SOLEMNIDAD DE SAN PEDRO Y SAN PABLO
A guisa de introducción:
En nuestros días, las maneras de comunicarnos se han diversificado: teléfono,
blogs, sms (mensajes de texto), correos y sitios de internet, no son que algunos
ejemplos.
Las oportunidades de tomar la palabra, de compartir nuestra opinión y lo que
nos hace vivir o anima, no habían sido nunca tan numerosas.
Por lo tanto, no es simple o fácil tomar la palabra cuando uno se pone a
reflexionar sobre las repercusiones de este acto, es decir, cuando uno es
consciente de la gravedad que va a decir, expresarse no es nada sencillo.
Cuando se presenta la necesidad de afirmar una verdad, esto llega a ser una
tarea muy delicada. Y sobre todo cuando nuestro interlocutor es una persona
con la que tenemos una relaci￳n afectivamente estrecha…A veces caminamos
como sobre huevos, como loro en tunal…midiendo nuestras palabras para que el
mensaje sea bien acogido o al menos bien comprendido.
Un ejemplo para nosotros sacerdotes: nuestra tarea de predicadores es bastante
exigente: esta implica conocer bien nuestros interlocutores, su nivel de
comprensión, sus preocupaciones, sus esperanzas, sus utopías. Como decía el
recordado Padre Calixto “no reganemos a los pocos que vienen a la misa”. Hoy
más que nunca sabemos que los discursos moralistas, condenadores, las
homilías que solo ven la paja en el ojo ajeno están ya para recoger y mejorar. Y
cuando se trata de denuncia o profecía (porque es necesario y en caso de que
eso se quisiera), entonces hay que hablar con voz más fuerte, sin lugar a
dudas…Por ello, es esencial conocer los contextos, el público al que nos
dirigimos… y sabemos que a la Iglesia difícilmente vienen quienes necesitan
escuchar aquellos sermones…
En el evangelio de hoy, Pedro toma la palabra para afirmar lo que era evidente
hasta ese momento y que parecía escondido a los ojos de todos.
Declarar que Jesús es “el Mesías, el Hijo del Dios viviente” , podría cambiar
la imagen de Jesús entre los discípulos, chocarles y finalmente dividirlos.
Pero enseguida, Jesús confirma la afirmación del jefe de los doce,
descubriéndoles el origen de esta revelación: El Padre que está en los cielos.
Tomar la Palabra se constituye a veces en un acto de valentía, en particular
cuando se trata de nuestras convicciones profundas que todo el mundo no podrá
aceptar ni tampoco comprender.
Al ejemplo de Pedro, seamos de aquellos que osan tomar la palabra
para compartir su fe y proponer la presencia de Dios en un mundo que
parece más sugerir su ausencia.
Aproximación psicológica:
Pour Jean-Luc Hétu (en Les options de Jésus)
De la selva densa a la roca solida
En el espacio de 3 versículos se nos exponen 3 expresiones de gran complejidad
a saber: EL HIJO DEL HOMBRE, CRISTO y EL HIJO DE DIOS. Estas
expresiones llamadas títulos mesiánicos, corresponden a maneras bien precisas
con las cuales los primeros cristianos comprendieron y expresaron su fe en
Jesús.
Los exegetas continúan discutiendo entre ellos la cuestión de saber si Jesús se
aplicó esto títulos a sí mismo, y la respuesta aun no es bien clara.
Una cosa cierta es que estos títulos estaban estrechamente ligados al contexto
religioso judío, y desaparecieron cuando la fe fue trasladada al mundo
grecorromano. Así, nosotros los conocemos hoy más bajo la forma de nombres
propios: El Mesías, Jesucristo.
En verdad, no hay nada que lamentar en esta evolución, ya que estos títulos
logran bastante mal expresar la identidad de Jesús, a dar una buena concepción
o toma de significado sobre su misterio.
Jesús se opone en alguna parte a “dar signos” de su autoridad (Mt 12,38-39),
dejando a sus oyentes la tarea de evaluar por ellos mismos el conjunto de su
acción (su práctica). Se podría hablar de igual manera de su rechazo a dar
definiciones teológicas de su identidad, rechazo que llevaría a sus
contemporáneos a descubrir por ellos mismos quien era Él.
