M IÉRCOLES DE C ENIZAS ( CICLO “A”)
Padre Dr. Juan Pablo Esquivel
S
+ Comenzamos la C C U U A A R R E E S S M M A A , tiempo que no es sino el desarrollo
pedagógico de un aspecto del misterio cristiano: el que se refiere a la Pasión y
Muerte de Cristo, paso que lo conduce a su Resurrección gloriosa.
Misterio que se repite en el cristiano, en sus luchas cotidianas, en sus
esfuerzos por seguir al Señor, en el camino de la Cruz, que cada día nos lleva a
morir y a resucitar...
+ La duración de este tiempo está fundada en el símbolo de la cuarentena
bíblica: Moisés, Elías y Jesús estuvieron cuarenta días en la montaña desierta;
cuarenta años estuvo Israel por el desierto, antes de entrar a la Tierra prometida...
Todo esto nos sugiere que la Cuaresma está pensada para intensificar ese aspecto
de la vida que exige superación, esfuerzo penoso, reconstrucción, purificación del
pecado.
Imágenes de la Cuaresma son: el camino, la soledad, el desierto, el
encuentro con Dios, la prueba, la austeridad, el desprendimiento, la oración.
+ El Señor de la historia, el mismo que llamó a Abraham, nuestro padre en
la fe; y a Moisés y a su pueblo a salir de Egipto, nos llama nuevamente y nos invita
a que, como Iglesia, intensifiquemos en este tiempo el camino de la propia
conversión... Tanto en nuestra vida eclesial y comunitaria, como en nuestra vida
personal. Y esto implica:
Disposición a revisar nuestra vida a la luz de la Palabra de Dios y las
enseñanzas de la Iglesia.
Disponibilidad para colaborar con la gracia , a fin de ir venciendo el pecado
y creciendo en el amor de Dios.
Adoptar actitudes concretas que efectivamente expresen este espíritu
cuaresmal.
+ Siguiendo a Cristo, vamos muriendo al hombre viejo, remontando
nuestras situaciones de egoísmo, pecado y muerte que nos esclavizan... y nos
vamos transformando en personas nuevas, en cuyos corazones brilla la gloria de
Jesucristo. Porque la Cuaresma conduce a la Pascua , igual que la Cruz a la
Resurrección , y la muerte a la Vida. Los cristianos no somos masoquistas o
amargados que amamos el sufrimiento o la mortificación por sí mismos... al igual
que todos, hemos nacido para la felicidad, para el amor, para la Vida, para la
libertad. Por eso, queremos cortar con todo lo que nos impida realizar nuestro
sublime destino, y apurar el paso hacia la casa de nuestro Padre Celestial, que cada
día sale a nuestro encuentro con la fuerza renovadora de su amor, y que
especialmente en este tiempo, por la voz de su Hijo que resuena en la Iglesia, nos
invita a abandonarnos con filial confianza en su corazón misericordioso, a recibir el
signo de ese amor que se hace perdón en el sacramento de la Reconciliación, a no
claudicar jamás en nuestro esfuerzo por encontrarnos íntimamente con Él en la
oración, y a hacer que nuestros ayunos, abstinencias y austeridades cuaresmales
se traduzcan en una efectiva y renovada solidaridad con nuestro prójimo,
especialmente con los más necesitados.
+ Queridos hermanos: el llamado cuaresmal, regalo del Padre, nos invita a
recordar la grandeza y la fragilidad de nuestra existencia:
fragilidad vertiginosa que el signo de las cenizas que hoy recibimos nos
recuerda de modo lapidario...
pero fragilidad rescatada por el amor de un Padre que no se cansa jamás
de llamarnos, de buscarnos, de salvarnos, de amarnos...
La Cuaresma nos desafía, en definitiva, a ser más plenamente coherentes
con la opción bautismal (opción que debemos renovar cada día: cada día el amor
del Padre nos elige, y nosotros debemos responder... los formularios litúrgicos son
muy ricos a este respecto); a vivir a fondo nuestra Confirmación (adultos en la fe,
la esperanza y el amor); y a hacer de la Eucaristía verdaderamente el amor de
nuestros amores, capaz de encender en nosotros un corazón misionero del amor
del Padre, y de abrazar al mundo para que esté cada vez más lleno de la gracia de
Nuestro señor Jesucristo, el Amor de Dios Padre y la Comunión del Espíritu Santo.
Amén