III DOMINGO DE CUARESMA. CICLO A
Dame de esa agua
EMILIO RODRIGUEZ ASCURRA / contactoconemilio@gmail.com / Twitter:
@emilioroz
Sólo quien ha padecido la sed en el desierto es capaz de revelarse contra
Dios y preguntarle ¿nos has traído hasta aquí para esto?, ¿para morir de
sed? Así estaban los israelitas: muertos de sed, exaltados, ofuscados.
Sentían que el Señor los había abandonado luego de haberlos liberado de la
esclavitud y conducido por el desierto. Sin embargo, el pueblo no queda
defraudado, su esperanza no es arrebatada por ninguna circunstancia
momentánea, ¿cuántas veces en un momento de dificultad personal nos
embargan la esperanza?
El diálogo de Jesús con la samaritana resulta a primera vista trivial, casero,
pero detrás de él se esconde una relación mucho más estrecha. Un diálogo
es precisamente la relación que se da a través de la palabra (dia------
logos), hay un ida y vuelta aunque no siempre conexión. En el caso de
Jesús con la samaritana había también conexión, ambos hablan el mismo
idioma, el misterio de le Encarnación es tan grande que llega a hablar el
propio idioma de todos los hombres, no solo de algunos, sino incluso el de
aquellos marginados por las estructuras religiosas como es el caso de la
samaritana.
¿Cuántas de nuestras conversaciones se inician con algún comentario sobre
un tema superfluo?, ¿o cuántas de nuestras relaciones más profundas han
tenido su comienzo en un pedido simple, sencillo? Tal es el caso de Jesús
que cansado le pide de beber a la samaritana, a lo que ésta le responde de
forma desfavorable dada su condición judía. Ambos grupos eran tesis y
antítesis en una sociedad marcada por el pecado de la exclusión. La
samaritana no encuentra palabras para continuar rebatiéndole a Jesús que
insiste en su pedido, pues se ha encontrado con la Palabra, con el Logos
divino.
Jesús no solo dialoga con la samaritana sino que conoce su historia, sabe de
sus seis maridos, lo que la convierte en pecadora pública, y le ofrece la
verdadera agua, no la condena sino que la mira con ojos de misericordia,
como dice san Beda el Venerable, y le ofrece beber del agua de la vida. Hoy
podríamos decir que el diálogo entre ambos nos conduce hacia la Iglesia
que se parece más a una tienda de campaña, como nos invita a pensar las
estructuras religiosas Papa Francisco, en la que se hay lugar para todos. Así
somos impulsados a salir a buscar a los heridos, a aquellos que siguen
bebiendo del agua de la insatisfacción, de la desesperanza, del desencanto,
o sedientos en el desierto, para traerlos al redil, no con los esquemas de
siempre, estructuras caducas, sino hablando un lenguaje común.-