VII Semana de Pascua.
Sábado.
Lecturas bíblicas
a.- Hch. 28,16-20.30-31: San Pablo en Roma.
Esta lectura de Hechos nos muestra el último viaje de Pablo, camino a Roma,
pasando por Malta, Siracusa Reggio, Puzzuoli, cerca de Nápoles, ahí encuentra una
comunidad cristiana, lo que habla de una relativa libertad de la que gozaba Pablo
de parte de sus guardianes. Se queda con ellos una semana, luego el camino era
por tierra a Roma por la Vía Apia, le salen al encuentro hermanos cristianos en el
Foro Appio y en Tres Tabernas. Este relato lo quiere describir como la entrada
triunfal de Pablo a Roma; este primer encuentro con los cristianos es fundamental
para Pablo. El evangelio llega al corazón del mundo conocido, por ello da gracias a
Dios. Su presencia viene a significar la misión a los gentiles comienza con el
rechazo del evangelio de parte de los judíos. El recorrido del Evangelio,
personificado en Pablo ha venido de Cesarea un camino triunfal hasta Roma. Pablo
es el apóstol de Dios que encadenado y todo no deja de evangelizar por donde
pasa, de alguna forma se cumplen las palabras de Jesús: Seréis mis testigos hasta
los confines de la tierra (cfr. Hch. 1, 8). Hasta en la cárcel, Pablo, puede
evangelizar, lo que habla de la benevolencia de los romanos con el cristianismo.
Reúne a los judíos, quiere saber si han llegado informes sobre él a Roma; la única
acusación que le habían hecho era conspirar contra las costumbres del pueblo de
Israel. Tuvo que acudir al emperador, porque si bien las autoridades lo querían
dejar libre, los judíos se opusieron. La esperanza de Israel, es la causa de su
prisión. Los judíos dicen no saber nada de su proceso, sólo han oído que la secta de
los cristianos en todas partes se la contradice (v. 22). Pablo expone el tema del
Reino de Dios, les presenta a Jesús, desde la Ley y los Profetas. Unos se aceptaron
su mensaje, otros lo rechazan y la escena termina recordando el apóstol que tal
endurecimiento de parte de los judíos había sido anunciado por Isaías (6,9-10),
serán los gentiles los que escucharán el mensaje de salvación. Luego de los dos
años de libertad vigilada, se piensa que Pablo recuperó la libertad, continuando con
su actividad misionera. Sufre una segunda cautividad hasta dar la vida por Cristo
en el martirio .
b.- Jn. 21, 19-25: El discípulo amado.
El evangelio nos muestra una vez más a Pedro y Juan el discípulo amado, juntos,
siguiendo a Jesús (v. 20). El futuro de Pedro ya está claro, pero le preocupa a
Pedro lo que sucederá con Juan. Estos dos apóstoles han estado entrelazados en
esta última parte del evangelio como en la última cena (cfr.Jn.13, 23-25); en el
patio del sumo sacerdote (cfr. Jn.18,17-18); y en la tumba vacía (cfr.Jn.20,3-10).
