Jueves 12 de Junio de 2014 Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote
Santoral: Gaspar, Juan de Sahagún, Onofre
Génesis 14, 18-20 Sacó pan y vino
Salmo responsorial: 109, 1. 2. 3. 4 Tú eres sacerdote eterno, según el rito de
Melquisedec
1 Corintios 11, 23-26 Cada vez que coméis y bebéis, proclamáis la muerte del
Señor
Lucas 9, 11b-17 Comieron todos y se saciaron
En aquel tiempo, Jesús se puso a hablar al gentío del reino de Dios y curó a los que lo
necesitaban. Caía la tarde, y los Doce se le acercaron a decirle: Despide a la gente; que
vayan a las aldeas y cortijos de alrededor a buscar alojamiento y comida, porque aquí
estamos en descampado. Él les contestó: Dadles vosotros de comer. Ellos replicaron: No
tenemos más que cinco panes y dos peces; a no ser que vayamos a comprar de comer para
todo este gentío. Porque eran unos cinco mil hombres. Jesús dijo a sus discípulos: Decidles
que se echen en grupos de unos cincuenta. Lo hicieron así, y todos se echaron. Él, tomando
los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición sobre ellos,
los partió y se los dio a los discípulos para que se los sirvieran a la gente. Comieron todos y
se saciaron, y cogieron las sobras: doce cestos.
Pensemos…
Jesús sabe conversar y dar. Conversa para enseñar y da porque hay hambre en la
gente. En esa conversación es hacerles escuchar su Palabra. En la Eucaristía tendremos
que repetir los gestos del amor de Jesús para quienes tienen hambre en donde se hace pan
de Dios y donde cada uno siempre tendrá algo que dar en la entrega generosa de todos los
días.
Entonces…
De alguna manera, todos tenemos hambre de un pan que es material, pero Jesús va
más allá de la simple comida. Jesús en diálogo con sus discípulos les demuestra que la
gente necesita: que se les anuncie el reino y ayudarles con lo necesario.
En un principio los discípulos se quedan pensando en los gastos por el número de
personas. Pero Jesús es enseña la confianza en Dios a la hora de la necesidad. Hay que
saber colocar en disposición lo poco: No tenemos más que cinco panes y dos peces. Había
que cambiar esa actitud, sin ese cambio nunca se hubiese logrado el milagro.
En el fondo observamos una narración de una comida eucarística donde existe un
alimento que sacia de verdad y que no puede perderse: el pan bendecido por Jesús y
distribuido por sus discípulos. Aquí es Cristo que se queda, para siempre, en cuerpo y alma,
a nuestra disposición.
No puedo negar que aquella gente tenía hambre y cansancio. Pero cuando escuchó
el menaje del reino olvidó aquella hambre material y las horas pasaron contemplando la voz
del maestro. Ocupados en Dios y su reino. Qué triste que en nuestras eucaristías no suceda
eso, ya que solemos en ellas poner nuestra necesidad por encima del querer de Dios; tan
ocupados estamos en ellas por lo que aún nos falta, que no hacemos más que presentarle a
Dios nuestra escasez; y no le dejamos tiempo para que Él se presente como la respuesta a
nuestra necesidad.
El pan multiplicado, la necesidad propia calmada, lo recibe gratis quien pone a
Dios y su reino antes que su hambre y su necesidad.
Padre Marcelo
@padrerivas