Quinta Semana de Pascua
Lunes
La gloriosa inhabitación de Dios en el corazón del creyente
Juan 14, 21-26
“Vendremos a él y haremos morada en él”
Seguimos con el capítulo 14 del Evangelio de Juan, que comenzamos a leer el
viernes pasado y que ayer domingo repasamos con calma. Las anotaciones de
esta semana serán un poco más extensas, no mucho, pero creemos que vale la
pena. Hemos entrado en uno de los pasajes más entrañables del evangelio de
Juan.
El ambiente, ya lo describimos, es el de la tristeza. Jesús, en una conversación
tranquila y prolongada con sus discípulos sentados todavía en la mesa de la
última comida con los suyos -que se convirtió en una cena de despedida-, está
consolando sus corazones y mostrándoles cómo vivirán las relaciones de
discipulado con él a partir de la experiencia de la resurrección.
La conversación de Jesús con sus discípulos está amenizada por las preguntas o
las solicitudes que ellos le hacen. Podemos distinguir tres:
La pregunta de Tomás: “ Señor, no sabemos dónde vas, ¿cómo podemos
saber el camino? ” (14,5).
La pregunta de Felipe: “ Señor, muéstranos al Padre y nos basta ” (14,8).
La pregunta de Judas (Tadeo): “ Señor, ¿qué pasa para que te vayas a
manifestar a nosotros y no al mundo? ” (14,22).
El pasaje de hoy es la respuesta de la tercera pregunta. En ella, Jesús le
muestra a sus discípulos (y a nosotros) de qué manera su glorificación no es un
abandono de su comunidad, como si se creara una distancia entre el cielo y la
tierra. Jesús dice contundentemente que sus discípulos no quedarán como
huérfanos del Maestro sino todo lo contrario: completamente asistidos,
resguardados y bien conducidos.
Las enseñanzas de Jesús que van apareciendo una tras otra, en una significativa
secuencia, muestran que el Señor resucitado es la máxima cercanía de Dios, que
el Maestro se ha quedado morando, no ya junto con , al lado de , sino en , dentro
de los discípulos. Nosotros hoy podemos decir que somos más afortunados que
los primeros discípulos de Jesús, quienes lo conocieron físicamente, en cambio
nosotros lo llevamos dentro.
Cinco revelaciones de Jesús a sus discípulos
El amor de Jesús por sus discípulos es la premisa de cinco promesas que les
hace:
(1) El Padre y el Hijo vendrán a los discípulos y harán morada en ellos (14,23-
24).
(2) El Espíritu Santo estará con ellos y los instruirá (14,25-26).
(3) En esta comunión con Dios les ofrecerá su paz (14,27).
(4) También les compartirá su alegría (14,28).
(5) …Para que crezcan su fe (14,29).
Detengámonos en las dos primeras.
1. La inhabitación del Padre y del Hijo en el discípulo de Jesús
Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y
vendremos a él, y haremos morada en él ” (14,23).
Detengámonos en esta frase de Jesús:
La inhabitación de la comuni￳n del Padre y del Hijo: una soledad “llena”
La presencia de Jesús en el caminar del discípulo, en el tiempo pascual, atrae
también la de Dios Padre. Jesús no viene solo.
De hecho, si miramos otros pasajes del evangelio constatamos que Jesús le hace
caer en cuenta a sus discípulos que Él no hay soledad: “ Yo no estoy solo,
porque el Padre está conmigo ” (16,32); “ El que me ha enviado está
conmigo: no me ha dejado solo ” (8,29).
A todo discípulo le sucede lo mismo que a Jesús: su soledad es en la compañía
de Dios. Quien ama a Jesús no está solo, no está perdido ni abandonado a su
propia suerte. Aún cuando no sean visibles para sus ojos físicos, todo seguidor
debe saber que Jesús y el Padre están a su lado.
