VI domingo de Pascua, Ciclo A
La otra mano de Dios
La Palabra: “Yo pediré al Padre otro Defensor para que esté siempre con vosotros,
el Espíritu de la verdad. Yo estoy en el Padre, vosotros conmigo y yo con vosotros”
(evangelio).
San Ireneo de Lión, un obispo santo del siglo II, decía que el Hijo y el Espíritu son
las dos manos de Dios. Según el relato bíblico de los orígenes, Dios crea el mundo
teniendo como ejemplar la Palabra y con la fuerza del Espíritu que infunde vida.
Jesús de Nazaret es el Hijo que ya en condición humana, se hace solidario de todos
y abre un camino de salvación para todos. A fin de que podamos seguir ese camino,
Dios mismo nos acompaña, sostiene y promueve como Espíritu, como abogado
siempre dispuesto a defendernos.
2. El Espíritu trabaja a los discípulos de Jesús como luz y fuerza para que
comprendan mejor el evangelio y no se dejen engañar, para que a lo largo de la
historia se vaya caminando hacia la verdad completa sobre lo que Dios quiere y por
donde debe dirigirse el ser humano para llegar a su verdadera realización. Según el
relato evangélico, el Espíritu “vive con vosotros y está con vosotros”. Es señor y
dador de vida, no podemos existir si nos falta su aliento, y está dentro de nosotros.
La celebración de este domingo quiere despertarnos a su presencia.
3. Se trata del “otro Defensor”, de la otra mano de Dios que continúa la obra ya
realizada en Jesucristo. Por eso al verdadero Espíritu se le conoce desde la
conducta histórica de Jesús que ha recibido el Espíritu sin medida. Tiene que ser
una luz y una fuerza, para experimentar en nuestra vida la cercanía e intimidad con
Dios, padre y madre, que ama y quiere la vida para todos; impulso para
comprometernos en la construcción de una sociedad más humana y más justa que
Jesús presentó con el símbolo del reino de Dios; apasionamiento para que los
excluidos y víctimas de la historia sean reconocidos como personas con una
dignidad inviolable y unos derechos fundamentales. Sin este compromiso en las
tres vertientes inseparablemente unidas, no hay garantías de que nuestra conducta
esté inspirada y modelada por el Espíritu de Jesús; y, por tanto, no hay verdadera
espiritualidad cristiana.
Fray Jesús Espeja, OP
Con permiso de Palabranueva.net