IV DOMINGO PASCUA, Ciclo A
“Yo soy la puerta”
El cuarto domingo de Pascua se conoce como el domingo del Buen
Pastor. Hoy la imagen del Pastor se mezcla con otra también expresiva y
bella: la de la Puerta.
Cuando se visita Tierra Santa no es raro ver pastores por las colinas de
Galilea. Durante el día cuidan de sus ovejas por valles y montañas,
mientras éstas pastan en las escasas hierbas que creen entre los
guijarros de las laderas. Por la noche las recogen en empalizadas o en
cercados de pequeños muros de piedra. Ya en tiempos de Jesús era la
forma de mantener a las ovejas defendidas frente al peligro del lobo o
de los ladrones y salteadores.
En la imagen de las ovejas ve Jesús al pueblo judío. Probablemente
tenía todavía en la retina el trato que los dirigentes religiosos habían
dado a aquel ciego de nacimiento curado por Él, cómo lo habían
maltratado y expulsado de la sinagoga. Ve a la gente pobre, abandonada
y humillada como ovejas sin pastor. Y ve a toda la humanidad, que sabe
tanto de quienes no son verdaderos pastores y, por eso, no buscan el
bien de las ovejas, sino su propio provecho, su presa... Esos no entran
por la puerta, sino que saltan por las bardas; no conocen a las ovejas, ni
las ovejas reconocen su voz.
Entrar por la puerta es señal de respeto, no es asaltar. Sabemos que
sólo nos valora quien se acerca a nosotros con delicadeza y amor, sin
segundas intenciones. Sólo así se abre la puerta del corazón.
Decía que hoy Jesús se presenta también como puerta: “ Yo soy la
puerta ”. El evangelista retoma la fórmula del “ Yo soy”, que en Evangelio
de San Juan tiene un preciso significado de autentificación de Jesús: “ Yo
soy el agua viva, Yo soy el pan vivo, Yo soy la luz… Yo soy la puerta ,
quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos.
El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estragos; yo he
venido para que tengan vida y la tengan abundante ”.
Es verdad que hay muchas personas buenas y honestas que buscan el
bien de los demás, que se dedican con el más noble empeño a hacer
mejor a la sociedad. Son hombres y mujeres admirables, que facilitan el
acceso a situaciones más humanas y más dignas. Pero sólo Jesús es la
puerta a la plenitud: “Nadie va al Padre sino por mí ”.
Jesús es el Buen Pastor que conoce a sus ovejas y las suyas le conocen,
escuchan su voz y le siguen. Ser cristiano o es haber descubierto de
manera real y apasionante la belleza de sentirse llamado por Dios, o se
reducirá a una experiencia de escaso valor, a un hábito piadoso sin
consecuencias en la vida.
Para Jesús nunca somos una masa, nos llama por nuestro nombre, uno a
uno. Si estamos atentos, sentiremos que el Señor nos llama cada día. Y
la respuesta es el seguimiento. Ese es el dinamismo de la vida cristiana,
aunque a veces pasen días, años, en que, aturdidos por mil cosas, no
escuchamos su voz o nos falta fuerza o decisión para responder. Todo
cristiano coherente ha de vivir como un llamado.
Esto tendría que ser así también a nivel puramente humano. Pero dicen
los analistas sociales que hoy abundan las profesiones, pero que faltan
vocaciones. Al que vive la profesión como una vocación se le nota; no se
mueve por otros intereses que no sea el servicio a los otros: además de
poner en juego la competencia profesional, pone el corazón en la tarea.
En este domingo celebra la Iglesia la Jornada de Oración por las
Vocaciones, especialmente por las vocaciones a la vida consagrada y por
las vocaciones al ministerio sacerdotal. “ Sal a darlo todo ”, dice el lema
de la Jornada.
¿Habéis pensado que sería de nuestra Iglesia sin el servicio y el
testimonio de la vida consagrada y sin pastores que hagan presente al
Buen Pastor al frente de las comunidades? Nos dice el Papa Francisco
haciendo suyas las palabras de Juan Pablo II: “ Los cristianos no hemos
sido elegidos por el Señor para pequeñeces. Id siempre más allá, hacia
las cosas grandes. Poned en juego vuestra vida por los grandes ideales ”.
Y nos sigue recordando que la pastoral vocacional exige una auténtica
pedagogía de la santidad .
Orad hoy y cada día para que los cristianos vivan su vida en clave
vocacional y para que no falten en nuestra Iglesia las vocaciones a la
vida de especial consagración.
+ Mons. D. Ciriaco Benavente Mateos