Comentario al evangelio del martes, 6 de mayo de 2014
Queridos amigos:
El relato de la muerte de Esteban es escalofriante. Cae destrozado por las piedras. A diferencia de lo
que sucedió con la mujer adúltera, en esta ocasión no está Jesús para pronunciar las palabras
salvadoras: El que esté libre de pecado, que tire la primera piedra . Lo que aquí sucede es que los
pecados de todos se convierten en piedras arrojadas sobre Esteban. Él acepta la muerte como la aceptó
Jesús: perdonando a sus verdugos (Señor, no les tengas en cuenta este pecado) y entregando su vida a
Aquel por el que ha aceptado el suplicio (Señor Jesús, recibe mi espíritu).
La muerte de Esteban se sigue reproduciendo en hermanos y hermanas próximos a nosotros en
el tiempo. Existen muchos, y la mayoría no saltan a los medios de comunicación. Todos, encabezados
por Jesús, entregan su vida, convierten la muerte en una ofrenda eucarística, como si, muriendo, se
convirtieran en pan para los demás.
¿No supone esta forma de morir una propuesta liberadora en nuestra cultura? Hacemos lo imposible
para no morirnos, cuando, en realidad, quien se entrega cada día a los demás, está anticipando su
muerte y llenando de sentido y eternidad cada minuto gastado . El momento postrero no será ninguna
traición sino la conclusión de una vida entregada.
C.R.