INMACULADO CORAZÓN
DE LA VIRGEN MARÍA
MEMORIA
1-Ayer celebrábamos la solemnidad del Corazón de Jesús y hoy, la memoria
del Corazón Inmaculado de María. Este hecho es un signo de su profunda e
inmediata relación: el misterio del Corazón de Cristo se proyecta y se refleja
en el Corazón de la Virgen, su Madre, Madre nuestra también. Hoy, pues,
celebramos la asociación total de la Madre a la obra salvadora de su Hijo:
con todo su ser, desde lo profundo de su corazón de Madre, en la fe y en el
amor.
Antes de la definición dogmática de la Inmaculada Concepción (1854) se
venían utilizando las expresiones “purísimo” o “sagrado” Corazón de María.
Desde entonces fue más frecuente referirse al “inmaculado” Corazón de
María, sobre todo, después de las apariciones de Fátima (1917). A partir de
estos acontecimientos la devoción al Corazón Inmaculado de María se
difundió extraordinariamente. También como consecuencia de que el 31 de
octubre de 1942 Pío XII consagrara la Iglesia y el género humano al
Corazón de María. Esta consagración fue renovada por Pablo VI (21-11-
1964), con la presencia de todos los padres conciliares, en la clausura de la
tercera sesión del Concilio Vaticano II.
El día 4 de marzo de 1944 se reconoció litúrgicamente la fiesta del corazón
de María para toda la Iglesia de rito latino, señalando el día 22 de agosto
como fecha de su celebración. En el calendario actual se celebra al día
siguiente de la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús.
En los años anteriores al concilio Vaticano II había decaído la devoción y el
culto al Inmaculado Corazón de María. El Papa Pío XII, en su encíclica sobre
el Sagrado Corazón de Jesús (1956), exponía las causas de esta
decadencia: se la consideraba como “una forma de devoci￳n impregnada
más bien de sentimientos” y más propia del sexo femenino que de
“personas cultas”. Se￱ala también el Papa el hecho de que muchos
consideraban el culto al Corazón de María más relacionado con las “virtudes
pasivas” que con “la espiritualidad moderna, a la que incumbe el deber de
la acci￳n abierta”. En realidad la devoci￳n al Coraz￳n de María ha pasado
por las mismas vicisitudes que la devoción al Corazón de Jesús.
2-En la Sagrada Escritura la palabra “coraz￳n” constituye la base y el
centro de toda la relación del hombre con Dios. Del corazón nacen
todas las acciones, deseos, pensamientos y sentimientos. Buenos o
malos. Es principio de la responsabilidad moral. Es la interioridad e
intimidad del hombre. El centro de la vida espiritual. Son muchos los
textos del Antiguo Testamento que hacen del corazón la sede del
encuentro con Dios.
En el NT se conserva este rico significado de la palabra “coraz￳n”. Hay
dos textos fundamentales con relación al Corazón de la Virgen María:
"María, por su parte, conservaba todas estás cosas, meditándolas en
su corazón " (Lc 2,19). Y también otro recogido en el Evangelio de hoy:
"Su madre conservaba todo esto en su corazón " (Lc 2,51). Sin olvidar
un tercer texto: "Y a ti una espada te traspasará el alma " (Lc 2,35).
Los Padres de la Iglesia y los escritores cristianos antiguos han
reflexionado sobre estos textos evangélicos relacionados con el
Corazón de la Virgen María. "¿Cuál es la espada —se pregunta
Orígenes— que traspasó el corazón de María?". El escritor Simeón
Metafrastes recoge una tradición en la Iglesia oriental que relaciona el
Corazón de María con la pasión de Jesús: "Tu costado fue ciertamente
traspasado, pero en el mismo instante lo fue también mi corazón".
Efectivamente en el corazón de María repercutían los sufrimientos de
Cristo. Dice San Bernardo: “No os admiréis, hermanos, de que María
sea llamada mártir en el alma”. Esta tradici￳n llega hasta nuestros
días: Al pie de la cruz María “sufri￳ intensamente con su Hijo y se unió
a su sacrificio con corazón de Madre que, llena de amor, daba su
consentimiento a la inmolaci￳n de su Hijo como víctima” (Concilio
Vaticano II, LG 58).
En la historia de la devoción al Corazón de María hay que destacar la
figura de San Juan Eudes (1601-1680), al que el Papa Pío XII se refirió
como "evangelista, apóstol y doctor" de la devoción a los Sagrados
Corazones de Jesús y de María. Para este santo la expresión Corazón
de María quiere decir que su Corazón es la fuente y el principio de
todas las grandezas, excelencias y prerrogativas de María así como la
fuente de todas las gracias que acompañan y de todas las virtudes que
practicó. Su Coraz￳n es la fuente y el origen de la santidad de María “y
de su misma persona , es decir, su amor y su caridad”.
