DOMINGO DE RESURRECCIÓN. CICLO A
LA ALEGRÍA DE LA RESURRECCIÓN
EMILIO RODRIGUEZ ASCURRA / contactoconemilio@gmail.com / Twitter:
@emilioroz
Los perseguidores de Jesús estaban tranquilos, creían que se habían sacado
un problema de encima; sus discípulos sentían vacilar su fe, tenían miedo
en el tener que esperar. Sólo María, su madre, se mantenía firme, la que lo
había dado a luz y meditado cada momento de su vida, aun cuando fuesen
incomprensibles para la capacidad humana, tenía la certeza de que sería
Dios quien tendría la última palabra.
Así el sepulcro vacío es signo de que la Luz ha vencido a la oscuridad, la
vida a la muerte. ¡Cristo ha resucitado, alegrémonos y gocemos con Él!.
Quien espera en Dios jamás es defraudado, la Resurrección del Señor es el
más claro testimonio de que no se trata del final feliz de un cuento de
hadas, como nos enseña el Papa Francisco, sino la auténtica respuesta ante
el misterio del dolor, el sufrimiento, el pecado y la muerte.
El evangelio se llena de alegría y somos invitados a contemplar la alegría
del evangelio, es decir, de la Buena Nueva que se nos ha dado
definitivamente. Jesús de Nazaret se ha revelado como el auténtico Cristo
en su Resurrección, es el Mesías esperado que nos liberaría de las cadenas
que no nos permiten vivir como hijos e hijas de la luz. La Resurrección del
Señor funda y fundamenta nuestra esperanza, esperanza que se torna
performativa (Benedicto XVI, Spe Salvi ) en tanto se va haciendo a cada
momento.
La resurrección aparece como un plan de vida en la que somos impulsados
a vivir como cristianos resucitados y no como aquellos que contemplan un
sepulcro vacío, que ya no tiene sentido por sí solo. El Papa Francisco, diría,
que debemos abandonar los rostros de “pepinos avinagrados” para que se
reflejen en ellos la alegría y la paz que nos da la resurrección. Nuestra vida
de resucitados debe ser reflejo ante los demás, en los distintos ambientes
en los que transcurre nuestra vida diaria, con propósitos firmes y sencillos
de cumplir.-