V Domingo de Pascua (A)
"¡Oh Jesús, camino verdad y vida, guíanos al Padre!" (Jn. 14,6)
Hoy Jesús nos hace su gran declaración: "Yo soy el camino, la verdad y la vida!!" (Jn.14,6). Esta
declaración fue suscitada por el diálogo entre Jesús y Tomás, quien no habiendo comprendido
"sobre la vuelta al Padre", le había preguntado al Señor: "Señor no sabemos donde vas, ¿cómo
pretendes que sepamos el camino? (Ib. 5). Tomás estaba ciego, frente a la trascendencia de
Jesús, y pensaba en términos puramente humanos, pensaba en un "camino material"; pero
Jesús le está indicando un camino espiritual, un camino que se identifica con su persona misma,
mostrándole la integridad y la magnitud de su persona: "yo soy el camino, la verdad y la vi da". Y
le muestra que Él mismo es el principio y el fin de un peregrinar en la tierra, porque Él será el
camino, que es la puerta por donde se comienza a caminar y el medio que lleva al Padre, fin de
todo peregrinar. "Nadie viene al Padre sino es por mí" (Ib. 6), siendo entonces la "verdad" que lo
revela entre nosotros: "el que me ha visto a mí, ha visto al que me ha enviado, al Padre"; es la
vida que se comunica a los hombres, la vida divina, "como el padre tiene la vida en sí mismo", así
la tiene el Hijo y se la da "a los que quiere" (Jn.5, 26). Tantos hombres, mujeres y jóvenes buscan
en esta vida un camino a seguir, y ¡cuán desorientados están! Cuántos están enceguecidos
frente al horizonte de la vida y yerran en el caminar, caminando vacíos y sin ilusiones, tomados
por la angustia de no ver y alienados frente a la vida. Tantas veces el desenfreno, el alcohol y las
drogas, sin otro fin ni término que el de vivir el momento y después ¡nada! Esto lleva tantas veces
a la angustia y más allá a la desesperación tal de quitarse la vida.
E1 hombre puede encontrar un camino para su vida y ser salvado con una sola condición: Seguir
a Jesús y escucha r su palabra, dejándose invadir por Él, llenándose del amor de su gracia y de
la luz de su esperanza. Sólo así encuentra un camino seguro para su vida, sólo así un futuro de
esperanza e ilusión, que le traiga serenidad frente a los avatares de la vida y al vacío que nos
comunica un mundo postmoderno en donde priman los sentidos y la falacia de los mismos.
Seguir a Cristo es vivir en comunión con él y con el Padre de los Cielos que no está lejos ni
separado de Cristo, sino en Él mismo, pues Cristo es una sola cosa con el Padre y el Espíritu
Santo "Creedme que yo estoy en el Padre y el Padre en mí" (Jn.14, 11). Sobre este camino se
funda la alegre solidez de la vida del cristiano, la firme esperanza en su caminar por la vida,
experimentando no sólo su condición de hombre terreno sino espiritual y trascendente. En Cristo,
camino, verdad y vida, se funda la vida del cristiano y de toda la Iglesia.
El camino de la Iglesia primitiva está bajo el influjo de Cristo camino, verdad y vida. Así nos lo
presentan la 1 a y 2 a lectura, y nos muestran como crece la Iglesia Primitiva bajo el influjo de la
predicación apostólica que se basa en el anuncio de Jesús que es el camino y la vida; el que
padeció y murió por nosotros dejándonos como herencia la Vida Eterna. Los Apóstoles se
dedicaban por entero a la predicación de la Palabra y a la celebración de la Eucaristía, habiendo
elegido para las obras de caridad a varones que se dedicaran a este ministerio.
Pero también la segunda lectura nos habla del sacerdocio de los fieles "vosotros sois linaje
escogido, sacerdocio real y gente santa" dice el Apóstol San Pedro (1 Pe. 2,9). Cristo Sacerdote
por el bautismo asocia a todos los bautizados a su Sacerdocio, diferente del Sacerdocio
Ministerial, que se recibe por la imposición de las manos, que hace al hombre, semejante a Cristo
Sacerdote que por propia virtud reconcilia a los hombres con Dios y le ofrece un culto digno de su
majestad infinita. Pero Cristo Jesús asocia a todos los fieles a su sacerdocio para ofrecer en el
ofrecimiento de sus vidas sacrificios espirituales aceptos a Dios por Jesucristo. Jesús es la única
fuente de vida en la Iglesia, la única fuente del sacerdocio ministerial y del sacerdocio de los
fieles: por lo tanto no habrá culto ni sacrificio digno de Dios si no va unido al de Cristo de quien
además deriva la santidad y la fecundidad apostólica. Nada podemos hacer sin Él y en Él todo lo
podemos en la búsqueda de ese camino nuevo y vivificante que nos ofrece y nos regala con su
muerte y resurrección.
Que la Virgen María, Madre de Cristo Sacerdote nos acerque a Él para encontrarnos y encontrar
en Él el camino por el cual deberíamos caminar.
+Marcelo Raúl Martorell
Obispo de Puerto Iguazú