Domingo de Pentecostés (A)
EVANGELIO
LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN 20, 19-23
Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en
una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús,
se puso en medio y les dijo:
-- Paz a vosotros
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron
de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
-- Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.
Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:
-- Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan
perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.
Palabra del Señor.
A guisa de introducción:
EL ESPIRITU TRABAJA SIEMPRE
Hoy es la fiesta de pentecostés. Yo imagino que como me pasa a mí, una imagen
viene a la mente: la imagen de las lenguas de fuego que bajan y se ponen
encima de los apóstoles.
A menudo estamos expuestos a apegarnos a aquello que parece espectacular.
Corriendo el riesgo de dejar de lado o no ver lo esencial.
Nos vemos tentados de ver el Espíritu o reconocerlo solo cuando él se manifiesta
con mucho ruido o rimbombancia y uno termina por preguntarse si él está
todavía obrando en este mundo, en nuestras vidas y en nuestras comunidades.
Cuando miramos rememoramos las pocas cosas o somos conscientes un poco de
nuestras vivencias y experiencias de vida, podemos lamentarnos o añorar al
contrario los buenos viejos tiempos y o ver lo que está surgiendo o naciendo.
Hoy en muchas diócesis, inclusive en nuestro país y a través del mundo,
muchos adultos la mayoría entre los 18 y los 35 años, vivirán su Pentecostés,
ellos serán confirmados. Para muchos este será el fin de una etapa después de
muchos meses donde habrán crecido en la fe.
Y no habrá ni viento violento, ni fuego, pero ellos serán llenos del Espíritu Santo
y vivirán una experiencia de Iglesia significativa.
Muchas de nuestras diócesis están comprometidas en el reagrupamiento de
parroquias y de arreglos que exigirán renuncias que causaran mucho dolor.
Sabremos dejar al Espíritu guiarnos? O nos quedaremos encerrados en nuestros
miedos y desesperanzas? Permitiremos al soplo del espíritu darnos un empuje
y arrojo nuevos?
Aproximación psicológica:
La armonización del tohu-bohu
Después de la muerte de Jesús, los discípulos “ven el mundo y las cosas de (en)
todos los colores”. Ellos pasan por una gama de sentimientos
sorprendentemente variados:
La vergüenza por haber traicionado, renegado, o simplemente por haber
abandonado Jesús,
La depresión o tristeza, debido al hecho que el pastor ha sido golpeado y el
rebaño se ha dispersado:
La falsa alegría (“ algunas mujeres nos han confundido con una visión de un
Ángel que lo declaran vivo, pero a Él no lo han visto” - cfr. Lucas 24, 22-24):
El miedo a los judíos;
La sorpresa o admiración provocada por las apariciones;
La duda que hay en la autenticidad de dichas manifestaciones del Resucitado;
La esperanza que ellas (esas apariciones) han despertado;
La Incertitud, de cara (o respecto) a lo que ellos debían hacer…
En resumen, hay de todo, pero todo está mezclado, revuelto. En el sentido
preciso del término, es el tohu-bohu (palabra hebrea que significa gran
confusión).
Antes de Pentecostés, los apóstoles se encuentran exactamente como la Tierra
antes de la Creación. Las primeras líneas del libro del Génesis, en efecto, nos
dicen: “Cuando Dios comienza la creación toda la tierra estaba en el tohu-
bohu . Entonces, Dios hizo “ planear su soplo (Espíritu) sobre la superficie de las
aguas” . Y es ahí cuando el Cosmos comienza a tomar forma, que la vida
comienza a organizarse, que las cosas comienzan a tomar sentido. Este
Pentecostés creador abría la vía a la vida.
Es lo que sucede en el Segundo Pentecostés. Jesús hace “planear su Espíritu”
sobre los Apóstoles, Él viene armonizar su “ Tohu-bohu” interior, Él viene para
realizar, hacer que la experiencia vivida por los apóstoles comience a integrarse,
a tomar su coherencia.
Después de la gran cantidad de eventos de la Pascua de aquel año, las cosas se
desempolvarán tranquilamente, y el agua turbia rencontrará progresivamente su
transparencia. Planeando sobre sus aguas, el Espíritu permitirá a los discípulos
rencontrar la paz interior, discernir las grandes líneas de su misión, y entrar en
contacto con todos sus recursos personales. De hombres desorganizados y
paralizados por su confusión interior, ellos pasaran a ser hombres unidos y listos
para la acción.
He aquí el papel o rol del Espíritu Santo en la vida de aquellos a quienes Él es
enviado.
Fuente: “Les Options de Jésus”, Jean-Luc Hétu.
REFLEXION
En esta gran fiesta de Pentecostés, la liturgia nos propone dos relatos que
describen la venida del Espíritu Santo:
Primero el de San Lucas, en los Hechos de los Apóstoles, rico en colores , pleno
de entusiasmo y de movimiento y el relato de San Juan en su evangelio, más
discreto, que nos presenta a Cristo detrás de puertas cerradas, ofreciendo su
paz y su soplo de vida.
