se entiende que el espíritu da vida, porque obra la fe en Jesús, lo que redunda
en la recta comprensión de la persona y palabras de Jesús. Sus palabras
pertenecen al ámbito del Espíritu, poseen vida. No todos aceptan la exhortación de
Jesús, conoce lo interior de sus oyentes, por eso se los manifiesta, tanto como se
conoce a sí mismo y su destino. Muchos le dejaron de seguir, se trata del misterio
de la fe y de la incredulidad, misterio que sólo Dios conoce porque sólo ÉL cuida la
fe del hombre sin ofender su libertad (vv.64-66). Esta marcha numerosa de galileos
es un fracaso del mensaje de Jesús, pero no se arredra un ápice de lo enseñado.
Ahora corresponde a los discípulos pronunciarse al respecto, con lo cual Pedro
responde con otra interrogante a la demanda de Jesús si también ellos quieren
marcharse: “Se￱or, ¿d￳nde quién vamos a ir?” (v. 68). La interrogante resalta la
importancia de Jesús, por otra, para quién ha comprendido quien es Jesús, no hay
otra respuesta posible; la razón es porque posee palabras de vida eterna. Texto
que tiene un sentido exclusivo: sólo tú y nadie fuera de ti, tiene palabras de vida
eterna (vv.68-69). Sus palabras hacen partícipe al creyente en la vida de Dios, la
que sale al encuentro del hombre en la historia con el acontecimiento Jesús. La
confesión: saber y creer que es el Santo de Dios (v. 69; cfr. Mc.1,21; Lc.4,34),
alude a la fe y al conocimiento que en Juan son elementos que se complementan,
Fe ilustrada y reflexiva; el conocer supone un movimiento de confianza y
reconocimiento. Jesús según esta expresión pertenece totalmente a Dios, al ámbito
de lo divino, representa a Dios en el mundo. La confesión de fe de Pedro es
auténtica, porque es resultado de una decisión ante una situación de no
consentimiento ante una doctrina y porque es la respuesta a una interrogante que
hace Jesús. Asistir a la Eucaristía dominical es la mejor respuesta que podamos
darle a Jesús en esta vida.
San Juan de la Cruz, ense￱a al respecto: “Porque la fe que habemos dicho, son los
pies con que el alma va a Dios, y el amor es la guía que la encamina” (CB 1,11).
Esta es la única luz que necesitamos para hacer vida las palabras de Jesús en
nosotros.
Padre Julio Gonzalez Carretti OCD