Cuarta semana de Pascua
LUNES
Conocer al Pastor mediante la escucha asidua de su Palabra
Juan 10,1-10
“Las ovejas le siguen porque conocen su voz”
Ayer domingo escuchamos la alegoría del Buen Pastor La liturgia nos propone el
mismo texto para hoy.
(Remitimos a: http://www.homiletica.org/fidelonoro/fidelonoro0115.pdf )
Detengámonos en esta ocasi￳n solamente en la frase “Las ovejas le siguen
porque conocen su voz” (Jn 10,4; cf. 10,27).
“Escuchar” quizás sea un verbo que para algunos diga poco. Ante la abundancia
de información que caracteriza nuestra época andamos muy habituados a pasar
de una información a otra sin dejarnos permear de lo que nos llega. En la Biblia,
por el contrario, es una actitud tan importante que no se refiere solamente al
oído: se escucha el mensaje escondido en lo que vivo o en lo que me transmite
la sonrisa de una persona; se escucha al propio corazón, se perciben los
sentimientos que se agitan dentro de nosotros; se escucha incluso el silencio
hasta el punto de que se llega a descubrir su elocuencia (como Elías en 1 Reyes
19,12).
En la alegoría del Pastor, Jesús llama la atención sobre un tipo de escucha
particular: la atención a su voz, la capacidad de identificarla de tal manera que
se puede “reconocer” en cualquier circunstancia y distinguirla de “la voz de los
extra￱os” (Jn 10,4-5). Se trata de una escucha que permite que ese timbre
particular despierte el corazón y le anuncie la llegada de una presencia; esto es
mucho más que una palabra que estimula el oído y el intelecto, en realidad es
una invitación a una relación.
En el evangelio de Juan esto tiene un alcance grande, porque Jesús mismo es la
Palabra, él es el Verbo hecho carne que ha venido para introducirnos en ese
diálogo de amor que tiene su origen en el Padre y al que nos conduce el Espíritu
Santo por medio Jesús “camino”. Cuando se entra en el ámbito de las relaciones,
la Palabra o es rechazada o es acogida como una globlidad en la que todo es
relevante, porque no se trata de un conjunto de ideas sino de un “alguien” en
quien Dios nos ha dado a conocer todas las cosas. Por eso el cristianismo no es
una religi￳n del “Libro”, aunque no se desconoce que este libro contiene la
Palabra de Dios y que es necesario frecuentarlo todos los días.
En el evangelio de Juan, “escuchar” es el fundamento del “creer”. Creer es
adherir a una Persona que viene a nuestro encuentro de diversas maneras que
para nosotros se hacen elocuentes en la medida en que reconocemos en ellas su
presencia, “escuchamos” su voz y le seguimos.
¿En que consiste, entonces, escuchar la voz del Pastor? Por lo que hemos visto
no tiene que ver con la recepción material de su voz sino con su contenido que
es la Palabra que llega hasta lo hondo de nosotros y nos inquieta. Esto es lo que
lleva a cabo el ejercicio de la Lectio Divina , que promovemos todos los días por
medio de estas sencillas aproximaciones al evangelio. Uno busca un espacio de
tranquilidad, ojalá un lugar (aunque sea un rinconcito) apartado y silencioso,
invoca el Espíritu Santo y después escucha reposadamente la Palabra que viene
leyendo. Aquí se hace un pequeño esfuerzo para que la Palabra no caiga como
agua sobre plumaje, para que la atención a la Palabra (que es tensión del
corazón a la presencia viviente que me la dirige) irrigada por el Espíritu Santo,
pueda penetrar en mi conciencia, en mis puntos de vista, en mi sistema de
principio y valores, en la galaxia de mis relaciones, mi búsqueda de Dios.
Al interior de la escucha ocurre el “conocimiento”; escuchamos para conocer y
conocemos para amar. El “conocer” también es más un ejercicio del corazón que
de apropiación o acumulación mental de datos. Al dejar que la Palabra entre de
esta manera, uno comienza realmente a conocer al Señor. Como dice san
Gregorio Magno, uno conoce el propio corazón y el Señor lo conoce a uno en el
sentido de que lo deja libre para que entre, provoque, posea. El “seguimiento”, o
sea, la vida moldeada por su Palabra, es lo que viene enseguida, como
consecuencia.
Para cultivar la Palabra en lo hondo del corazón:
1. Leer de nuevo Jn 10,4-5: “Las ovejas le siguen porque conocen su voz. En
cambio, no seguirían la voz de los extraños; huirían de él, pues las ovejas no
conocen la voz de los extra￱os”. También Jn 10,27: “Mis ovejas escuchan mi
voz; yo las conozco y ellas me siguen”. ¿C￳mo se entiende el “escuchcar” y
c￳mo se conecta con el “conocer” y “seguir”?
2. ¿Me considero un buen oyente de la Palabra? ¿A que debería ponerle cuidado
en mis hábitos de lectura para que esta “escucha” sea como la que el Se￱or
quiere de mi?
3. ¿Lo que dirige realmente mi vida es el seguimiento de Jesús? ¿En estos
últimos días que nuevos pasos he dado a partir de la escucha de la Palabra?
“Llamaste y clamaste, y rompiste mi sordera;
brillaste y resplandeciste, y fugaste mi ceguera;
exhalaste tu perfume y respiré, y suspiro por ti;
gusté de ti, y siento hambre y sed;
me tocaste y abraséme en tu paz”
(San Agustín)
Padre Fidel Oñoro CJM