Por eso hay tomar conciencia en todo instante e incluso a la hora de la muerte -
tiempo de profunda soledad y radical separación-, que Jesús y el Padre están a
nuestro lado, que no nos dejan abandonados ni desprotegidos. El discipulado es
un gustar cotidianamente esta amorosa compañía.
El futuro se anticipa: podemos vivir desde ya el cielo en la tierra
Nuestra vocación como criaturas de Dios es alcanzar la comunión plena con Dios
en la eternidad.
Ahora Jesús hace caer en cuenta que esta comunión con Él y con el Padre no
será solamente una realidad futura, cuando entremos a vivir en la morada que el
Resucitado nos ha preparado en el cielo (“ volveré y os tomaré conmigo ”,
14,3), sino que es una realidad presente, aquí y ahora, que crece todos los días
hasta visión definitiva de la gloria.
Esto vale no solamente los primeros discípulos, sino para todo el que cree en
Jesús: quien ama a Jesús, se dispone a la venida del Padre y del Hijo, quienes
harán morada en él y permanecerán en su vida por tiempo duradero.
2. Educados por el Espíritu Santo: él “viene”, “ense￱a” y “recuerda”
(14,25-26)
Os he dicho estas cosas estando entre vosotros. Pero el Paráclito, el
Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, os lo enseñará todo y
os recordará todo lo que yo os he dicho ” (14,25-26)
Hagamos tres puntualizaciones sobre el v.26:
El Espíritu Santo es un “Paráclito”, un asistente
Con el don del Espíritu comprendemos que no estamos solos, que contamos con
una ayuda eficaz. No nos esforzamos por comprender la Palabra de Jesús
solamente con nuestras fuerzas, sino que el Espíritu nos asiste, nos ayuda.
“El Padre (lo) enviará en mi nombre”
El Padre enviará el Espíritu como respuesta a su petici￳n: “Yo le pediré al Padre
y os dará otro Paráclito, para que esté con vosotros para siempre” (14,16).
“Os lo ense￱ará todo y os recordará todo”
El Espíritu les entrega a los discípulos la totalidad del Evangelio, la Palabra de
Jesús en la cual hay una profunda unidad. Así les inculca sus enseñanzas y les
revela su rostro. Estos dos elementos continuarán siendo el camino de acceso a
la persona de Jesús.
Su tarea es ense￱arnos a “aprehender” a Cristo, es decir, a hacer el camino
pedagógico de la comprensión, apropiación vital y vivencia de la Palabra de
Jesús. Él no trae nuevas enseñanzas, porque toda la revelación ya se manifestó
en la persona de Jesús. Su acción es referida a lo que Jesús ya dijo,
recordándolo, profundizándolo e insertándolo en la propia vida, es decir,
ayudando a encarnar el Verbo Jesús en nuestra historia.
Sin la guía del Espíritu Santo, verdadero Maestro del Evangelio, el discipulado es
inviable. Cuando un discípulo es educado interiormente por el Espíritu Santo
puede seguir con mayor fidelidad a Jesús, conduce mejor su proyecto de vida –
sobre las rutas del Evangelio- y adquiere todo lo que se necesita para entrar en
la comunión total con el Padre y con el Hijo. De esta forma el Espíritu nos
introduce en la Trinidad plena, meta del camino de Jesús y de toda nuestra vida.
Cultivemos la semilla de la palabra en lo profundo del corazón
1. La casa de Jesús (la comunidad) no queda desprotegida. Con todo, los
discípulos plantean tres inquietudes profundas. ¿Cuáles son las mías?
2. El evangelista Juan le da importancia a las preposiciones para explicar el
cambio que opera la Resurrección de Jesús sobre la relación con los
discípulos. ¿Qué diferencia hay entre el “junto con” (Jesús) y el “en” (Jesús)?
¿Qué implica para el seguimiento de Jesús?
3. ¿C￳mo garantiza Jesús su “permanencia” con la comunidad en el tiempo en
que ya no está “visible”, precisamente por la Resurrección?
Padre Fidel Oñoro CJM