PENTECOSTÉS. CICLO A
LA VENIDA DEL ESPÍRITU Y LA MISIÓN DE LA IGLESIA
EMILIO RODRIGUEZ ASCURRA / contactoconemilio@gmail.com / Twitter: @emilioroz
La obra que Dios ha iniciado, consumada en la encarnación, pasión, muerte y resurrección del Señor,
su único hijo, Jesucristo, quien ascendió a los cielos y está sentado a su derecha, como rezamos en el
Credo, no ha quedado huérfana. Dios nunca abandona la obra de sus manos, no deja sin asistencia
aquello que ha comenzado en el mundo y en cada uno de nosotros. Así como nos liberó del pecado y
de la muerte, en Pentecostés la Iglesia, resumida en María y los apóstoles (Jn 20,19-23), recibe el
Espíritu Santo, que guiará y acompañará la misión de la comunidad cristiana.
Nadie puede decir: “Jesús es el Señor”, si no está impulsado por el Espíritu Santo (1 Cor 12, 3b), es
decir, nadie puede reconocerlo como su Señor sin su asistencia al tiempo que nadie puede confesarlo
sin ella, la tarea del Espíritu se enmarca en una doble dimensión: por un lado quita de nosotros todo
miedo, inseguridad, debilidad, “encerramiento” como se encontraba la primera comunidad “por
temor” y nos hace salir, con la fuerza de sus dones, a anunciar a todos los rincones el amor y la
ternura de Dios, en distintas lenguas: 12 en total, como 12 eran las tribus de Israel, símbolo de todo
lo existente (Hch 2, 9-11). Así como en Babel (Gn 11, 1-9) el orgullo humano había generado
confusión de lenguas, en pentecostés, el “anti-babel” Dios renueva su amor de predilección y quiere
que su mensaje se conozca en todas partes.
El Papa Francisco en su Encuentro con el Comité del CELAM (Conferencia Episcopal
Latinoamericana), en Rio de Janeiro, propuso a la Iglesia continuar con el permanente estado de
misión al que nos llama el documento de Aparecida, proyectándola en dos dimensiones que bien
sirven para nuestras realidades de comunidad, de grupos, e incluso personales: la misión
programática que “como su nombre lo indica, consiste en la realización de actos de índole
misionera”, y la misión paradigmática que involucra “el cambio de estructuras… lo que hace caer las
estructuras caducas, lo que lleva a cambiar los corazones de los cristianos” y que genera “conciencia
de una Iglesia que se organiza para servir a todos los bautizados y hombres de buena voluntad.”
Descubrir nuestros dones y talentos como herramientas que Dios ha puesto en cada uno para el
servicio común y la capacidad de dar respuesta a la acción del Espíritu, es una tarea que emerge en
quien sigue al Señor con sencillez y sinceridad de corazón, y con el deseo de ser para los demás
fuente de luz. Dios no deja de sorprendernos, de interpelarnos a cada paso, ahora bien, ¿nos dejamos
sorprender por Él? ¿o preferimos dar una respuesta “prefabricada”? ¿estamos abiertos a la acción del
Espíritu o encerrados en lo egoísta de la propia existencia?
“Cada día en el mundo renace la belleza, que resucita transformada a través de las tormentas de la
historia. Los valores tienden siempre a reaparecer de nuevas maneras, y de hecho el ser humano ha
renacido muchas veces de lo que parecía irreversible.-” 1
1 Papa Francisco, Evangelii Gaudium, n.276