DOMINGO V DE PASCUA (A)
Homilía del P. Josep M. Sanromà, rector del Santuario
18 de mayo de 2014
Hch 6 0,1-7/ 1Pe 2, 4-9/ Jn 14, 1-12
Queridos hermanos y hermanas, estamos en la mitad del tiempo de pascua, estos
cincuenta días durante los cuales seguimos viviendo y recordando el núcleo central y
vital de nuestra fe cristiana, la resurrección de Jesús nuestro Señor, lo hacemos sobre
todo con la celebración dominical de la Eucaristía, pero también con todos aquellos
momentos personales y eclesiales en los que, como a los discípulos, Jesús nos sale al
encuentro. Él mismo nos preside, crucificado, porque predicó e hizo amar a Dios como
Padre, porque se dio a conocer como Hijo para recordarnos que a todos nos ama
como hijos, porque dijo que sus favoritos eran todos aquellos que, conscientes de su
pobreza, le escuchaban y dejaban que diera un nuevo sentido a su vida, y porque se
enfrentó con los que pretendían manipular a Dios recordándoles que ante él lo que
cuenta no son las palabras ostentosas sino las humildes si son sinceras. Por todo ello
fue condenado a la cruz pero no se echó atrás, sino que mantuvo su fe en el Padre y
ofreció su vida para dar aún más valor a sus palabras y a sus signos, por eso creemos
en él, por eso le tenemos como maestro, como amigo, como hermano, como modelo;
por eso nos dice que él es el camino que nos lleva hacia lo que buscamos, plenitud de
vida, felicidad, paz interior; él es todo eso, por eso es también propuesta de verdadera
existencia, proyecto de vida que renueva la persona y el mundo de su entorno, por eso
nos dice que él es "la" vida fundamentada en el amor que transforma al otro, en el
amor que hace milagros.
Nos preside también el signo más característico del tiempo de pascua, el de la luz del
cirio pascual, encendido la noche de pascua con el fuego nuevo, signo de Cristo
resucitado que vive y está presente entre nosotros, signo de la vida nueva que él nos
trae y nos propone, signo que nos recuerda que el cristiano es aquel que siguiendo a
Jesús se consume porque se da a los demás como sentido de su existir. El cirio, por
más grande que sea, se agotará porque se habrá dado como luz alimentándose de la
cera que se va derritiendo y que impregna la mecha que mantiene la llama encendida;
así el cristiano se da alimentándose de la fe que hay en su interior y que impregna
toda su vida para mantener la llama de su testimonio. Jesús nos dice "Yo soy la luz del
mundo" y "Vosotros sois la luz del mundo", Jesús quiere que seamos luz como él, pero
si hacemos más humo que no luz, es que en la cera que arde en nosotros hay algo
que no debería estar y que podríamos llamarlo "falta de amor", de aquel amor que
arde en el corazón de Jesús.
El camino de la fe se inicia con el bautismo, signo también de la resurrección cuando
el bautizado era sumergido y sacado del agua tres veces, como Jesús muerto y
resucitado al tercer día, por eso durante el tiempo de pascua iniciamos la celebración
dominical recordando los primeros pasos de nuestra fe con el signo de la aspersión del
agua pidiendo que nos limpie interiormente y exteriormente de todo aquello que no nos
deja dar la luz que se espera de nosotros, de todo aquello que no nos deja ser y hacer
como Jesús. Él dijo: "No he venido a ser servido, sino a servir y a dar la vida"; ser
cristiano significa ser servidor de una humanidad cada vez más empobrecida y
deshumanizada, que está viendo que en lo que le habían hecho creer que encontraría
la felicidad: el tener y el poder, resulta que no está. Por eso el cristiano tiene puesta la
mirada en Jesús en la cruz, en quien encuentra la fuerza para seguir luchando,
sirviendo y amando. El cristiano, como nos ha recordado la primera lectura, es servidor
como testigo del amor de Jesús a la humanidad a través de la Iglesia, que somos
todos y la hacemos entre todos, y este servicio, en los tiempos que vivimos, es la
mejor imagen de Jesús y de la Iglesia que podemos transmitir. De los cristianos y de la
Iglesia se esperan hechos concretos que ayuden a nuestro mundo a comprender su
momento y a sentirse querido por quienes intentamos vivir como Jesús nos pide;
fijémonos pues en él y actuamos como él, hagamos de nuestra fe el apoyo de nuestra
vida, seamos consecuentes con lo que somos y con lo que creemos, vivamos
honestamente nuestros compromisos.
La fe, como el amor, se nutre y se pone a prueba en la relación del día a día, en el
escuchar y el compartir, Jesús no es una energía, ni una fuerza cósmica, ni una droga
espiritual, ni el vacío ante el que meditar, Jesús es alguien con nombre y rostro a quien
rezamos y a quien de mañana le decimos: "Buenos días, Señor; gracias por vivir un
día más". Esta es la manera de crecer en la fe pero si no lo hacemos así es entonces
cuando se duda de todo, cuando se mezcla todo porque nada satisface, y cuando
Jesús nos dice: "Tantos años haciendo camino contigo y todavía no me conoces?"
Si queremos progresar en la fe, si queremos conocer cada día más a Jesús, dejemos
de hacer preguntas y pongamos en práctica las respuestas que ya sabemos, y
miremos adelante donde está Jesús invitándonos a hacer camino con él para
fortalecer nuestra fe y ponerla al servicio de nuestro mundo. Recordemos el final del
Evangelio de hoy: "el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aún
mayores..." Que el Cuerpo de Cristo que nos será dado como alimento de nuestra fe,
lo haga posible en cada uno de nosotros.