El contraste entre los dos relatos es evidente: mientras que el libro de los
Hechos evoca el fuego, el ruido, el calor, el relato de San Juan esta hecho de
inspiración, de interioridad, de discreción. En los dos casos, el Espíritu se
manifiesta como una fuerza capaz de recrearnos (cambiarnos, transformarnos)
en lo más profundo de nosotros mismos. Son dos maneras diferentes y
complementarias de hablar del Espíritu que renueva el corazón humano y la faz
de la tierra.
San Juan y San Lucas mencionan que Pentecostés tuvo lugar “el primer día de la
semana”. Aquellos que leían estos textos conocían el lenguaje bíblico y sabían
que ese primer día celebraba la nueva creación, el mundo nuevo ofrecido gracias
a la venida de Jesucristo. Juan utiliza el lenguaje conocido por los cristianos de
su tiempo para expresar este renacimiento: “Él insuflo sobre ellos su espíritu” .
Esto recuerda el texto de la creación de Adán cuando Dios insufla un aliento de
vida al hombre que llega a convertirse en un ser vivo” (Gen 2,7) El hace también
alusión al texto del profeta Ezequiel en el cementerio de los huesos disecados:
Ven de los 4 vientos, Espíritu de Dios, sopla sobre esos muertos para que ellos
vivan (Ez 37,6).
Pentecostés es la fiesta de la Vida Nueva, la fiesta de la segunda oportunidad.
Los apóstoles no habían podido ser fieles y perseverantes en sus promesas o
compromisos, ellos habían fallado en la fidelidad y amistad hacia Jesús.
Asustados o atemorizados, Judas ha traicionado, Pedro ha negado tres veces,
todos se han dado a la fuga. Ellos tenían necesidad de ser perdonados, de ser
renovados. San Juan nos dice que ellos estaban encerrados en su casa y que
todas las puertas estaban atrancadas. Ellos estaban paralizados por el miedo.
Ellos se sentían incapaces, parados y no veían una salida posible.
En esta fiesta de Pentecostés, el Espíritu Santo les dice que hay una salida, un
escape posible, una perspectiva de futuro. Cristo viene con su paz, el sopla
sobre ellos y les da la fuerza de su Espíritu. Las puertas atrancadas se abren y
un viento fresco los invita a salir afuera al aire libre. Ellos pueden entonces
comunicarse con todos los humanos de la tierra. Pentecostés, es el reverso de la
Torre de Babel donde los pueblos estaban dispersos y confundidos sin poder
comprenderse. Aquí, ellos están reunidos y cada uno “desconcertado y
maravillado, comprende al otro en su lengua materna”.
En los países que tienen las 4 estaciones como Canadá, donde vivo actualmente
se puede ver la maravillosa imagen que ofrece la primavera y la muestra de lo
que el Espíritu puede hacer en nosotros. Aquellos que no conocen el clima
riguroso de los inviernos y que van de visita en enero, pueden pensar que la
naturaleza está muerta y que nada podrá hacer reaparecer la vida…Pero es
suficiente un poco de sol de primavera, del calor del mes de mayo para que la
vida surja y aparezca con una fuerza extraordinaria. El Espíritu puede ser
nuestra propia primavera y hacer revivir en nosotros aquello que parecía muerto
y desecho.
La fiesta de Pentecostés nos ofrece a cada uno de nosotros la ocasión de renovar
nuestra relación con Dios y con los demás. Es el tiempo de un nuevo comienzo:
“Yo les enviare mi Espíritu y ustedes revivirán”.
El Espíritu nos invita a revivir, a desarrollarnos, a progresar, a crecer. Nosotros
debemos rechazar o despreciar que nos hagan hombres y mujeres bonsái, todos
pequeños, estrechos, encogidos! Debemos evitar ser el águila del gallinero o del
cerco de pollos del cuento de Anthony De Mello: un granjero había encontrado
en todo lo alto de una montaña, un huevo de águila. El hizo que el aguilucho
naciera o saliera del huevo en su gallinero, donde la pequeña ave aprende a
comer granos, a volar algunos metros, a acurrucarse para dormir…Un día , el vio
una grande ave que volaba, planeaba majestuosamente en la parte más alta del
cielo. Entonces el aguilucho demanda a una de las gallinas más viejas que clase
de ave era aquella. “Ah , eso es un águila. Es un fenómeno muy raro. Ella vuela
sola y muy alto, durante horas y horas. Ella es totalmente diferente de
nosotros. Es mejor no pensar en esa clase de energúmena! EL aguilucho olvida
la gran ave y continua viviendo como las gallinas.
Nosotros estamos invitados todos a volar más alto, en la plena libertad de los
Hijos de Dios, a no contentarnos de una vida mediocre, a ras de piso ¡
Al darnos su Espíritu, Cristo abre las puertas atrancadas de nuestros miedos y
nos envía a nuestros ambientes sociales y de vida para que nos esforcemos por
crear allí un mundo mejor, un mundo más humano y más fraternal.