Quinta Semana de Pascua
Martes
Discípulos con paz en el corazón y llenos de alegría
Juan 14, 27-31ª
“Ha de saber el mundo que amo al Padre”
A lo largo del capítulo 14, a partir de las tres preguntas de los discípulos, Jesús
corrige uno a uno los malos entendidos que éstos tienen sobre su partida y les
revela cómo deben entenderla: reconocer su muerte como regreso al Padre y
como el comienzo de una nueva forma de presencia en medio de ellos y del
mundo. Su partida no es una desgracia, al contrario, trae nuevas bendiciones y
promesas que habrá que acoger con atención y amor. El “ser discípulo”, en el
tiempo pascual, supone básicamente escuchar, acoger y observar estas
enseñanzas con un confianza total.
Ayer escuchamos las dos primeras promesas de Jesús. Detengámonos hoy en
las consecuencias. Seguimos con la numeración comenzada ayer para que
notemos la continuidad del pasaje.
3. Primera consecuencia de la comunión con Dios: Jesús comunica su
paz (14,27)
Os dejo la paz, mi paz os doy; no os la doy como la da el mundo
(14,27)
Veamos tres características de la paz de Jesús:
Su origen
Jesús les deja a sus discípulos “su” paz, esto es, la seguridad y la protección que
solamente pueden provenir de Él.
Su fundamento
Esta paz no es solamente una palabra sino que se basa en los dos anuncios que
acaba de hacer Jesús: la comunión con el Padre y con el Hijo, que nos habita, y
la presencia del Espíritu Santo, quien nos guía. La paz brota en la vida de quien
se sumerge en Dios y endereza su existencia por el camino del Evangelio.
Esta comunión es espacio vital de seguridad y protección. Si Dios está con
nosotros, ¿qué podrá constituir verdaderamente un peligro para nuestras vidas?
La comunión con Dios arranca de raíz las preocupaciones, los miedos, las
inseguridades, tanto cuanto sea vivida y experimentada en la fe. Cuando Dios
está en la vida de uno, todo es distinto.
Su consecuencia
Quien acoge la presencia de Dios Padre e Hijo en su vida, caminando todos los
días bajo la guía del Espíritu Santo, enfrenta la vida de una manera distinta: con
paz. Las vicisitudes propias de la vida cotidiana, que muchas veces causan
desasosiego y perturbación, no nos encuentran desvalidos, como si no
tuviéramos ayuda y sólido piso que nos sostiene. En otras palabras, las
realidades de la vida nos sumen en angustia y temor, con razón dice: “ No se
turbe vuestro corazón ni se acobarde ” (14,27).
Recordemos el punto inicial: puesto que Jesús es el único que puede darnos la
entrada en esta comunión con el Padre, Él y sólo Él es quien puede darnos esta
paz.
4. Segunda consecuencia de esta gran comunión: Jesús comparte su
alegría
Me voy y volveré a vosotros. Si me amarais, os alegraríais de que me
fuera al Padre, porque el Padre es más grande que yo ” (14,28)
Con la “alegría” sucede como con la paz: la mayor alegría que hay es la del
amor, cuyo fundamento último es la unión perfecta del Padre y el Hijo.
Como se vio antes, el amor por Jesús impulsa a los discípulos a observar su
Palabra (14,23). Pues bien, este hecho debería impulsarlos también a alegrarse
porque el Maestro se va.
La alegría de Jesús
Con su muerte Jesús vuelve a la casa del Padre (“ habiendo llegado la hora de
pasar de este mundo al Padre ”, 13,1). Así Jesús llega a la plenitud del gozo:
para Él no hay mayor alegría que la perfecta comunión con el Padre.
La alegría de los discípulos
Los discípulos deberían estar contentos porque Jesús llega a la plenitud de su
bienaventuranza. Pero Jesús invita a sus discípulos a todavía más, a que se
alegren incluso por sí mismos: el hecho que haya alcanzado su meta es para
todos los seguidores una garantía de que también la alcanzarán. Los logros de
Jesús son los logros de sus discípulos, ellos son los primeros beneficiados. Jesús
los acogerá en su misma plenitud: “ Y cuando haya ido y os haya preparado
un lugar, volveré y os tomaré conmigo, para que donde esté yo estéis
también vosotros ” (14,3).
5. Estas promesas deben ayudarles en su fe
Y os lo digo ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda
creáis ” (14,29)
Jesús le acaba de hablara a sus discípulos abiertamente, con toda transparencia,
con un gran amor. Ahora se toma una pausa para que los discípulos reflexionen.
