IV Domingo de Pascua, Ciclo A
Domingo
a.- Hch. 2, 14.36-41: Dios constituyó a Jesús, Señor y Mesías.
La primera lectura, es parte del primer sermón de Pedro el día de Pentecostés: se
ha cumplido la profecía de Joel (cfr. Hch. 2,15-21; Jl. 3,1-5), la efusión del Espíritu,
y con la Resurrección de Jesús, los últimos tiempos han llegado para la humanidad.
Pedro luego anuncia el kerigma, que presenta a Jesús como hombre que en todo lo
que hizo dejó impresa la huella de Dios en sus palabras y obras. Su muerte en cruz
parece contradecir todo lo anterior, pero lo que hay que advertir es que la muerte
de Jesús estaba anunciada por las Escrituras, formaba parte del proyecto salvíficio
de Dios. Muerte que ha sido vencida, superada por su regreso a la vida: Jesús ha
Resucitado. Lo esencial de la tercera parte del discurso está en la confesión central
de la fe cristiana: Dios ha hecho Mesías y Señor a ese Jesús que vosotros habéis
crucificado (v. 36). Desde la eternidad Jesús era Señor y Mesías anunciado, con su
muerte y resurrección, se sentó a la derecha del Padre, y fue constituido Señor
para todo el género humano. Jesús es el Señor, no hay otro. Las palabras de Pedro
son duras, pero clarificadoras, porque responsabilizan a los judíos, de la muerte de
Jesús, con un fin, provocar su arrepentimiento, son los últimos tiempos anunciados
por Joel, tiempos del Juicio final. La reacción es inmediata: ¿qué hemos de hacer
hermanos? “Pedro les contest￳: «Convertíos y que cada uno de vosotros se haga
bautizar en el nombre de Jesucristo, para remisión de vuestros pecados; y
recibiréis el don del Espíritu Santo; pues la Promesa es para vosotros y para
vuestros hijos, y para todos los que están lejos, para cuantos llame el Señor Dios
nuestro.” (vv. 38-39). Conversión, revivir el bautismo en el caso del ya bautizado, y
si no que lo reciba, porque ahora tiene una nueva connotación, es de parte de su
propiedad, se vive bajo su señorío y autoridad, en definitiva, agregado a su pueblo.
El don del Espíritu, se refiere a ese dinamismo interno que anima la vida del
cristiano y de la comunidad eclesial. El perdón llega a todos si antes viven la
adhesión a Jesucristo, lo confiesan como su Señor. Esta misma confesión los aparta
de la generación perversa, es decir, los contrarios a la fe o indiferentes a ella, que
en el tiempo que escribe Lucas, ya habían excomulgado los dirigentes del pueblo, a
los cristianos de la sinagoga si confesaban a Jesús como Mesías y Señor. Señalar el
número de personas que se adhirieron a la fe cristiana no tiene otro fin, que
establecer la fuerza del evangelio, la vigencia del Espíritu Santo y la bendición
divina que acompaña a la naciente Iglesia.
b.- 1 Pe 2, 20-25: Jesucristo, pastor de vuestras almas.
El apóstol Pedro, nos deja en claro como el cristiano es siervo de Cristo, como los
esclavos tienen sus amos, si sufren porque han faltado, lo pueden sobrellevar, pero
más mérito tiene el sufrir por la fe y el bien obrar. Esto es una gracia para
permanecer en la fe; es más, se asemejan a Cristo, que no teniendo pecado, no
encontraron engaño en su boca, dejó un ejemplo para que sigamos sus huellas con
su misteriosa pasión (cfr. Is. 53). Este pasaje tan claro, es toda una invitación a
descubrir las implicancias que tiene el misterio pascual de Jesús en la vida del
cristiano: muerte y vida, sufrimiento y cruz, camino de resurrección. Si el cristiano
quiere seguir a Jesús, debe aprender a enfrentar el sufrimiento, recordar a Jesús
crucificado, inocente y paciente. Pedro añade, sin embargo, otros rasgos, Cristo no
devolvía el insulto y no amenazaba, sino que se pone en manos del juzga
rectamente. El madero era conocido como instrumento de suplicio desde el AT, por
eso Pedro, no habla de la cruz (cfr. Dt. 21,23), de ahí que la muerte de Jesús, fuese
anunciada desde antiguo y su plena solidaridad con la familia humana a la que
representa lo llevan a subir al madero. Llevó la carga de pecado de toda la
humanidad, por lo que el pecado, quedó vencido para siempre (cfr. Gal. 3,13). La
humanidad toda era como un gran rebaño sin pastor, mejor dicho descarriada, sin
orientación moral por ello el apóstol recurre a la imagen del guardián del rebaño, el
pastor, cuida del pueblo adquirido con su sangre.
c.- Jn. 10, 1-10: Yo soy la puerta de las ovejas.
