Comentario al evangelio del martes, 27 de mayo de 2014
Queridos amigos:
Muchos creyentes, personas de bien, comprometidas con su parroquia o movimiento, laicos que se
plantean dar un paso más en su compromiso eclesial y experimentan la dificultad de este proceso y
exclaman “¡Qué complicado es todo esto!”. Se les antoja, todavía hoy, una inmensa mole de
creencias, normas y ritos que parecen casar muy mal con el espontáneo sentimiento de libertad con el
que parece que nos conducimos en la vida ordinaria. ¡Sólo quien ve en la propuesta de Jesús un camino
más liberador (nunca menos) se arriesga a circular por él! Me llama la atención la fórmula que Pablo
utiliza en su diálogo con el carcelero: Cree en el Señor Jesús y te salvarás tú y tu familia. Hay aquí un
par de verbos que nos dan una pista para entender mejor qué es evangelizar, incluso en situaciones
extremas:
Cree en el Señor Jesús. Lo esencial de la fe es la adhesión incondicional a la persona de Jesús.
Es verdad que esta adhesión implica, en la práctica, muchas cosas, pero, sin ella, todo lo demás
carece de sentido y se hace insoportable. ¿Seremos capaces de proceder así, de dejar el primer
plano de la película de la fe al Señor? ¿Se percibe en nosotros que lo que nos importa, lo que nos
mueve, lo que nos apasiona, es el Señor Jesús?
Te salvarás tú y tu familia . El efecto de la fe es la salvación. Quien cree vive ya como un
salvado, como alguien que sabe por qué y para qué existe, que se siente amado, libre, con razones
para esperar. ¿Puede ser creíble lo que llamamos fe cuando no produce en nosotros frutos de
salvación? Se trata, además, de una salvación de largo alcance: afecta también a quienes
comparten nuestra vida. Hoy somos tan absolutamente sensibles al individuo que nos cuesta
entender eso de que se pueda bautizar una familia entera (caso de Lidia) o de que se prometa la
salvación a otra familia (caso del carcelero). Más allá de las explicaciones sociológicas acerca del
concepto antiguo de “familia” y de “casa”, que tan importante papel jugó en la evangelización
primera, hay aquí algo más profundo: la dimensión comunitaria y social de la fe, sin la cual la
experiencia individual se reduce a un titánico ejercicio de supervivencia.
C.R.