¿Qué hay que captar en lo que Jesús acaba de decir? El hecho de que el Maestro
le exponga a sus discípulos tantos detalles no debe ser motivo de inquietud, sino
más bien una fuente de fortalecimiento de la fe en Él.
Una aplastante derrota
Llega el Príncipe de este mundo. En mí no tiene ningún poder ” (14,30b).
La muerte de Jesús (y no es sino ver todos los detalles externos del relato de la
Pasión) podría parecer la victoria del príncipe de este mundo y de las potencias
de las tinieblas, el triunfo de sus adversarios que se han cerrado a Él;
matándolo, en la práctica realizan la obra del demonio (ver 8,40-41).
Pero Jesús no es abatido por estos poderes externos, contra su propia voluntad.
Él asume voluntariamente su propia muerte, porque sabe que es el camino que
el Padre estableció para Él (ver atentamente 10,18).
Un sublime amor
Pero ha de saber el mundo que amo al Padre y que obro según el Padre
me ha ordenado ” (14,31ª). Su muerte es un signo de su amor por el Padre,
que se manifiesta en la obediencia a su querer. Si el mundo debe darse cuenta
de esto, mucho más deben hacerlo los discípulos. Creyendo, ellos deben
comprender que la muerte de Jesús, que tanto les inquieta, es su retorno al
Padre y la perfecta expresión de su amor por Él.
Una enorme seguridad
Con la evocación de la Cruz, Jesús le ha hablado a sus discípulos de lo que
pasará antes de que el Espíritu Santo venga. Habló de sí mismo, pero también
dice cómo deben asumir los discípulos la eventualidad.
Dos puntualizaciones:
Primero, Jesús debe ir al Padre antes que el Espíritu venga. Esto hará que los
discípulos se alegren: “ Si me amarais, os alegraríais de que me fuera al
Padre, porque el Padre es más grande que yo ” (14,28). En otras palabras:
“Si me amarais, os alegraríais, porque lo que estoy haciendo es para liberarlos
de la agonía, de las angustias, de las debilidades que ensombrecen sus
existencias”.
Cuando a uno se le muere un ser querido uno debe pensar esto, que murió para
entrar en la gloria. Pero se nos olvida entrar en el gozo y en la paz del Señor y
comenzamos a sentir pesar de nosotros mismos. Pero Jesús dice: “Si me
amarais, os alegraríais de que me vaya al Padre, porque desde la resurrección,
en la que todas las limitaciones son superadas, yo les daré fuerzas para superar
las vuestras”. Por eso el regreso al Padre debe ocurrir antes que el Espíritu
venga.
Segundo, él Espíritu Santo vendrá después que el demonio –el príncipe de este
mundo- sea vencido. El resultado es “ En mí no tiene ningún poder ” (14,30b).
La victoria es absolutamente cierta, de ahí que los discípulos deben enfrentar la
muerte con confianza.
En esto hay una lección para los discípulos “miedosos”. El Maestro dice: “ yo
obro según el Padre me ha ordenado ” (14,31ª). Aquí hay un ejemplo del
amor obediente con el que Jesús quiere que lo sigamos. Venceremos cuando
coloquemos todos nuestros combates dentro del camino de obediencia al Padre
como Jesús y en Jesús. Es ahí donde viene el Espíritu Santo para hacer real la
presencia de Jesús, para explicarnos las palabras de Jesús, para concedernos la
paz de Jesús.
Concluyamos la lectura de este capítulo 14 de Juan orando:
Ahora comprendo, Jesús, que la obra del Espíritu
es la experiencia más maravillosa que pueda haber,
porque en él tú te estás quedando en mí
para llenar mis soledades e inseguridades,
para curar mis penas y mis temores,
para vencer en mis combates.
Amado Señor, Dios encarnado por mí,
yo quisiera siempre estar contigo porque tú lo estás conmigo,
es más, estás en mi ”. Amén.
Cultivemos la semilla de la palabra en lo profundo del corazón
1. ¿Con base en qué Jesús asegura que la Cruz será la derrota del Mal? ¿En qué
me apoyo yo para derrotarlo?
2. ¿De qué manera concreta Jesús le expresa su apasionado amor al Padre?
¿Cómo se lo expreso yo?
3. ¿Con qué actitud deberíamos enfrentar la muerte: la de los seres queridos y
la propia?
1. Nota: Sugerimos sacar un tiempo para leer el capítulo 14 de Juan completo,
para poder captar así el unidad de la enseñanza.
Padre Fidel Oñoro CJM