IV DOMINGO DE PASCUA, CICLO A
Hechos 2,14a.36-41 / Salmo Responsorial: 22 / I Pe
En aquel tiempo, dijo Jesús "Os aseguro que el que no entra por la puerta
en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ése es ladrón y
bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A éste le
abre el guarda, y las ovejas atienden a sus voz, y él va llamando por el
nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas,
camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz; a
un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz
de los extraños." Jesús les puso esta comparación, pero ellos no
entendieron de qué les hablaba. Por eso añadió Jesús: "Os aseguro que yo
soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son
ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon. Yo soy la puerta:
quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos. El
ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estrago; yo he venido para
que tengan vida y la tengan abundante."
En esta cuarta semana de Pascua las lecturas se orientan a presentar la
verdad del pastor.
Según la segunda lectura este pastor es víctima, porque en su pasión,
muerte y resurrección de Cristo, hemos sido perdonados. Cuando Cristo
dice “…yo soy la puerta…”, es que solo por Él somos reconciliados, nos
alcanza el perdón de los pecados y la salvación. Para llegar a la puerta es
necesario seguir por una entrada; es así que Cristo se dice de sí mismo:
“…Yo soy el camino…”, por ende Él es también la puerta del redil de las
ovejas.
Es importante como en la primera lectura el anuncio del Kerygma: Buena
Noticia, suscita en los oyentes la vuelta a Dios. Cuando en el evangelio de
hoy dice Cristo: “…las ovejas escuchan mi voz y me siguen…”, hay que ser
valientes y decir: ¿por qué hoy las ovejas-católicos, no escuchan la voz del
pastor? O será ¿qué los pastores no dejan escuchar la voz del único Pastor
– Cristo? El Papa Francisco en la visita al seminario regional del Lazio, de
este año, dijo a los seminaristas: “…un sacerdote es mediocre si en el
ejercicio de su ministerio lo vive en funci￳n de sí mismo…”. San Gregorio
Magno dice que no hay muchos sacerdotes, hay un solo y único sacerdocio,
el de Cristo: Sumo y Eterno Sacerdote y nuestro sacerdocio lo ejercitamos
unidos a nuestra cabeza. Así también se debe entender cuando San Agustín
dice: “…cristiano con ustedes, y un ministro (servidor) para ustedes; pues
Cristo nos dice: “…no he venido a ser servido, sino a servir…”.
Nuestro actual Papa emérito Benedicto XVI, cuando era Cardenal, escribió el
libro “La Sal de la tierra”; en este libro, escribiendo sobre los deberes del
ministerio remarc￳ enfáticamente: “…el ministro que no dice lo que debe
1
decir, es como un perro mudo…”. En nuestra sociedad postmoderna
globalizada, que se seculariza y rechaza a Dios, y con una visión de un
ecumenismo mal entendido, la palabra del Pastor viene a llamarnos a la
esperanza y solo nuestros corazones se fortalecerán si escuchamos la voz
del Pastor, porque al escuchar su voz, nos sentimos no abandonados o
solos; sobre todo guiados por Aquel que sabe cuál es el camino a seguir,
aun en medio de las dificultades, pues tanto laicos como ministros
necesitamos escuchar la voz de nuestro único Pastor: Cristo, para caminar
por senda segura, que nos lleva a la santidad.
San Juan dice: “…yo conozco a mis ovejas…”; así el Buen Pastor, conoce a
sus ovejas, por eso da la vida por ellas; y así se entiende que les habla, les
deja escuchar su voz. En el Antiguo Testamento cuando no había profecía o
visiones, el Pueblo de Israel comprendía que Dios estaba airado contra
ellos, pero Dios en Cristo, la Palabra hecha carne, se nos da siempre. Así el
Salmo 94 dice: 2…si hoy escucháis la voz de Dios no endurezcas el
coraz￳n…”; Cristo, la Iglesia como el Buen Pastor está siempre saliendo en
busca de la oveja perdida.
La figura del pastor con la oveja, es exclusiva en la literatura cristiana, no
hay mejor manera que Dios nos ayude a entender cómo estamos llamados
a caminar en nuestro peregrinaje hacia las moradas eternas. El Padre del
cielo no se ha podido hacer más cercano a nosotros, sino por esta realidad
del pastor: vigila, conduce, apacienta, cuida, defiende, encamina, conoce a
su rebaño y a cada una por su nombre. Dejemos que Dios nos conozca
(conscientemente), y dejémonos apacentar por el pastor de nuestras almas
para que podamos decir como el salmista: “…el Se￱or es mi pastor nada me
falta…” o dicho de otra manera como Santa Teresa: “…quien tiene a Dios
nada le falta…”.
Pbro. Oscar Balcázar Balcázar
2