Comentario al evangelio del lunes, 12 de mayo de 2014
Queridos amigos:
Hoy, en la primera lectura de los Hechos de los Apóstoles se narra el episodio de Cesarea con el que la
iglesia primitiva experimenta algo esencial para su vida: la apertura. Supera los límites de la pureza
ritual y, sobre todo, supera los límites étnicos. El Espíritu Santo no es patrimonio del grupo judío.
Como había profetizado Joel, se derrama sobre toda carne. Por eso, la comunidad, después de escuchar
el relato de Pedro, prorrumpe en una alabanza: También a los gentiles les ha otorgado Dios la
conversión que lleva a la vida.
Los evangelios de esta semana podrían ser denominados “evangelios Yo soy”. A lo largo de los
próximos días, el evangelio de Juan nos va a proponer una catequesis sistemática sobre la identidad de
Jesús, usando varios símbolos precedidos por la fórmula enfática “Yo soy”, que es una manera de
aludir a la condición divina de Jesús.
Si tuviéramos que explicarnos a nosotros mismos quién es el Jesús en el que creemos, o si tuviéramos
que proponérselo a otros, ¿qué podríamos decir? El fragmento de este lunes nos ofrece una respuesta
muy comprensible hoy: Yo soy la puerta: quien entra por mí se salvará. Imaginemos un aprisco donde
están reunidas las ovejas. Imaginemos al pastor que se echa a dormir atravesado en la puerta, de
manera que hace al mismo tiempo las funciones de pastor que guarda y de puerta que protege.
Jesús-puerta es una manera de hablar de Jesús como “camino de salvación”, como verdadero acceso a
Dios.
¿Cómo podríamos dar testimonio de que esto es verdad, de que, cuando todo nos parece cerrado, de
que cuando sentimos que “no hay futuro”, Jesús abre caminos, es el “acceso directo” al disco duro de
Dios?
C.R.