En otras ocasiones la autoridad de Pedro es indiscutible, mientras que en aquella se
apoya y edifica, la del segundo, el discípulo amado (cfr. Jn.13,23). Éste desaparece
de escena, cuando Pedro niega por tres veces a Jesús, y es el único que llega a
creer en la tumba vacía (cfr.Jn.18,17-18;20,8). En ausencia de Pedro, Juan ha sido
confiado a la Madre de Jesús y viceversa por el Crucificado (cfr. Jn.19, 25-27). La
respuesta de Jesús sobre el futuro de Juan, no debe preocupar a Pedro; Jesús no
dijo, que Juan no moriría antes de su venida, si no que su futuro estaba ligado a su
voluntad (v.22). Equiparado al nombramiento de Pedro como Pastor universal de la
Iglesia, el último redactor del evangelio, quiso dejar en claro, la relevancia del
discípulo amado, desde que recibe a María y el Espíritu a los pies del Crucificado, lo
consideraba la comunidad como su fundador. Este discípulo fundador es además, el
relator, escritor, de la vida y obra, muerte y resurrección de Jesús (v.24). Pedro es
el Pastor del rebaño de Cristo, Juan, el portador de la tradición acerca de Jesús, el
Señor. El tiempo en que fue escrito este evangelio, el martirio era la máxima
expresión de fe y de glorificar a Dios. Por otra parte, hay que considerar que
muchos esperaban la venida del Señor, muchos ya habían muerto, se pensaba que
Juan, no moriría (v. 23), y por lo mismo, estaría presente a su regreso. El mismo
Juan se encarga de aclarar y corregir esta situación, porque en este evangelio
siempre está presente la realidad de la vida eterna con todo lo que tiene de
presente y de futuro. El discípulo amado da testimonio de todo cuanto está escrito
en este evangelio, porque él lo escribió. Detrás del cuarto evangelio, está el
discípulo amado, con toda su autoridad. Sabemos que su testimonio es verdadero,
y el “nosotros lo sabemos” (v. 24), son la comunidad nacida alrededor del apóstol y
de su palabra. Son testigos de que lo escrito en el evangelio, proviene de Juan,
aunque se admite que esta última parte o segundo final, puede haber sido escrito
por algún discípulo de Juan. Es un testigo inmediato y directo de cuanto dijo e hizo
Jesucristo, para aceptemos su evangelio de gracia y amor. Nuestra fe se apoya en
el testimonio de los apóstoles, porque ellos creyeron, gracias a ellos, también hoy
nosotros podemos creer en Jesucristo y en su evangelio. Nuestro ser Iglesia es
santa, católica y apostólica y porque no decirlo también romana, porque ahí
entregaron su vida Pedro y Pablo, dos hombres gigantes en espíritu de fe y en
testimonio de amor a Jesucristo el Señor. La tarea nuestra será edificar, como ellos,
la Iglesia, con nuestro testimonio apostólico.
En la visión de Cántico espiritual, Juan de la Cruz explica cómo los Santos son la
corona de Jesucristo y de su Iglesia, en especial los mártires que derramaron su
sangre por la fe. Cuando comenta los versos: “Haremos las guirnaldas”, escribe:
“Este versillo se entiende harto propiamente de la Iglesia y de Cristo en el cual la
Iglesia, Esposa suya, habla con él diciendo: Haremos las guirnaldas entendiendo
por guirnaldas todas las almas santas engendradas por Cristo en la Iglesia, que
cada una de ellas es como una guirnalda arreada de flores de virtudes y dones, y
todas ellas juntas son una guirnalda para la cabeza del Esposo Cristo. Y también se
puede entender por las hermosas guirnaldas, que por otro nombre se llaman
lauréolas, hechas también en Cristo y la Iglesia las cuales son de tres maneras: La
primera, de hermosas y blancas flores de todas las vírgenes, cada una con su
lauréola de virginidad, y todas ellas juntas serán una lauréola para poner en la
cabeza del Esposo Cristo. La segunda lauréola, de las resplandecientes flores de los
santos doctores, cada uno con su lauréola de doctor, y todos juntos serán una
lauréola para sobreponer en la de las vírgenes en la cabeza de Cristo. La tercera,
de los encarnados claveles de los mártires, cada uno también con su lauréola de
mártir, y todos ellos juntos serán una lauréola para remate de la lauréola del
Esposo Cristo. Con las cuales tres guirnaldas estará Cristo Esposo tan hermoseado
y tan gracioso de ver, que se dirá en el cielo aquello que dice la Esposa en los
Cantares (3, 11): Salid, hijas de Sión, y mirad al rey Salomón con la corona con
que le coronó su madre en el día de su desposorio y en el día de la alegría de su
corazón. Haremos, pues, dice, estas guirnaldas en tu amor florecidas.” (CB 30,7).
Padre Julio Gonzalez Carretti OCD