V Semana de Pascua.
Sábado.
a.- Hch. 16,1-10: Pablo inicia el segundo viaje.
En este pasaje se contempla a Pablo emprender su segundo viaje apostólico y en
Derbe y Listra toma por compañero a Timoteo, cristiano bautizado, hijo de hebrea y
padre gentil. Pablo, circuncida a Timoteo, a causa de los judíos de esos lugares. La
razón para comprender este problema es que si bien era judío y no había sido
circuncidado, es que para ser compañero de Pablo debía tener una digna reputación
y una historia que fuera aprobada en el judaísmo. Este rito no agregaba nada a
Timoteo, pues ya era bautizado, pero la razón práctica se impuso a la hora de
escogerlo como compañero de misión. Tampoco se le podía aplicar las resoluciones
del Concilio de Jerusalén, del que Pablo se hace un difusor (v.4), entre las iglesias
que visitaba. Con esta visión Lucas, quiere dejar en claro, cómo se cumplía con las
disposiciones de la Iglesia madre de Jerusalén en las iglesias fundadas en tierras de
gentiles. Cohesión eclesial, cuerpo desde el comienzo, descrita en esta misión de
Pablo, en plena comunión con la actividad de toda la Iglesia. Esta misión se
convirtió en un gran viaje apostólico encaminado a las grandes urbes
grecorromanas como Éfeso y Pérgamo, pero cuando se acercaban a ellas, el
Espíritu, no lo permitía y los encamina hacia el Asia Menor. Lucas, quiere recalcar
que la obra misional es guiada por el Espíritu Santo, Espíritu de Jesús, escribe el
autor (v. 6-7). Para él, Jesús está lleno del Espíritu Santo desde siempre, así lo
había evidenciado en su Evangelio, ahora es la Iglesia la que es guiada por su
Espíritu, ahora que Jesús está Resucitado y exaltado en su gloria. El odio y la
persecución a Cristo y sus discípulos, por parte del mundo, es el tema del Evangelio
de hoy. Esta realidad forma parte de la relación con Jesús, puesto que sus criterios,
apartan al discípulo del mundo y por lo mismo lo hacen distinto en su pensar y
actuar. Juan, deja ver la persecución que sufre la Iglesia, debida a la Sinagoga y al
imperio romano.
b.- Jn. 15,18-21: El odio del mundo a Cristo y a sus discípulos.
El evangelio advierte al cristiano que debe saber vivir en este mundo, y no ser
comprendido, puesto que esta realidad la vivió el propio Cristo Jesús desde nació
hasta que muri￳ y venci￳ al mundo. “Si el mundo os odia, sabed que a mí me ha
odiado antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero,
como no sois del mundo, porque yo al elegiros os he sacado del mundo, por eso os
odia el mundo. Acordaos de la palabra que os he dicho: El siervo no es más que su
señor. Si a mí me han perseguido, también os perseguirán a vosotros; si han
guardado mi Palabra, también la vuestra guardarán” (vv. 18-20). La vida cristiana
vivida en serio, separa al cristiano del mundo, porque ha optado por el Padre y el
Hijo, a los cuales rechaza el mundo. Si bien la incredulidad de los judíos hace
fracasar en parte a Jesús, por el momento, los que creen tienen asegurada la
victoria sobre el mundo, porque ÉL lo venció en la cruz y con su resurrección (cfr.
Jn. 16, 33). Precisamente ahí radica la victoria del cristiano, por eso Jesús advierte,
que así como lo han perseguido a ÉL, también el discípulo correrá la misma suerte
(v. 20). En su fe en Cristo, el discípulo tiene entre sus manos, la victoria sobre el
enemigo que es el mundo, la carne y el demonio que buscan apartar y hacer
sucumbir al cristiano. Perseguir al cristiano, es querer perseguir en él a Cristo
Jesús. La respuesta del cristiano, al odio del mundo y la sociedad en que vivimos,
es el amor. El cristiano sufre por la opción hecha por Dios y el Evangelio, puesto
que los criterios se enfrentan con los del mundo, pues desconoce a Dios y su Hijo.
La cruz de Cristo y sufrir por esta opción, son un escándalo para la sabiduría de la
sociedad y del hombre de hoy. Pero para el cristiano es fuerza de Dios y sabiduría
de Dios, amor hecho oblación hasta el sacrificio, hasta la cruz por mantener su fe.
El bautizado ama a Dios y a sus enemigos, son también su prójimo. Si sigue a
Jesús, deberá hacer el bien, sólo el amor nos hace testigos de Jesucristo, con una
nueva vida, con nuevos criterios; quien no ama, sigue atado a la muerte y criterios
mundanos. Renovados por la Pascua de Jesucristo, será el amor quien venza al odio
y al egoísmo, aunque tengamos que sufrir por ello. En ello se nos va la vida, porque
también es nuestro propio triunfo con Cristo, sobre el pecado y la muerte que
también hay en nosotros, pero que con el testimonio vamos haciendo nuestra su
victoria. De lo macro, la sociedad, debemos pasar a lo micro, la comunidad donde
el testimonio de vida nueva debe ser más actual que nunca porque si bien no hay
enemigos, hay diferencias y roces que no siempre hacen feliz la convivencia.
La vida cristiana es un martirio, si se lo toma en serio, por lo que significa el morir
a uno mismo y de entrega de la vida por Cristo y su Iglesia cada día. San Juan de
la Cruz ense￱a: “Porque se cumplirá y podrá cumplir según lo principal y esencial
de ella, que será dándole el amor y premio de mártir esencialmente; y así le da
verdaderamente al alma lo que ella formalmente deseaba (ser mártir) y lo que el
prometió. Porque el deseo formal del alma era, no aquella manera de muerte, sino
hacer a Dios aquel servicio de mártir y ejercitar el amor por él, como mártir. Porque
aquella manera de morir, por si no vale nada sin este amor, el cual (amor) y
ejercicio y premio de mártir le da por otros medios muy perfectamente; de manera
que, aunque no muera como mártir, queda el alma muy satisfecha en que le dio lo
que ella deseaba” (2 S 19,13).
Padre Julio Gonzalez Carretti OCD