No es verdadera amistad la que quiere y nada da
Domingo 5º. Pascua Ciclo A
En cualquier rincón de nuestra patria se da un tremendo desgarrón cuando el
padre reúne a los hijos y a la mujer para anunciarles: “he hecho la lucha por
conseguir un trabajo digno que me permitiera sacarlos adelante con ayuda de su
madre, pero todo a fracasado, el trabajo escasea, está mal pagado y con eso
nos hundimos todos y no llegaremos a ninguna parte. Por eso he decidido ir a
buscar fortuna en el país del norte. No les dejaré abandonados, está su madre,
nos comunicaremos constantemente y en cuanto mejore la situación en México,
volveré para que nuevamente podamos estar juntos”. Un beso a cada uno de los
hijos, y el padre emprende el camino, la aventura, con el corazón destrozado
por dejar a los hijos pequeños pero con la esperanza de un futuro mejor para
ellos. A veces se cumple, el dinero llega regularmente y la familia aunque no
tienen al padre presente, pueden salir adelante con la escuela, los compromisos
y las enfermedades. Otras veces el marido encuentra una “güera” que le pela los
centavos y la familia queda en peores condiciones que antes.
Cristo pasó también el trago amargo de separarse de los suyos. Los amaba con
el mismo amor con que él Padre mismo lo amaba a él y por eso los prepara para
el momento del desgarre, de la separación. De hecho, es algo que me llama
poderosamente la atención, en un momento de la última cena, cuando tiene un
momento de exaltación se dirige al Padre y le pide algo encantador: “Padre,
quiero que donde yo esté estén todos los que tú me has dado”. Comparo en ese
momento a Jesús con la gallinita que quiere que todos los polluelos estén bajo
sus alas. ¿No es enternecedora esa petición de Cristo? Pero de que tenía que
llegarse la partida no había duda, y por eso previno a los suyos, anunciando que
se alejaría de ellos pero no para siempre, sino para prepararles un lugar cerca
del Buen Padre Dios. Sin embargo por las palabras que hoy escuchamos, nos
damos cuenta que los apóstoles, ya en la última cena, en los últimos momentos
en que pasarían juntos, ellos estaban a distancia de muchos kilómetros,
teniéndolo tan cerca, y les indica de todos modos que cuando él vuelva, los
tomará a todos para vivir siempre en la compañía del Buen Padre Dios. Tomás,
el intrépido Tomás que había invitado a sus hermanos los apóstoles a ir tras de
Jesús aunque fuera a su propia muerte, ahora se permite preguntarle a Cristo
sobre el camino que él estaba a punto de recorrer, y Cristo responde con :una
sola frase ilustrativa: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”. No hemos
reflexionado en la profundidad de esta palabra, pues ha habido hombres en toda
la época de la historia y en todos los continentes de nuestro mundo, que indican
caminos, que muestran señales para conocer la verdad y que prometen caminos
de vida. Sin embargo, ninguno, que yo conozca se ha pintado a sí mismo como
el camino, la verdad y la vida. Sólo Jesús. Podemos pintarlo entonces como el
camino de la paz, de la fraternidad y la justicia, que deben brillar no en la
eternidad sino entre los hombres de hoy y en las condiciones adversas que
estamos viviendo. Pero si el camino es importante, lo es más la verdad que
Cristo anuncia, como una confianza sin límites en el amor misericordioso del
Padre que hizo posible que Cristo se encarnada para vivir como uno más de los
hombres, mostrando caminos de verdad, no una verdad escueta, a medias, sino
como una verdad que salva: “la verdad os hará libres”. Pero finalmente Cristo se
anuncia a sí mismo como la vida, no como esta vida efímera, que se nos acaba
que se nos escapa entre las manos sino como esa vida entrañable en el seno del
Padre que Cristo nos mostró. Todas esas situaciones las podemos vivir el día de
hoy en ese sacramento admirable de la Eucaristía, donde Cristo se hace camino,
difícil, en cruz, para mostrar la verdad del amor del Padre y para hacernos vivir
ya desde ahora la vida nueva de los hijos de Dios. No tengamos miedo, Cristo
está con los suyos, no necesitas ir a las altas montañas ni buscarlo en las
profundidades del océano. Está en su Eucaristía, ha vuelto y nunca más se
retirará de los suyos.
El Padre Alberto Ramírez Mozqueda espera sus comentarios en
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