El evangelio nos habla de Jesucristo, el Buen Pastor. Las palabras de Jesús se
dirigen no a los judíos, sino directamente a los fariseos, pues se trata de
controversias personales, ya que defiende su dignidad divina, la fe que ello requiere
y la negativa de aceptar esta realidad por parte de los dirigentes religiosos de
Israel. Esta alegoría del rebaño y su pastor se refiere expresamente a los dirigentes
por la responsabilidad que tenían de dirigir el pueblo a ellos confiados. Los fariseos
son los ladrones y saltadores, porque no han entrado por la puerta del rebaño que
es Cristo; sólo ÉL entra por la puerta del rebaño, más aún, ÉL es la puerta. Este
Pastor tiene autoridad sobre el rebaño, es reconocido por los que le pertenecen y
escuchan su voz, las llama por su nombre y las ovejas le siguen. Su autoridad es
servicio, preocupación, bien e star del rebaño. ÉL se entrega sin reservas: entrega
su vida por ellas. La alegoría tiene hondas raíces bíblicas, con la cual, se establecían
las relaciones existentes entre Yahvé e Israel, más en concreto, la que establece el
profeta Ezequiel (cfr. Ez. 34; 37,16ss). La contraposición entre el Pastor que entra
por la puerta del rebaño y la de los fariseos, que no entran por la puerta, sino por
otra parte, establece la diferencia, ya mientras Jesús libera y alivia con su
evangelio, los fariseos aplastan, cargan cargas pesadas sobres los hombros del
pueblo con la interpretación que hacen de la Ley. Esta ventaja que poseían de tener
la llave del saber, les traía grandes beneficios para ellos y sus familias, incluso
económicas (cfr. Mt. 23; Mc. 12,38). Jesús es el Pastor legítimo, le preocupan las
ovejas, vino a servirlas y no a servirse de ellas. Otra característica de este buen
Pastor que es Cristo, es que posee un conocimiento personal de cada una de las
ovejas, conocimiento bíblico, que equivale a un conocimiento amoroso. La autoridad
que tiene es reconocida por las ovejas, primero por el conocimiento mutuo que
existe y porque les abre la puerta, las sirve; por la fe que confiesan, los que creen
en ÉL, al reconocerlo como Señor (cfr, Jn. 9, 38); en la comunidad eclesial por
todos los creyentes que creen en Jesús y lo escuchan y siguen desde la vida.
Muchos de los que no reconocen la autoridad de Jesús como Pastor del rebaño,
tampoco nos seguidos por las ovejas, por ejemplo los mismos fariseos, que no
fueron escuchados cuando acusaban a Jesús de ser un pecador (cfr. Jn. 9, 24). El
“Yo soy” (v.9), de Jesús refleja su autoridad sobre el reba￱o; aquellos que no
vienen a seguirlo, escucharlo y conducir el rebaño a su destino eterno, nos son
verdaderos pastores, legítimos, fracasarán; las ovejas no los seguirá, ni
escucharán. De ahí la importancia que pastores y rebaño deban pasar por la puerta
que es Cristo, porque es el camino de la verdadera salvación y ahí encuentran los
pastos verdaderos que lo sostienen en esta vida y la que vendrá (cfr. Jn. 14,6).
Pidamos al Señor que pueblo y pastores no sólo trabajen muy unidos, sino que
estén muy unidos al único Pastor que se nos dado Jesucristo, el Señor. Hoy día
universal de oración por las vocaciones sacerdotales y religiosas pidamos al Señor
de la mies que envíe buenas y santa vocaciones, fruto de familias cristianas
responsables de su fe.
San Juan de la Cruz, nos invita a pasar por la Puerta que es Cristo: “Porque el
aprovechar no se halla, sino imitando a Cristo, que es el camino y la verdad y la
vida, y ninguno viene al Padre sino por él, según el mismo dice por San Juan (Jn.
14,6). Y en otra parte dice: Yo soy la puerta; por mí, si alguno entrare, salvarse ha
(Jn. 10, 9). De donde todo espíritu que quiere ir por dulzuras y facilidad y huye de
imitar a Cristo, no le tendría por bueno (Jn. 10,9)” (CB 7,8).
Padre Julio Gonzalez Carretti OCD