SOLEMNIDAD DE LA SANTISIMA TRINIDAD
Padre Dr. Juan Pablo Esquivel
PRIMERA LECTURA
Señor, Señor, Dios compasivo y misericordioso
Lectura del libro del Éxodo 34, 4b-6. 8-9
En aquellos días, Moisés subió de madrugada al monte Sinaí, como le había
mandado el Señor, llevando en la mano las dos tablas de piedra.
El Señor bajó en la nube y se quedó con él allí, y Moisés pronunció el nombre del
Señor.
El Señor pasó ante él, proclamando:
-«Señor, Señor, Dios compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia
y lealtad.»
Moisés, al momento, se inclinó y se echó por tierra.
Y le dij* o:
-«Si he obtenido tu favor, que mi Señor vaya con nosotros, aunque ése es un
pueblo de cerviz dura; perdona nuestras culpas y pecados y tómanos como heredad
tuya.»
Palabra de Dios.
Salmo responsorial
Dn 3, 52. 53. 54. 55. 56
R. A ti gloria y alabanza por los siglos.
Bendito eres, Señor, Dios de nuestros padres, bendito tu nombre santo y glorioso.
R./ A ti gloria y alabanza por los siglos.
Bendito eres en el templo de tu santa gloria.
R./ A ti gloria y alabanza por los siglos.
Bendito eres sobre el trono de tu reino.
R./ A ti gloria y alabanza por los siglos.
Bendito eres tú, que sentado sobre querubines sondeas los abismos.
R./ A ti gloria y alabanza por los siglos.
Bendito eres en la bóveda del cielo.
R./ A ti gloria y alabanza por los siglos.
SEGUNDA LECTURA
La gracia de Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios 13, 11- 13
Hermanos:
Alegraos, enmendaos, animaos; tened un mismo sentir y vivid en paz. Y el Dios del
amor y de la paz estará con vosotros.
Saludaos mutuamente con el beso ritual.
Os saludan todos los santos.
La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo
esté siempre con todos vosotros.
Palabra de Dios.
Aleluya
Ap 1, 8 Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo, al Dios que es, que era y que
viene.
EVANGELIO
Dios mandó su Hijo para que el mundo se salve por él
+ Lectura del santo evangelio según san Juan 3, 16-18
Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno
de los que creen en él, sino que tengan vida eterna.
Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el
mundo se salve por él.
El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha
creído en el nombre del Hijo único de Dios.
Palabra de Dios.
S ANTÍSIMA T RINIDAD ( ciclo "A")
Muchas veces, cuando queremos expresar el modo intenso con que otras personas
nos aman y nos ayudan, decimos: "se portó conmigo como un hermano" ; "es para
mí un padre"; "es como una madre para mí"... y así, con los lazos más estrechos de
familiaridad que podemos mencionar, indicamos la fuerza del amor de alguien
por nosotros.
Jesús, en el Evangelio de hoy, nos muestra cómo nos ama Dios: "tanto
amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo Único..." Dios no solo “se
comporta” como un padre; tanto nos amó que su amor nos hizo efectivamente
hijos suyos (algo semejante a lo que ocurre cuando los padres adoptan un hijo: es
precisamente la fuerza de ese amor la que hace que ése comience a ser su hijo...).
El Padre nos amó tanto que entregó a su Hijo, al Único, para que en el hijo también
nosotros seamos sus hijos.
Después de la larga historia de pecado tras pecado de los hombres, de
nuestras rebeldías e ingratitudes, Él tenía todo el derecho a dejarnos abandonados
al pecado que nosotros mismos habíamos elegido... Pero en lugar de eso se acercó
cada vez más y más a nosotros, para volver a manifestarnos su amor, ofrecernos
nuevamente su amistad, hacernos sus familiares, revelarnos sus secretos íntimos y
-lo más inimaginable de todo- para hacernos participar de su vida divina.
Nosotros sólo contamos nuestras grandes secretos a nuestros grandes
amigos... Pues bien, Dios nos ha revelado su secreto, su misterio más grande, y al
hacerlo se nos ha manifestado como un gran Amigo, que quiere hacer de los
hombres sus amigos... Y este secreto es que Dios, siendo uno solo, único, no es
una "soledad" aislada de toda comunicación, un viejo solitario y omnipotente que
inspira miedo y distancia; no es tampoco una indefinida energía cósmica, según el
sentir de una abstracta y difusa “religiosidad” postmoderna (tipo new age) que - en
el colmo del absurdo - no se centra en Dios, sino en vagas experiencias de
sentimentalismo religioso; el único Dios vivo y verdadero que existe desde siempre
y para siempre es comunidad, familia, intimidad compartida de amor eterno: Él es
Padre, es hijo, y Espíritu Santo.
Y no sólo nos ha contado, sino que quiere hacer de nosotros partícipes de
esa Vida que sólo Él posee en plenitud... Dios nunca ha querido para nosotros
la tristeza, la miseria, el sinsentido y la muerte... al contrario, Dios no soporta
ver esa destrucción que nosotros fabricamos con nuestros pecados, que sólo tienen
como fruto amargo destrucción en toda su formas.
Pero Él es respetuoso de la creación, salida de sus manos, y de la libertad
que ha puesto en el hombre... Por eso, no nos "impone" esta salvación, esta Vida
en plenitud, sino que nos invita: se trata de aceptar, por la Fe. Y esa Fe significa ya
nuestra salvación... y el negarse a esa invitación significa permanecer en el estado
destrucción, infelicidad y de miseria; en una palabra es permanecer
voluntariamente en el pecado. Por eso dice el Señor en el Evangelio de hoy "el que
no cree, ya está condenado" , permanece condenado.
