Cuarta semana de Pascua
MIÉRCOLES
Ante Jesús hay que tomar una decisión:
o se le acepta o se le rechaza
Juan 12,44-50
“Yo he venido al mundo para que todo el que cree en mí no siga en las tinieblas”
Leemos hoy el pasaje conclusivo de la primera parte del Evangelio de Juan (que
abarca los capítulos 1-12: la revelación de Jesús Verbo a través de signos). Aquí
encontramos, en labios de Jesús, un resumen de los principales temas
expuestos.
Estamos un texto solemnísimo. Llama la atención la manera de hablar de Jesús:
grita y lo hace con la autoridad de quien ya está exaltado en la gloria. Desde allí,
confrontando con su destino personal el destino de todos los hombres de la
tierra.
En el centro de todo está la persona de Jesús, quien ha revelado ampliamente a
través de sus obras y palabras el misterio escondido de Dios Padre y deseo
inmenso de salvar a la humanidad entera. Su revelación requiere la fe: la única
respuesta adecuada ante semejante revelación es el “creer”. Nadie que se abra
a la luminosa revelación de Jesús se quedará sin recibir un influjo vital.
Sigamos la dinámica del texto:
1. El gran horizonte de la revelación de Jesús: la comunión del Padre y el
Hijo (12,44-45)
La estrecha relación del Padre y del Hijo, su inefable amor, se han hecho visibles
al mundo por medio del Verbo Encarnado. De nuevo hoy (como ayer)
encontramos un paralelo entre “ver” y “creer”: quien “ve”-“cree” en Jesús en
realidad está “viendo”-“creyendo” en el Padre, quien subyace en él como Aquel
que lo ha “enviado”.
2. El misterio se revelado “ilumina” la existencia de quien se abandona a
Jesús mediante la apertura total del “creer” (12,46)
El creyente es una persona “iluminada” por el fulgor de la gloria del Verbo (ver
1,14). Jesús-Luz penetra amablemente en lo más recóndito de la vida humana
que le permite entrar. Entonces las tinieblas se transforman y se camina
(=seguimiento) en el proyecto de vida de Jesús: “ Yo, la Luz, he venido al
mundo para que todo el que crea en mí no siga en las tinieblas ” (14,46).
Pero por ahora estamos en la propuesta. Jesús enseguida urge la respuesta.
3. En el optar por Jesús o el rechazarlo nos jugamos la vida (12,47-48)
El “creer” tiene que concretarse en la “escucha” de la Palabra y su consecuente
puesta en “práctica”. Jesús enuncia esto en positivo (12,47) y en negativo
(12,48) como las únicas dos alternativas posibles.
Cualquier camino que se escoja tiene una consecuencia: el “creer” lleva a la
“salvación” y el “rechazar” (a Jesús) lleva al “ser juzgado”.
El querer de Jesús es la salvación.
4. La finalidad última de la misión de Jesús es darnos vida, de calidad y
eterna (12,49-50)
El mandato del Padre a Jesús “ es vida eterna ”. Todas las palabras y acciones
de Jesús a favor de la gente es el ejercicio obediente de esta tarea. Todo el que
entre en contacto con Jesús será siempre vivificado.
Jesús insiste en que ha sido fiel a su misión: “ lo que yo hablo lo hablo como
el Padre me lo ha dicho a mí ”. Enseguida, en la segunda parte del Evangelio
de Juan (capítulos 13-21) veremos hasta dónde es capaz de ir esta obediencia.
Cultivemos la semilla de la palabra en lo profundo del corazón
1. ¿Qué revela Jesús “Palabra encarnada” a través de todas sus palabras? ¿Qué
debe buscar detrás de cada pasaje del Evangelio?
2. El bautismo es una iluminación de la vida. ¿Qué es ser iluminado por Jesús?
¿Qué relación tiene con el seguimiento del Maestro?
3. ¿Mi opción por Jesús es firme y responsable, esto es, ejerzo mi fe en el
arraigo cotidiano de las palabras de Jesús en el Evangelio? ¿Mi obediencia a la
Palabra es similar a la de que Jesús tenía con la Palabra de su Padre?
Padre Fidel Oñoro CJM