DOMINGO III DE PASCUA (A)
Homilía del P. Antoni Pou, monje de Montserrat
4 de mayo de 2014
El Papa Francisco en su exhortación apostólica El Gozo del Evangelio , entre otras
cosas, dice a los sacerdotes que los sermones deben ser cortos, y que mejor si tienen
sólo una imagen, una idea, un sentimiento.
No creáis que es fácil, pero lo he tomado como un reto, hoy en que el Evangelio de
este domingo Jesús es presentado como un buen artesano de las palabras, el cual
después de explicar a los dos discípulos de Emaús, todos los pasajes de la Sagrada
Escritura que se referían a él, los dejó con el corazón inflamado.
La imagen que he elegido es la del nacimiento de una perla, la idea es la de la
incomprensión que sufren a menudo los enviados de Dios, y el sentimiento es el de
frustración que se convierte después en alegría y en ardor del corazón a partir del
encuentro con Jesús.
La perla no es más que un granito de arena que entra dentro de una ostra, la ostra
para defenderse de este objeto extraño que podría dañar su interior produce diferentes
capas de nácar que rodeándolo producen esta perla, que quizás un día, encontremos
en el collar o los pendientes de una señora. Tomo esta imagen, porque encuentro que
una buena comparación con lo que es el inicio de la fe de la primera comunidad
cristiana.
Si seguimos el relato de los discípulos de Emaús vemos como la muerte de Jesús, su
maestro, les causó un gran impacto, supuso el derrumbamiento de todas sus
esperanzas. Lo habían dejado todo para seguirlo, y ahora se encuentran sin nada,
como engañados. Y esta gran crisis, esta herida, es la que de manera misteriosa se
convirtió en el Nuevo Testamento, un puñado de libros que cuentan, uno de una
manera, otro de otro, los encuentros con Cristo resucitado.
El Nuevo Testamento es la perla de la literatura universal que sale del desastre de la
cruz, del que el relato de los discípulos de Emaús es uno de los pasajes más bellos.
Y ahora viene la idea: era necesario que Jesús terminara de esa manera. Mientras
caminaban lamentándose hacia Emaús, los dos discípulos se encuentran con un
forastero, que les pregunta qué ha pasado, y este personaje misterioso tiene una
virtud muy valiosa para curar las frustraciones de los corazones, que es saber
escuchar. Y después de haberlos escuchado, después de haber dejado que se
quejaran y que se lamentaran, les hace ver que lo que ellos interpretan como un
fracaso, quizás desde los ojos de Dios no lo es tanto, que desde de la mirada amorosa
de Dios puede ser una victoria. Por eso este compañero de camino les recuerda lo que
dijeron los profetas, como el siervo de Dios, atenía que dar la vida para salvar al
pueblo.
¿Y no ha sido ésta la suerte de todos los profetas? ¿No es todavía la suerte de todos
los profetas: personas con una mirada más profunda de la realidad que la de la
mayoría de la sociedad, que para ir a la vanguardia, han tenido que sufrir
incomprensión y a veces persecución, y sólo más tarde, a menudo después de su
muerte, han merecido el reconocimiento que se merecían? No, no se han equivocado
siguiendo a Jesús, les decía este personaje misterioso, "tenía que pasar lo que ha
pasado porque es ley de vida": sólo cuando llegue el Reino de Dios a la tierra, los
profetas profetizarán y serán escuchados, la gente dejará de tener miedo, y pasará de
fabricar corazas para protegerse, a inventar de manera creativa formas de construir
una sociedad más justa, compasiva y solidaria. Esta es la idea: el Mesías debía ser
incomprendido y rechazado, porque todavía los caminos de Dios están demasiado
alejados de los caminos nuestros.
Y finalmente el sentimiento. Caminando y hablando se oscurece el día, y los discípulos
piden al acompañante que se quede con ellos, Jesús se deja obsequiar, y mientras
cenaban coge un pan y lo parte... en ese momento desapareció, pero con el signo de
la fracción del pan, los discípulos reconocieron que aquel hombre que había caminado
con ellos era Jesús, que en realidad nunca les había dejado. Y se decían el uno al
otro: ¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba
las Escrituras?
Hermanas y hermanos, cuántas crisis han labrado nuestra vida, cuantos momentos de
frustración, de hundimientos de expectativas.... pero, después de que los hemos
digerido, de que los hemos asimilado, ¿no se han convertido finalmente en crecimiento
espiritual? ¿No han aumentado en nuestro corazón el espesor de humanidad? ¿No se
han convertido finalmente en una perla que guardamos como un gran tesoro? Esto
nos da la confianza de que, pase lo que pase, si tenemos a Jesús al lado, que hace
camino con nosotros, y que nos parte el pan, siempre encontraremos un sentido a lo
que nos parece un absurdo, y podremos transformar el peso de nuestras frustraciones,
en la alegría de compartir con Jesús nuestra ruta.