Comentario al evangelio del sábado, 3 de mayo de 2014
Queridos amigos:
Hoy recordamos a dos apóstoles del grupo de los doce. La liturgia nos ofrece dos perfiles sucintos,
pero atractivos. En la carta a los Corintios, Santiago aparece como testigo de la resurrección de Jesús,
pero no en solitario, sino como eslabón de una larga cadena de testigos. En el evangelio de Juan, Felipe
aparece como un buscador de Dios: "Señor, muéstranos al Padre y nos basta".
Cada vez que la liturgia nos acerca a los discípulos de la primera hora experimento un poco de
desconcierto. De ellos sabemos muy pocas cosas. Y, sin embargo, cada pequeña perla "escondida" en
el evangelio basta para estimular una vida de seguimiento de Jesús. Si pienso en Santiago y en su
encuentro con el Resucitado, no tengo más remedio que preguntarme: ¿Cómo "se me ha aparecido" a
mí el Viviente? ¿Pertenezco al grupo de los testigos o me limito a engrosar el número de los
admiradores? ¿A través de qué signos experimento que Jesús es el resucitado capaz de darme razones
para vivir, trabajar, aguantar y esperar?
Cuando pienso en Felipe, pienso en mis deseos de conocer al Padre, de no andarme por los suburbios
del misterio de Dios. Pongo nombre a todas mis búsquedas religiosas y también a todas mis
incertidumbres. Y caigo en la cuenta -¡otra vez más!- que toda búsqueda naufraga si no soy capaz de
reconocer que quien ve a Jesús ve al Padre. Recuerdo las palabras luminosas del hermano Roger de
Tazé: "Tú que buscas a Dios, ¿lo sabes? Lo esencial es la acogida de su Cristo?".
C.R.