Jueves 22 de Mayo de 2014
Santoral: Joaquina Vedruna, Rita de Casia
Hechos 15,7-21 A mi parecer, no hay que molestar a los gentiles que se
convierten a Dios
Salmo responsorial: 95 Contad las maravillas del Señor a todas las naciones.
Juan 15,9-11 Permaneced en mi amor, para que vuestra alegría llegue a plenitud
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Como el Padre me ha amado, así os he amado
yo; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo
mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Os he
hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud.
Pensemos…
Son muchos los que han dado la espalda a Dios y no solamente en la antigüedad al
ser rescatados de la mano de los egipcios, sino también ahora. Bien lo gritaba por las calles
San Francisco de Asís: “el amor no es amado”
Entonces…
Este día es continuación del de ayer acerca de la comparación de la mata de uva
para con la comunidad, al cual pasa por momentos de momentos. Por eso somos invitados
a permanecer en el amor, que es sinónimo de perfecta alegría. Amor y alegría al observar los
mandamientos. “Les he dicho esto, para que mi gozo esté en ustedes, y su gozo sea
colmado” Esa alegría bien dada, en definitiva, en la unión del amor del Padre y Jesús.
En una pequeña ciudad de Turquía vivía Jackey, un hombre insatisfecho con la
ciudad donde vivía, insatisfecho con su casa, insatisfecho con su familia y con su trabajo.
Quería huir de tanta insatisfacción. Cierto día encontró por el rio, un mapa desteñido y
arrugado. Al abrirlo, descubrió las indicaciones para llegar hasta el paraíso. El mapa situaba
el paraíso en el norte y el hombre insatisfecho no se lo pensó dos veces, deseaba con todas
sus fuerzas huir, era su oportunidad y no la desaprovechó. Jackey, tomó rumbo al paraíso y
dejó atrás su ciudad, su hogar y su familia. Camino todo el día, incluso atravesó la frontera
de su país. Al llegar la noche, cansado, se acostó y para no perder la dirección que le
llevaba hacía el paraíso puso sus zapatos en dirección al norte para acordarse al día
siguiente por dónde tenía que seguir caminando. Cuando el hombre dormía a pierna suelta,
un fuerte viento le cambio los zapatos hacia la dirección contraria. Ahora ya no apuntaban
hacia el Norte sino al Sur. Al despertar el hombre y sin darse cuenta del cambio, continuó
caminado sobre sus propias pisadas, rumbo a la ciudad desde donde había partido. Una vez
allí Jackey comentaba: Esta ciudad se parece a mi ciudad, pero esta es la ciudad del
paraíso, no es una ciudad cualquiera, es maravillosa y la siento maravillosa. Caminando
llego a su casa y dijo: Esta casa es igual que mi casa, pero esta casa es la casa del paraíso,
es mucho mejor y se puede disfrutar en su totalidad, la siento maravillosa. En la casa se
encontró a su mujer y a sus dos hijos, se acercó, los abrazó y pensó: Son iguales a mi mujer
y a mis dos hijos pero son la familia que tengo en el paraíso, son mucho más cariñosos y
son maravillosos. Me gusta mucho más esto que todo lo que tenía antes. Cuenta la leyenda
que aquel hombre fue mucho más feliz desde entonces, no porque estaba en el paraíso, sino
porque así él lo creía.
Dejemos que la historia nos envuelva y desde ahí decir: hay que mejorar la actitud
delante de las cosas. Para que esas cosas no nos dominen. Dios quiere reinar en nuestra
interioridad. Para tener una corona de oro en el cielo necesitamos usar una de espinas aquí
en la tierra.
No más excusas para ser feliz. La felicidad no está en el tener, sino en el ser y aquí
Dios, en sus mandamientos, nos presenta la maravillosa oportunidad de llenarnos de una
alegría muy especial. Agradar a Dios y al hacerlo llegaríamos al paraíso que tanto
deseamos. Somos felices y no lo sabíamos
Padre Marcelo
@padrerivas