Domingo de Ramos. Ciclo A
El amor alcanza su máxima expresión
EMILIO RODRIGUEZ ASCURRA / contactoconemilio@gmail.com / Twitter:
@emilioroz
Todo el Año litúrgico de la Iglesia se ordena en función de la Semana Santa,
en la que se manifiesta la auténtica divinidad en la humanidad de Cristo,
“verdadero Dios y verdadero hombre”, el Hijo del Hombre dirá la cristología
contemporánea, “en la Persona de Jesús: ambas cosas se fundan en el
misterio de su filiación, de su ser Hijo” (Joseph Ratzinger-Benedicto XVI,
Miremos al traspasado , pp 21). Esta semana aparece como la oportunidad
para contemplar de cerca cómo el misterio divino se ve traspasado por el
dolor físico-humano que tiene su última palabra en la Resurrección.
Todo tiene sentido a la luz de la resurrección, sin embargo Cristo padece
por nosotros el escarmiento, la burla, los azotes, la represión y hasta la
muerte en cruz. El texto evangélico de hoy es una síntesis de lo que
viviremos a lo largo de estos siete días. Leído en continuado nos permite
por un lado contemplar la soledad del dolor. Quien sufre, quien padece un
dolor, un sufrimiento, ya sea corporal, espiritual, psicológico, fruto de una
enfermedad, del vacío existencial, la pérdida de un ser querido, etc., lo hace
en soledad. La angustia no puede compartirse, quien la padece atraviesa el
momento de dolor sólo, puesto que es un proceso personal intransferible.
Por otro lado vemos cómo Jesús va quedándose solo a lo largo del camino:
comienza cenando con sus discípulos, imagen teológica de la nueva Iglesia,
donde instituye la Eucaristía, es decir, anticipa lo que deberá pasar,
anunciando que será traicionado por Judas y negado por Pedro. La oración
en el Getsemaní y la incapacidad de sus discípulos de mantenerse
despiertos dan cuenta de la imposibilidad de acompañarlo en ese momento
crucial. Luego sobrevienen el arresto, el juicio ante el Sanedrín, el
interrogatorio ante Pilato y la condena pública de Jesús, la burla de los
soldados, para concluir en su crucifixión y muerte. Si seguimos la secuencia
con detenimiento vemos que comienza rodeado de gente para terminar
solo.
Todo sufrimiento alcanza su máximo grado cuando nace del amor, es el
caso de Jesús, es su entrega total al Padre por nosotros en el Espíritu la que
le permite afrontar este momento terrible. El Emmanuel, el Dios-con-
nosotros, es vendido por 30 monedas, aquel que no tiene precio, pues lo es
todo, es entregado de modo despreciable. El sufrimiento se redime en la
cruz de Jesús, expresión más grande de oblación y de amor. Todo tiene
sentido para quien comprende que la cruz es necesaria para la resurrección.
Solo quien cree en la cruz alcanza la verdadera redención, quien la niega
saltea un paso fundamental.
Esta Semana Santa nos debe encontrar con la mirada puesta en el corazón
misericordioso de Dios que se entrega por nosotros en su Hijo
prometiéndonos el Espíritu Santo. Es un buen momento para recapitular
nuestras negaciones, sufrimientos, dolores, y descubrir que estamos
llamados a formar parte de una nueva humanidad, a ser hombre y mujeres
nuevos, regenerados por el amor crucificado. Como propósito
reconciliémonos con Dios, aprovechemos para acercarnos el Sacramento de
la Reconciliación como el lugar donde se manifiesta el amor de Dios y no
como una sala de tortura, recordemos que la confesión es altamente
recomendable en esta semana para prepararnos a vivir la Pascua del
próximo domingo.-