Comentario al evangelio del viernes, 23 de mayo de 2014
Queridos amigos y amigas:
En los ambientes eclesiásticos no es infrecuente oír, con un tono un poco irónico, esta expresión:
“Hemos decidido el Espíritu Santo y nosotros”. A renglón seguido puede venir cualquier cosa. La
fórmula proviene del fragmento de los Hechos de los Apóstoles que leemos hoy. Se corresponde con el
tercer tiempo de la asamblea de Jerusalén. Las resoluciones tomadas se comunican a través de una
carta dirigida a los hermanos de Antioquía, Siria y Cilicia convertidos al paganismo. De todo este
asunto cabe destacar:
La valentía de Pablo y Bernabé para afrontar abiertamente el conflicto. De no haberlo hecho, se
hubiera producido un grave cisma.
El discernimiento realizado entre todos los implicados, incluida la comunidad madre de Jerusalén. No
se toma una decisión “desde arriba” sino que se llega a un acuerdo.
La comunicación del resultado mediante una carta, pero sobre todo, mediante el envío de dos personas
(Silas y Judas) que os referirán de palabra lo que sigue. Las mediaciones personales son infinitamente
más importantes (y más eficaces) que cualquier documento.
El fruto de todo el proceso es un nuevo impulso misionero: Al leer aquellas palabras alentadoras, se
alegraron mucho.
No digo que hoy tengamos que seguir al pie de la letra este proceso, pero ¿no os parece que
encontramos como un “guión básico” para saber cómo afrontar las dificultades que surgen en el seno
de nuestras comunidades e incluso el conflicto intraeclesial?
Los versículos del evangelio de Juan se centran en la quintaesencia del mensaje de Jesús: el amor. Del
amor se puede hablar de muchas maneras. Jesús, en este pasaje de Juan, elige un símbolo: la amistad.
En la Biblia aparecen muchas referencias a la amistad. Jesús destaca tres:
El amigo no es un simple conocido o un socio, sino alguien con quien se comparte la intimidad, lo más
profundo de nuestro ser: A vosotros os llamo amigos porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he
dado a conocer.
El amigo siempre está dispuesto a hacer lo que el amigo le pide: Vosotros sois mis amigos si hacéis lo
que yo os mando.
El amigo demuestra la verdad de su amor estando dispuesto a entregar la propia vida si fuera necesario:
Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos.
He oído en más de una ocasión que llamar a Jesús “amigo” está bien en la etapa de la adolescencia,
pero que luego este concepto resulta pequeño y que conviene sustituirlo por otros de más densidad
dogmática: Cristo, Señor, etc. Quien así piensa, ¿habrá meditado en alguna ocasión sobre este pasaje
de Juan?
C.R.