XI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
Domingo
Lecturas bíblicas
a.- Ex. 19, 2-6: Seréis para mí un reino de sacerdotes y una nación santa.
La primera lectura nos presenta el caminar, el éxodo de Israel hacia el monte Sinái,
lugar del encuentro con su Dios, ahí se constituye como pueblo de ahí que sea su
punto de llegada, pero también de partida. Se define como pueblo de la alianza con
Yahvé. Es en ese lugar donde se dan acontecimientos históricos importantes, sin
olvidar que nace también todo el cuerpo legislativo de Israel. El lugar tenía fama de
ser el lugar del Dios de Israel, antes del pacto, antes de la alianza, ahí los esperaba
Yahvé, es más ÉL viene a estar con su pueblo. Moisés hace de intérprete de la
voluntad divina y el pueblo acepta los términos y se desencadena la teofanía que
convierte a Moisés en mediador entre Dios y su pueblo: será una nación santa, un
pueblo sacerdotal. La clave de esta lectura está en la obediencia a los mandatos
divinos que bien conocemos y que debemos aplicar a la vida concreta de cada día.
Ahí la oportunidad para ser fiel, aprovechemos la posibilidad que el mismo Dios nos
regala.
b.- Rm. 5,6-11: Fuimos reconciliados por Dios por la muerte de su Hijo.
Pablo nos introduce en el tema de la gratuidad de la fe y de la salvación. Podríamos
preguntarnos:¿Qué hicimos para obtener tan grandes dones? Nada, aparte de ser
pecadores, es más enemigos de Dios, por nuestra soberbia y egoísmo. Pero es que
precisamente el creer, aceptar ese don de la fe, es la llave que abre los tesoros de
la justificación en Cristo. La vida cristiana es una oferta, no una imposición y por los
mismo, la oferta incluye no sólo creer sino ser salvo en Cristo de la muerte, el
pecado y el domino del mal en la vida del que cree. Instalado en este espacio de
gratuidad, el hombre sigue siendo nutrido, apoyado en la esperanza de la gloria de
Dios. Las tribulaciones que trae la fe, producen la constancia, la paciencia, la
autenticidad. Esta esperanza en Dios no decepciona porque está cimentada en Dios,
manifestada en el quehacer de Cristo Jesús en su amor redentor. Instalado en la
esperanza, supone haber asumido la reconciliación por Cristo, con Dios en su
muerte y resurrección, pero todavía le queda superar sus debilidades personales y
finalmente la muerte. Si Dios inició este proceso en Cristo, cuando éramos
pecadores, con cuanta mayor razón ahora que estamos ya reconciliados seguirá
salvando al pecador a lo largo de su vida en la medida que éste corresponda a su
gracia. El abre la posibilidad de superar todo o que impide su propia realización
humana y espiritual.
c.- Mt. 9, 36-10, 8: Compasión hacia la muchedumbre y misión de los Doce.
El evangelio nos presenta la preocupación de Jesús por su pueblo Israel, que ve
caminar, sin pastor, es decir, sin rumbo (vv.35-38), y la llamada de los primeros
apóstoles y la misión que Jesús les confía (cfr.Mt.10,1-8). Jesús recorría los pueblos
enseñando, sanando a los enfermos que encontraba, pero sobre todo, anunciaba la
palabra de Dios a su gente. La misión de Jesús nace del Padre que lo envía, a su
vea la misión de los apóstoles tiene su origen en la de Jesús, Buen Pastor, que se
compadece de su pueblo. No hay responsables que los reúna y gobierne buscando
sólo su bien. En su tiempo Ezequiel había denunciado en nombre de Dios a los
pastores, magistrados y príncipes que no apacentaban el rebaño sino a sí mismos.
El mismo Dios ejercerá de pastor de Israel (cfr. Ez.34, 2.11s). Ahora es Jesús quien
en nombre de Dios reúne las ovejas perdidas de Israel, extendiendo su mandato y
misión al futuro pueblo de Dios y a los nuevos apóstoles (cfr.1Pe.5,4). Es la
misericordia la que mueve a Jesús a pedir al Padre que envíe nuevos operarios a su
mies, es decir, hay que pedir ser enviados por ÉL, porque la mies es suya y sólo ÉL
los puede mandar a su campo. El mencionar la mies, supone el tiempo de la
cosecha, es decir del cumplimiento de las promesas e inicio del Reino de Dios
llevado a cabo en la persona de Jesús. También los profetas hablaron de la mies,
como ellos ve los campos maduros, con la llegada del reino separará su trigo y cada
hombre decidirá su futuro para el día del juicio que comienza con la separación
entre los que creen en Jesús los que lo rechazan (cfr. Mt. 3,12). Al haber pocos
operarios, hay que orar al Dueño de la mises que envíe nuevos operarios. Esa
misericordia es afectiva y efectiva, en el sentido que se pasa inmediatamente a la
acción, enviando trabajadores a la mies en nombre de su Padre. ÉL es quien llama
y envía, como Jesús es su enviado por el Padre (vv. 1-5; Mt.10,40). Oración que
habrá que hacer siempre mientras dure el tiempo de la Iglesia, tiempo escatológico
de la cosecha. En un segundo momento Jesús llama Doce hombres, número
evocador de las Doce tribus de Israel, con lo que sugiere estar haciendo la última
llamada a Israel (vv.1-8). Los apóstoles aparecen como un pueblo colegiado, que
pertenece a Jesús, en la lista, ocupa un lugar especial Simón Pedro (cfr. Mc.3,13-
15; Lc.6,12). Los envía dándoles instrucciones muy concretas, les da poder sobre
los demonios para expulsarlos y sobre toda dolencia (cfr. Mt.9,35). Deberán ir a los
israelitas, primero el lugar, Jesús dispone el camino que debe tomar la salvación,
según la voluntad de Dios, de los judíos a los gentiles. Esta obediencia del Hijo al
Padre, es parte de la abnegada misión que se la confiado por la que fuimos
redimidos. Ahora el contenido de la misión: predicar que el reino está cerca; como
Jesús con poder sanara los enfermos, resucitar muertos, expulsar demonios (cfr.
Mt.4, 23; 8,17; 8,1-4.16. 28-34; 9,18.23-26; Lc.10,17-20; Mc.9,14-29; Mt.17,14-
21). Así como Jesús comunica sus dones gratuitamente así deben ser comunicados
a los hombres evitando en la predicación toda apariencia de intereses no
evangélicos.
Santa Teresa nos invita a ser compasivos con los hermanos. “Si ves una enferma a
quien puedas dar alivio…te compadezcas de ella” (5M 3,11).
Padre Julio Gonzalez Carretti OCD