Solemnidad. El Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo
La presencia real de Jesucristo en la eucaristía
La Palabra: “El pan que yo les daré es mi carne para vida del mundo” (evangelio).
1. Según los evangelios, Jesús, ya en vísperas de su martirio, celebró con sus
discípulos una comida de despedida. Había pasado por el mundo haciendo el bien y
curando a los oprimidos por las fuerzas del mal, pero las autoridades del pueblo
judío se opusieron al mensaje que ponía en peligro su situación de privilegio, y
determinaron eliminar al Profeta. En esa despedida, Jesús hizo un gesto muy
significativo. Tomando pan y vino dijo: “este pan es mi cuerpo que se entrega por
vosotros y este vino es mi sangre que se derrama por vosotros”. Cuerpo y sangre
en lenguaje bíblico es toda la persona con su vida, sus anhelos, objetivos y
empeños. Y Jesús dijo a sus discípulos que después de su muerte “haced en
memoria de mí”. La palabra “memorial” en la Biblia no solo es recuerdo sino
actualidad del pasado. Así lo entendieron los primeros cristianos que celebraban la
fracción del pan y ahí se encontraban con el Resucitado, como vemos en el relato
pascual sobre los discípulos de Emaús.
2. La fiesta del Corpus Christi fue instituida en la Edad Media para confesar la
presencia real de Jesucristo en la eucaristía. No habría presencia real eucarística, si
Jesucristo no hubiera resucitado. Pero Jesucristo, vencedor de la muerte, ha
entrado ya en la plenitud de la vida. Es lo que san Pablo llama “cuerpo espiritual”
ya no limitado ni por el lugar ni por el tiempo. Está presente en todo el mundo y su
historia, en todos los seres humanos. Está presente en su cuerpo visible que es la
Iglesia, cuya fuente y cuyo corazón es la celebración de la eucaristía. En esa
celebración comulgamos el cuerpo y la sangre de Jesucristo, su conducta histórica,
y también comulgamos la vida del Resucitado. El individuo que somos cada uno
sale de su individualismo y se hace más comunitario.
3. Según el evangelio, Jesucristo está realmente presente y nos interpela en y
desde los pobres: “tuve hambre y me diste de comer”. Quiere decir que la
presencia real de la eucaristía no es separable de la presencia real de Jesucristo en
los pobres. “Si al presentar tu ofrenda en el altar recuerdas que un hermano tiene
algo contra ti, deja tu ofrenda y primero reconcíliate con tu hermano”. En
consecuencia, no debemos acercarnos a comulgar insensibles e inconscientes de la
exclusión social que sufren tantos millones de seres humanos cuando en principio
hay recursos suficientes para todos. El Resucitado pasó por el mundo haciendo el
bien, curando heridas y entregado totalmente a la construcción de la humanidad
fraterna, hasta el punto de entregar la propia vida.
Fray Jesús Espeja, OP
Con permiso de Palabranueva.net