Comentario al evangelio del martes, 29 de abril de 2014
Queridos amigos y amigas:
Hay una mujer sencilla, muy alejada en el tiempo, que pertenece al grupo de los que han recibido la
revelación de Dios. Se llama Catalina de Siena . En un siglo en el que estamos viviendo la “revolución
de la mujer”, necesitamos figuras que encarnen la manera femenina de seguir a Jesús. En Catalina se
dan los rasgos que aparecen en la oración de Jesús:
Ella fue una mujer sencilla . No sabía leer ni escribir. No tuvo, por tanto, ninguna formación
académica.
Ella fue una escogida por Dios . En los 33 años de su existencia, se dejó seducir por Jesucristo,
hasta el punto de que, renunciando a cualquier otra relación, se desposó con él y recibió el don
místico del desposorio espiritual.
Catalina representa un espíritu fuerte en tiempos muy convulsos para la sociedad y para la Iglesia. Su
criterio evangélico ayudó a muchos, incluyendo dos Papas, a encontrar el verdadero camino. Fue como
un faro en medio de la tormenta.
En el origen de esta actitud está su relación especial con Jesús y su vinculación a la dulce Madre, la
Virgen María. Estas relaciones fuertes le permitieron abordar una vida de extraordinaria penitencia y,
sobre todo, las múltiples persecuciones y calumnias de que fue objeto.
Cuando, contemplando a Catalina, dirigimos la mirada a nuestro tiempo, podemos hacernos una
pregunta simple: ¿Cómo contribuir a encontrar el camino evangélico en tiempos tan complejos como
los que nos ha tocado vivir? La respuesta es sencilla, aunque en absoluto fácil:
Viviendo relaciones fuertes con quienes pueden sostener una vida: Jesús y su Madre.
Aceptando “ entregar la vida ” para que otros puedan vivir. Esta entrega de la propia vida tiene
que ver con la aceptación de muchas cosas que no nos gustan, pero que sirven para que los demás
crezcan. Y, naturalmente, tiene que ver con la incomprensión, el desprecio y la prueba.
C.R.