LA FIESTA DE LA SANTISIMA TRINIDAD
PEQUEÑA BRAZA, QUEMA UNA CASA
En un grupo juvenil al coordinador se le ocurrió contarles a los muchachos que
se imaginaran que estaban frente a la antiquísima Biblioteca de Alejandría y que
al declararse un incendio, corrían peligro de ser destruidos para siempre los más
antiguos textos de los cuatro Evangelios, y para conservarlos, sólo tendrían cada
uno de ellos, el tiempo suficiente para rescatar una sola página. Y la pregunta
era: ¿cuál página hubieras rescatado tú, para reconstruir todo el resto de los
Evangelios? Las respuestas fueron muchas, cada uno de los asistentes dio su
aportación, pero la que me parece la más sensata, la más real y la que nos
permite reconstruir todo el mensaje de los benditos Evangelios, es la página que
la Iglesia nos presenta hoy, en la fiesta de la Santísima Trinidad: “tanto amó
Dios al mundo que le ENTREGÓ a su Hijo único, para que todo el que crea en él
no perezca, sino que tenga la vida eterna”. ¡Qué chulada de mensaje! y por si
aún quedara duda de lo que Cristo quiere comunicarnos, atendamos a esto:
“Porque Dios no envió a su Hijo para condenar al mundo, sino para que el
mundo se salvara por él”. Muchos predicadores a esta hora estarán
desgañitándose intentando hacer comprender a los sufridos cristianos, el
misterio de la Trinidad, un solo Dios verdadero y tres Personas distintas. Que los
teólogos sigan intentando su cometido, pero si recordamos que ni San Agustín
con todas sus teologías logró comprender este sublime misterio, nosotros no
tendremos que quebrarnos la macetota, intentando comprender lo
incomprensible, sino más bien inclinarnos ante un Dios que ama, y que porque
nos ama, nos ha enviado como dos brazos con los cuales quiere abrazarnos y
estrecharnos sobre su corazón, a Cristo su Hijo, su amado Hijo, en quien tiene
todo su amor y todas sus complacencias, y al Espíritu Santo que nace del grande
amor del Padre y del Hijo, en cuyo seno de amor todos hemos de caber. Y
aunque decimos que no entendemos, lo que sí nos queda clarísimo y no
podremos negarlo, es entonces el grande amor, el grandísimo amor del Padre
que se muestra complaciente al ENTREGARNOS a su Hijo aunque se lo
regresáramos hecho pedazos. De los despojos de su Hijo, de su Sangre
derramada en la cruz, de sus espinas y de sus profundas llagas, sufridas en su
camino de cruz, de su entrega plena a la voluntad del Padre, hizo de nosotros
criaturas nuevas, criaturas salvadas, criaturas rescatadas, y hechas nada menos
que hijos suyos, hijos en el Hijo, a quienes el Padre rescata del pecado y de la
muerte, para hacerlos vivir ya desde ahora la vida nueva de los hijos de Dios en
el Reino. ¿Puede concebirse mayor amor que ese?
Y conste que en la frase que venimos considerando, no se habla para nada del
pecado, de la maldad que ciertamente causó que Cristo viniera al mundo y
viniera como Salvador, lo cual nos llevaría a preguntarnos qué habría pasado si
no hubiera habido pecado en el mundo. ¿De todas maneras habría venido
Cristo? Yo no tengo la respuesta pero algo podemos intuir cuando la Iglesia
canta en la noche de Pascua, con estas o parecidas palabras: “Necesario fue el
pecado de Adán, que ha sido borrado por la muerte de Cristo. ¡Feliz la culpa que
nos mereció tal Redentor!”. Es la frase más atrevida de la Iglesia, que de alguna
manera se alegra de que hubiera existido el pecado, para que el Redentor se
hubiera encarnado para obrar la salvación de todos nosotros, de cada uno de
nosotros, de ti en particular, mi amable lector. Alegrémonos este día de la
Santísima Trinidad, con la gracia de nuestro Señor Jesucristo, con el amor del
Padre y con la comunión del Espíritu Santo, alegrémonos con la alegría de los
cristianos sencillos, que no alcanzan a entender tales misterios, pero que se
alegran profundamente con la salvación que Cristo ha venido a traernos.
¡Felicidades a todos los cristianos, porque con nuestra vida de entrega y
generosidad, haremos presente a la Trinidad Santísima entre nosotros y en
nuestro mundo!
El Padre Alberto Ramírez Mozqueda espera sus comentarios en
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