SAN JOSÉ OBRERO
MEMORIA
Día 1 de mayo
Hoy es la fiesta de San José Obrero, hombre justo y trabajador, esposo de
la Virgen María, padre de Jesús. Celebramos que Dios llamó a José a
cooperar en su designio de salvación de los hombres.
José fue verdadero esposo de María de Nazaret. Dios lo llamó al matrimonio
con María de una forma totalmente especial: es el suyo un verdadero
matrimonio virginal. José y María recibieron la gracia de vivir juntos el don
de la virginidad y la gracia del matrimonio. El Espíritu Santo los guió hacia
una comunión esponsal vivida en la virginidad. Su matrimonio fue un
verdadero matrimonio. No una ficción o apariencia, para guardar las
formas.
Asimismo, excluida la generación física, José fue verdadero padre de Jesús.
El Hijo eterno de Dios se hace hombre en el seno de María sin intervención
de var￳n. “Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por
nombre Jesús…y María dijo al ángel: ﾿C￳mo será eso, pues no conozco
varón? El ángel le contest￳: El Espíritu Santo vendrá sobre ti…” (Lc 1, 31-
35). En el Credo profesamos que “por obra del Espíritu Santo se encarn￳ de
María la Virgen”.
Dios Padre encomendó a San José la custodia y el cuidado de su Hijo
eterno, el Verbo hecho carne. Educar es de alguna forma engendrar. La
educación va encaminada hacia la madurez y el crecimiento integral del
hijo: Jesús fue verdadero bebé, ni￱o, adolescente, joven. “Jesús iba
creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los
hombres” (Lc 2, 52). Sin haber engendrado a Jesús, San José fue su
verdadero padre en todas las funciones propias de un padre: en cuanto a la
educación –incluso profesional- así como a la alimentación y los sacrificios.
En su Carta a las Familias, San Juan Pablo II decía de San José: “Reflejo
muy singular de la paternidad divina, al llamarle a ser padre terreno del
Verbo encarnado, Dios hizo que San José participara de su mismo amor
paterno”.
Dios quiso hacerse hombre y que su Hijo creciera y naciera en el seno de
una familia humana, bajo la fiel custodia del patriarca San José, que ejerció
la autoridad familiar en una actitud de generoso servicio. El Carpintero de
Nazaret tuvo que proveer a las necesidades familiares con el duro trabajo
manual y con el sudor de su frente. Decía San Juan Pablo II en su
Exhortaci￳n apost￳lica sobre San José: “Junto con la asunci￳n de la
humanidad, en Cristo está también asumido todo lo que es humano, en
particular la familia, como primera dimensión de la existencia en la tierra.
En este contexto está también asumida la paternidad humana de José”
(21).
La figura de José evoca moralidad intachable, sincero cumplimiento de la
ley y fidelidad a la volunta de Dios. Un hombre bueno. José siempre se dejó
guiar por el Señor. Sin decir nada. Una vez recibida la misión divina, él la
cumple en silencio. Siempre dispuesto a realizar los planes de Dios. El
Evangelio define a San José como “hombre justo”. Comenta Pablo VI: “Este
operario, este trabajador era ciertamente “un brav’uomo”, tanto que el
Evangelio lo llama justo”.
Hombre de fe como Abrahán. Sacrificado y fiel, creyó contra toda esperanza
que María su mujer iba a ser madre por obra de la gracia de Dios. “Antes de
vivir juntos, result￳ que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo”.
José su esposo decide repudiarla en secreto, pero el ángel del Señor le dijo:
José “no temas acoger a María tu mujer, porque la criatura que hay en ella
viene del Espíritu Santo”. Cuando se despert￳, José “hizo lo que le había
mandado el ángel del Señor y acogi￳ a su mujer” (Mt 1, 18-25). Hombre del
silencio, nunca pide explicaciones. En la sencillez de la vida diaria, mantuvo
una fe sólida en la divina Providencia.
Hermosas palabras sobre San José pronunció el Papa Francisco en la
homilía de inicio de su pontificado: “﾿C￳mo ejerce José esta custodia? Con
discreción, con humildad, en silencio, pero con una presencia constante y
una fidelidad total, aun cuando no comprende…Está junto a María, su
esposa, tanto en los momentos serenos de la vida como en los difíciles
¿Cómo vive José su vocación como custodio de María, de Jesús, de la
Iglesia? Con la atención constante a Dios, abierto a sus signos, disponible a
su proyecto, y no tanto al propio”.
En los largos años de Nazaret José, con todo el amor y el afecto de su
corazón de padre, enseñó su propio trabajo a Jesús, que aprendió el oficio
de carpintero. Esta fue la categoría humana, social y profesional que asumió
Jesús, el Cristo, el Hijo de Dios. Jesús como todo niño aprendió de sus
padres las ideas y actitudes fundamentales ante la vida así como el estilo
de conducta y el oficio mismo de su padre, su amor al trabajo y su
laboriosidad. San Justino filósofo y mártir cristiano (100-167) hacia el año
160 escribía: “Jesús pasaba por ser hijo del carpintero José y era él mismo
carpintero, pues mientras permaneció entre los hombres, fabricó piezas de
carpintería como arados y yugos”. San Justino, que había nacido en
Napulsa -Siquem- en Samaría, era buen conocedor de los oficios de la zona
y pudo recoger testimonios procedentes de la cercana Galilea referentes a
Jesús de Nazaret.
