V domingo de Pascua, Ciclo A.
En Jesucristo hemos conocido a Dios
La Palabra: “¿Cómo dices ‘muéstranos al Padre’? ¿No crees que yo estoy en el
Padre y el Padre en mí? Quien me ve a mí, ve al Padre” (evangelio).
1. A Dios nadie le ha visto, aunque todos nos lo imaginamos y hacemos imágenes a
nuestra medida para aceptarlo o para rechazarlo. Aunque los mismos cristianos
decimos que a Dios nadie le ha visto, a veces los catecismos traen definiciones de
Dios que los niños aprenden de memoria. El catecismo que de niño aprendí decía:
Dios es un señor todo poderoso y justo, premiador de buenos y castigador de
malos. Entonces, ¿en qué quedamos? Si no cabe en nuestras cabezas, pues si cabe
ya no sería Dios, ¿por qué intentamos definirlo como si fuera una cosa más de este
mundo?
2. Los cristianos creemos que en el Hijo se ha manifestado cómo es y cómo actúa
Dios. En la humanidad se transparenta la condición divina: “hemos conocido a Dios
visiblemente”, canta la liturgia de Navidad. Aquel hombre tiene conciencia de que
Alguien le origina, fundamenta, sostiene y alienta. Se siente amado y enviado. Las
obras que hace son las obras del Padre. En todos sus pasos vive con toda
intensidad esa comunión: “el Padre y yo somos una misma cosa”; “quien me ve a
mí ve al Padre”. No dice: “ves a un hombre y luego confiesas a Dios”. Está diciendo
que en la conducta histórica de Jesús se está revelando Dios. Según la fe católica,
la divinidad no es piso superpuesto o junto a la humanidad, sino que está
inseparablemente unida y se manifiesta en la humanidad, en la conducta histórica
de Jesús.
3. Confesamos una y otra vez que Jesucristo es Dios, y reaccionamos hasta
violentamente cuando alguno se atreve a ponerlo en duda, pero el problema no
está en el enunciado, sino en el contenido que damos a la palabra “Dios”. Lo
verdaderamente novedoso no es tanto decir que Jesucristo es Dios, sino aceptar la
condición de la divinidad tal como se revela en la conducta histórica de Jesús. Eso
es lo enteramente nuevo: que Dios es amor, no sabe más que amar; pero en su
misma cercanía benevolente sigue siendo inefable y desborda todas nuestras
categorías mentales; alguien cuya presencia nos sostiene, anima pero nos
desinstala y abre siempre al porvenir.
Fray Jesús Espeja, OP
Con permiso de Palabranueva.net