En el Magisterio de la Iglesia hay dos textos importantes con relación
al Corazón de María. El Papa Pío XII en la encíclica Haurietis Aquas (15
de mayo de 1956) dice que para que el culto al Corazón de Jesús
produzca abundantes frutos de bien en la familia cristiana y en toda la
sociedad humana, “los fieles han de obligarse a asociar íntimamente
con él la devoción al inmaculado Coraz￳n de la madre de Dios”,
asociada indisolublemente con Cristo en la obra de la redención
humana. “De manera que nuestra salvación puede decirse muy bien
fruto de la caridad y de los sufrimientos de Jesucristo, con los que
estaban estrechamente asociados el amor y los dolores de su madre”.
Y San Juan Pablo II, al final de su primera encíclica Redemptor
hominis (4 de marzo de 1979), hablando de la redención, llega a
decir: "Este misterio se ha formado, podemos decirlo, bajo el corazón
de la Virgen de Nazaret cuando pronunció su fiat. Desde aquel
momento, este corazón virginal y materno al mismo tiempo, bajo la
acción particular del Espíritu Santo, sigue siempre la obra de su Hijo y
va hacia todos aquellos que Cristo ha abrazado y abraza
continuamente en su amor inextinguible”. Este amor materno
“encuentra su expresi￳n en su singular proximidad al hombre y a
todas sus vicisitudes. En esto consiste el misterio de la madre".
3-La palabra “misericordia” en su etimología significa “miseria” (miseri) y
“coraz￳n” (cor-dis). En el Corazón de Cristo, encarnación y personificación
de la misericordia divina, vemos que Dios mismo tiene el corazón (cor)
predispuesto hacia nosotros pobres seres humanos (miseri). San
Buenaventura refiriéndose al corazón de Cristo con su herida viva y real
pascualmente transfigurada, escribió: “A través de la herida visible vemos
la herida del amor invisible”.
“Reina y Madre de misericordia, vuelve a nosotros esos tus ojos
misericordiosos”, rezamos en la Salve. María es Madre de misericordia,
Madre de Jesús, que es la encarnación y personificación de la Misericordia
divina.
La participación de la Virgen María en la pasión y muerte de su Hijo –su
com-pasión- es quizás el acontecimiento evangélico que más eco ha tenido
en la religiosidad popular cristiana de oriente y occidente. El corazón
compasivo de la Madre comparte los dolores de su Hijo al pie de la cruz. “Su
dolor forma un todo con el de su Hijo. Es un dolor lleno de fe y de amor. La
Virgen en el Calvario participa en la fuerza salvífica del dolor de Cristo”
(Benedicto XVI). En el episodio que nos relata hoy el Evangelio, Jesús
prepara a su Madre para el misterio de la Cruz, anticipando los tres días de
su pasión, muerte y resurrección. “De este modo, María, conservando en su
corazón un evento tan rico de significado, llega a una nueva dimensión de
su cooperaci￳n en la salvaci￳n” (San Juan Pablo II).
La com-pasión maternal de María hacia el Hijo, sufriendo y agonizante en la
cruz, se convierte también ahora, en com-pasión maternal hacia cada uno
de nosotros en nuestros sufrimientos diarios mientras caminamos por este
valle de lágrimas. Es su corazón compasivo hacia nosotros.
El Corazón de María es compasivo porque es misericordioso: su Corazón
(cor) quiere en todo momento estar cerca de nosotros, pobres seres
humanos (miseri). En el amor misericordioso de Cristo “participaba de
manera singular y excepcional el corazón de la que fue Madre del
Crucificado y del Resucitado” (San Juan Pablo II). Es su coraz￳n materno
compasivo y misericordioso. Este amor de María “perdura sin cesar desde el
momento del asentimiento que prestó fielmente en la Anunciación, y que
mantuvo sin vacilar al pie de la cruz hasta la consumación perpetua de
todos los elegidos” (Concilio Vaticano II, LG 62).
Dios prepar￳ “en el Coraz￳n de la Virgen María una digna morada al Espíritu
Santo” (oraci￳n colecta). El amor de Dios, infinitamente bueno, compasivo y
misericordioso (Sal 102), fue derramado en el Corazón de María por el don
del Espíritu Santo. “María, con perfecta docilidad al Espíritu, experimenta la
riqueza y universalidad del amor de Dios, que le dilata el corazón y la
capacita para abrazar a todo el género humano” (Benedicto XVI). Hoy
hacemos memoria de este Corazón maternal de María. Recordar para
celebrar.
MARIANO ESTEBAN CARO