Y el Amor de Dios no se queda en palabras, ni en promesas: El Padre ha
entregado el Hijo Único de su amor a la muerte, y el Hijo Único, Jesús, se sometió
voluntariamente a la muerte, y a la muerte terrible de la Cruz... y una vez
resucitado y ascendido al Cielo, nos ha enviado al Espíritu Santo para hacer de
nosotros templos de su gloria, y amar con el amor mismo Dios... por eso ahora
podemos decirle a Dios "Padre": porque nos llamamos, y verdaderamente
somos hijos de Dios.
Así vemos cómo nos ama cada persona de la Santísima Trinidad: el Padre
nos crea, el Hijo nos redime, el Espíritu Santo nos da la vida de Dios.
Dicen que las personas que se quieren se parecen... En verdad que el amor
es así: une a los que se parecen, o hace parecidos a los que une... Fijémonos cómo
esto se aplica perfectamente entre Dios y nosotros: cuando nos creo, nos hizo
parecidos a Él, "a imagen semejanza"; y para redimirnos, se hizo
semejante nosotros, y en todo menos en el pecado... Somos imagen y
semejanza del que es suprema Comunión de amor. Por eso la cosa a la que más
teme el corazón del hombre no es la muerte, ni la enfermedad, ni las pruebas, sino
la soledad : nuestro corazón está hecho para la comunidad, la comunión, no el
aislamiento, que ha sido siempre utilizado incluso como un castigo…
Otro modo de saber cuándo hay verdadero amor, es ver el sacrificio que
hace quien ama por la persona amada. Nos damos cuenta que un amor es grande,
cuando los sacrificios que ese amor conlleva son grandes...
El amor de Dios es tan grande que está continuamente sacrificándose por
nosotros, dándosenos, comunicándosenos, entregándosenos: en la creación nos
entregó todo el mundo para nosotros; para redimirnos entregó a su propio Hijo la
muerte; para que tengamos su misma vida, nos da su Espíritu Santo... ¡Qué
distinto de muchos "amores" humanos, que no son sino terribles egoísmos
disfrazados!
Los celosos dicen "amar con pasión" a alguien, y con tal motivo se
posesionan, dominan y destruyen a quien dicen amar: les impiden relacionarse, los
llenan y rodean de sospechas, crean dramas por motivos insignificantes, exigen
constantemente pruebas y juramentos de amor. Y la persona que es objeto de este
llamado "amor" vive esclavizada, amargada y sin paz... un celoso nunca es feliz, no
vive en paz ni deja vivir en paz, teme y hace temer cualquier cosa.
También están los padres que “aman” mucho a sus hijos , y con tan
motivo les "eligen" una carrera, obligándolos a que estudien sí o sí dicha carrera...
y cuando el hijo se opone, se le echa en cara el no valorar el "amor" de sus padres,
que tanto se sacrifican por él... y ni hablar si el hijo manifiesta su vocación
sacerdotal o religiosa: entonces, en nombre del "amor" a los hijos, y de la
"felicidad" de ellos, se arman en las familias verdaderas batallas campales, que
llenan de amargura y dolor a padres e hijos... todo esto, por supuesto, "en nombre
de la amor"... Parecido caso es el de los jóvenes que, en el noviazgo, exigen a su
pareja una "prueba de amor" en algo que resulta contradictorio por el solo hecho de
ser exigido como una prueba: el amor verdadero no exige: da ; y no es
desconfiado ni oportunista...
¡Cuántas cosas se hacen y dicen "en nombre del amor"! Sin embargo, el
que ama verdaderamente, se sacrifica para que el otro pueda llegar a ser feliz(el
otro es puesto en el centro); en cambio, el egoísta sacrifica al otro para ser él feliz
(el egoísmo ocupa aquí el centro).
El amor verdadero trata de descubrir todas las posibilidades que tiene la
persona amada, para ayudarla crecer en responsabilidad y libertad. Nada más
liberador que el verdadero amor... El amor es la "terapia" universal: no busca para
sí mismo, sino para el otro, sin esperar nada a cambio... El verdadero amor
encuentra la felicidad en que el otro sea feliz: ser felices porque el otro es feliz,
gracias también, en parte, a nuestro amor. El amor cura a todos: a quien lo recibe,
y a quien lo da...
Y Dios es así con nosotros: el siempre tiene la iniciativa en el amor, Él es el
primero: es el Buen Pastor que sale a buscar la oveja perdida, el Padre que salta
de alegría y sale corriendo a recibir al hijo pródigo; el que entregó a su Hijo Único
cuando nosotros rechazábamos su amor; el que se quedó a vivir en nuestros
corazones con su Espíritu ...
Jesucristo ha venido para salvarnos, para que tengamos vida y la tengamos
en abundancia. Quienes no lo aceptan, no aceptan la palabra definitiva de salvación
de Dios, y por eso "ya están condenados". Y no es Dios quien los condena: ellos
se sitúan al margen de Dios, optando por una vida sin Él . El infierno será la
consecuencia lógica de esta vida: quedarse para siempre sin Dios... Pero quienes
aceptan a Cristo con todas consecuencias, ya son hijos de Dios, y ya - por eso
mismo –comienzan a entrar en el cielo, a participar en la vida eterna, porque viven
en Cristo, Camino hacia el Padre, con la fuerza del Espíritu Santo.
Hermanos: tenemos que glorificar a Dios con las felicidad de nuestras
vidas , porque la gloria Dios es que el hombre viva y la vida del hombre es
ver a Dios... Ésta es nuestra única manera de demostrarle a Dios que realmente
lo amamos: que todo nuestro ser y nuestro obrar reflejen lo que Él es: Padre lleno
de amor, Hijo Único que da la vida por sus amigos, Espíritu Santo que nos
da la fuerza la alegría para que seamos santos.
Amén