Por la trascendencia educativa que tiene en sí misma la formación para el
trabajo y la laboriosidad, hay que tener en cuenta que Jesús era Dios y
hombre verdadero. En consecuencia, Dios y niño verdadero, adolescente y
joven verdadero. También Jesús tuvo necesidad del apoyo y guía de sus
padres. Pero por otra parte, el hecho de que en Jesús no hubiera pecado ni
maldad supuso que José y María mantuvieran permanentemente una
actitud positiva con relación a Jesús: en él no había nada que corregir. Así
la obra educativa de María y José fue eficaz y profunda, pues la psicología
humana de Jesús era un terreno muy fértil. José, hombre justo, con su
presencia paterna garantizaba el necesario equilibrio padre-madre de toda
acción educadora. Él fue quien le introdujo en el mundo del trabajo y de la
vida social.
“Con su laboriosidad silenciosa en el taller de San José, Jesús dio la más
alta demostraci￳n de la dignidad del trabajo”, decía San Juan Pablo II a los
trabajadores el día 1 de mayo de 2000. En Nazaret el Papa Pablo VI, el día
5 de enero de 1964, elogiaba a la Familia del Carpintero: “ᄀOh Nazaret, oh
casa del "Hijo del Carpintero", cómo querríamos comprender y celebrar aquí
la ley severa, y redentora de la fatiga humana; recomponer aquí la
conciencia de la dignidad del trabajo”. Saludaba a los trabajadores de todo
el mundo y les se￱alaba a Cristo como “su gran colega, su hermano divino,
el Profeta de toda justicia”.
Fue San José un hombre de acción y de trabajo. En el Evangelio no se ha
conservado ninguna palabra suya, pero sí han quedado registradas sus
acciones sencillas y cotidianas.
El hombre, desde el principio de la creación, está llamado al trabajo. Este
derecho-deber es una de las características que le distinguen de las demás
creaturas. También el mandato de someter y dominar la tierra -de trabajar-
que de su Creador recibe el hombre lo hace imagen de Dios. El trabajo
humano es reflejo de la acción creadora de Dios. Decía San Juan XXIII: “El
trabajo es, en verdad, una alta misión: es para el hombre como una
colaboración inteligente y efectiva con Dios Creador, del cual ha recibido los
bienes de la tierra para cultivarlos y hacerlos prosperar”.
Es fundamental la importancia y el significado familiar del trabajo: para la
vida y la manutención de la familia así como para el proceso educativo de
los hijos. La educación tiene como fin principal que el hombre se haga cada
vez más hombre de forma integral. “Mediante el trabajo el hombre no s￳lo
transforma la naturaleza adaptándola a las propias necesidades, sino que se
realiza a sí mismo como hombre, es más, en un cierto sentido “se hace más
hombre”, decía San Juan Pablo II en su Encíclica sobre el trabajo humano.
Así San José, mediante el ejercicio de su paternidad, sirvió a la persona y a
la misión redentora del Salvador, ayudando –educando- a Cristo en su
crecimiento integral en estatura, en sabiduría y en gracia. El trabajo
también forma parte del misterio de la encarnación. Cristo, Dios verdadero,
pero también hombre verdadero, “se hace más hombre”, también mediante
la educación en la virtud de la laboriosidad y en el oficio de carpintero. La
educaci￳n es, ante todo, “una dádiva de humanidad por parte de ambos
padres” (San Juan Pablo II). También para Jesús su propia familia fue
comunidad de vida y amor, célula vital de la sociedad y primera escuela de
las virtudes sociales. En el seno de su familia vivió la sociabilidad natural
propia del ser humano. A Jesús le fue introduciendo en la sociedad de
Nazaret “como un hombre cualquiera”, la formaci￳n profesional que recibi￳
en el taller de José entre serruchos, cepillos, martillos y virutas.
En Terni (Italia), en la Homilía de la misa de la fiesta de San José de 1981
Juan Pablo II habló del significado de la paternidad en el seno de la familia.
“La familia se apoya sobre a dignidad de la paternidad humana, sobre la
responsabilidad del hombre, marido y padre, así como también sobre su
trabajo”. Y sigui￳ el Papa diciendo que “conociendo los corazones de los
hombres del trabajo, su honestidad y responsabilidad, manifiesto la
convicción de que precisamente ellos asegurarán y consolidarán estos dos
bienes fundamentales del hombre y de la sociedad: la unidad de la familia y
el respeto a la vida concebida bajo el coraz￳n de la madre”.
Terminamos con las palabras del Papa Pío XII a los obreros reunidos en la
Plaza de San Pedro el día uno de mayo de 1955: "el humilde obrero de
Nazaret, además de encarnar delante de Dios y de la Iglesia la dignidad del
obrero manual, sea también el próvido guardián de vosotros y de vuestras
familias".
MARIANO ESTEBAN CARO