EL AMOR LO ILUMINA TODO
Padre Javier Leoz
Cumplir los mínimos y quedarnos en ellos resulta fácil (aunque no siempre lo
hagamos) porque entre otras cosas nos evitan mayores esfuerzos. Pero cuando
nos proponemos metas más altas, cuando nos las ingeniamos para superarnos a
nosotros mismos, el resultado entonces es de una doble satisfacción: hemos
cumplido y, además, lo hemos hecho con sobresaliente.
1. Ya, el domingo pasado, Jesús nos decía que un camino, una verdad y una
vida nos aguardaba y apostábamos fuerte por Él. Pero la pregunta es la
siguiente: ¿Cómo hacerlo? ¿Cómo entrar en ese camino? ¿Cómo defender esa
verdad? ¿Cómo sostener esa vida?
El Evangelio de hoy nos da la clave: con la llave del amor. “Un mandamiento
nuevo os doy” (Jn 13:34). ﾿Sólo uno? ᄀSí! ᄀUno! Pero claro, con coletilla:
“amando como yo os he amado” ᄀCasi na!
2. Jesús nos ofrece el secreto para permanecer en su persona como camino.
Avanzando por los senderos de nuestra existencia tendremos que mirar a un
lado y a otro. Nada de lo que ocurra, especialmente si es con el color del dolor,
nos podrá resultar indiferente. Ya el Papa Francisco nos lo recuerda
insistentemente desde el inicio de su pontificado: “hay que salir a las periferias”.
Malo será que por ir deprisa, por mirar hacia adelante, por pretender alturas y
grandezas….dejemos de lado al Jesús que se encuentra al borde del camino.
3. Jesús, como verdad, nos exige huir de nuestras falsedades. El amor ilumina la
verdad y, la verdad, hace más transparente el amor. El amor por lo tanto, si es
como Dios manda, se convertirá en medidor de nuestra verdad. ¿Amas? ¿Te
brindas a los demás? ¿Es el amor la verdad de tu día a día o, tal vez, algo
extraordinario? Para que Jesús sea la verdad de nuestro corazón tendremos que
cultivar en su interior la perla del afecto sin pausa y sin tregua, el cariño sin
recompensa y sin más interés que el deber cumplido.
4. Jesús, como vida, nos alienta a vivir amando. Amar a los de cerca es fácil y
difícil. Fácil porque, entre otras cosas, ponemos coto al amor. Pero la vida
cristiana nos exige dar un segundo salto: hay que atrapar por amor incluso a los
que se encuentran más lejos de nosotros.
Jesús, teniendo a un Judas a su mesa, lo amó y le entregó su cuerpo. ¡Dos veces
lo tomó Judas! Una para comulgarlo en la mesa de Jueves Santo y, otra más,
para venderlo por 30 monedas de plata. ¿Cuántas veces tomamos nosotros a
Cristo? ¿Una, dos, tres, cuatro? Cada uno debiéramos de responder: amamos a
Cristo vendiéndolo o, por el contrario, defendiéndolo con una vida noble, sensata
y cristiana.
5.- ¿Qué diferencia hay entre el amor humano y el amor divino? Preguntaba un
párroco a sus fieles. Y, una anciana, al finalizar la misa le respondió: “que el
amor humano es limitado, sirve a quien quiere y pronto se agota; el amor divino
no mira a quien se hace el bien y, cada vez que lo hace, tiene necesidad de
seguir haciéndolo aunque no sea recompensado”.
dramas y vacíos, miserias y complejos.
Cerca de la Ascensión del Señor, y viendo la que se nos viene encima, el Señor
nos va fortaleciendo con vitaminas que serán necesarias para ser fieles en
aquello que decimos creer, esperar y vivir. Y es que, mientras estamos en este
mundo, la vida cristiana es eso: un constante descubrir lo que Dios nos ofrece.
6.- POR TI, SEÑOR, LO HARÉ
Guardaré tus mandamientos, porque al hacerlo así,
soy consciente de que cuido lo más santo y noble
que Dios, en tu comunión contigo, nos legó.
Amaré tus mandamientos, porque al amarlos,
sabré que amó lo que Tú, estando con nosotros,
amaste, defendiste y llevaste en tu mente y corazón
Esperaré al Espíritu Santo, porque en esa espera,
residirá la fuerza que me auxiliará
en el duro combate de mi vida y de mis luchas
Viviré, bajo el soplo de tu Espíritu,
porque en la carrera de mis días
siento que no puedo llegar al final si, ese Espíritu,
lo dejo de lado agarrándome a otros huracanes.
POR TI, SEÑOR, LO HARÉ
Miraré hacia el cielo cada vez que me encuentre
en cruel batalla con mi soledad
Buscaré respuestas en tu Palabra
cuando el discurso del mundo sea promesa hueca
Aceptaré tus mandamientos,
porque al aceptarlos, reverenciarlos y vivirlos
sé que se encuentra el secreto para dar contigo
para amar al Padre y vivir en el Espíritu
POR TI, Y PORQUE LO NECESITO, LO HARÉ SEÑOR