Esto no significa de ninguna manera que todo nos resbale entre los dedos, y que
Jesús quede para siempre como una figura fugitiva e inalcanzable. Pero la
crítica textual y el análisis teológico de los títulos mesiánicos es representada
como una selva densa en la cual se perderían de modo seguro los mas pequeños
(Mt 11,25). Ahora, Jesús declara que justamente son estos últimos quienes
tienen acceso a su misterio.
Es menester entonces decir que tenemos acceso directo a lo que importa saber
sobre Jesús, y esto tiene dentro algunas convicciones de fondo, que toda
persona sincera puede tener después de una lectura atenta del evangelio.
Ante todo, Jesús se muestra convencido de que Dios se ha acercado a
todo ser humano, y que Él está presente como un Padre en su vida de
cada día.
Enseguida, Él está plenamente convencido de estar en una causa
común con Dios, y él deja entender que la actitud que se asuma de cara
él (Jesús) es la misma actitud que se asume ante Dios mismo.
Finalmente, él está convencido que los pobres y los oprimidos son los
primeros en recibir la ternura de Dios, que la fiesta que viene será ante
todo su fiesta, y que es con ellos que es necesario construir nuestras
primeras solidaridades.
He aquí algunas de las convicciones de Jesús. Es reflexionando sobre ellas y
acerca de la manera como Jesús vivió toda su vida en conformidad con ellas, que
nosotros podremos comprometernos en una búsqueda espiritual auténtica.
Construir (formar) sobre la roca un grupo comprometido
Jesús un día decide dejar su trabajo de carpintero ordinario para llegar a ser
constructor de hombres, y el agrupa pescadores ordinarios con el objetivo de
hacerlos pescadores de hombres. Acá rencontramos el mismo paralelo entre la
actividad de Jesús y la de sus discípulos: Jesús construirá su comunidad, su gran
asamblea, y sus discípulos, representados por Pedro, se comprometerán ellos
mismos en la realización de este proyecto.
Notemos acá que Jesús entiende quedar como el actor principal. Puesto que Él
no dice a los discípulos: construyan ustedes una iglesia. Si Él les dona
poderes, es únicamente para que sus discípulos realicen su proyecto
(suyo), con la misma apertura y la misma libertad de cara a las
instituciones y al poder.
Este famoso poder de las llaves confiado a los apóstoles no debe ser
comprendido como el poder que es a veces arbitrariamente ejercido sobre las
conciencias por ciertos eclesiásticos “puntillosos”.
Un comentador de las escrituras remarca sobre esto, que en la lengua semítica
(lengua original de la biblia) “se emplea grupos de dos palabras opuestas para
indicar la totalidad”. De tal modo que el acento no se pone sobre el ejercicio del
juicio, mas sobre la capacidad (y la misión!) de desatar los seres humanos, de
liberarlos de todas sus ataduras (obstáculos, lo que les estorba y no les deja ser
libres).
De otro lado, esta manera de comprender el versículo 19, va en la línea de la
comprensión que Jesús tenia de su propia misi￳n. “El hijo del hombre ha venido
a buscar y salvar lo que estaba perdido”, y no perder (atar) lo que estaba
salvado o lo que no estaba perdido (cf. Luc 19,10).
Al construir su comunidad sobre la piedra (o roca) (ver el juego de palabras del
versículo 18), Jesús evoca su parábola de la casa construida sobre la roca (Mt
7,24-27). Se trataba en aquella parábola de fundar su experiencia espiritual
sobre la piedra, es decir, sobre la puesta en práctica de la Palabra de Dios. La
solidez que es prometida a la comunidad eclesial reenvía entonces a la
exigencia de una práctica seria y fiel del evangelio.
Vemos aquí entonces el encadenamiento de textos reveladores en este
sentido: “las puertas del infierno no prevalecerán contra mi iglesia”: el mal no
tendrá la última palabra con los miembros de mi grupo: el infierno no podrá
retener prisioneros los miembros de mi iglesia: “mis ovejas no perecerán nunca y
nadie podrá arrancarlas de mi mano” (Jn 10,28); pero, c￳mo se llega a ser
oveja, como se llega a ser discípulo? “no es diciendo Se￱or, Se￱or (…) sino
haciendo la voluntad de mi Padre” (Mt 7,21).
Así pues, pertenencia a la Iglesia, solidez de la Iglesia y práctica eficaz
de la Palabra liberadora de Dios , son 3 realidades que aparecen
íntimamente unidas entre ellas. Más que una prueba de la solidez de la
institución, este pasaje contiene entonces en filigrana este compromiso en la
acción que es típica de toda palabra de Jesús.
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OTRA REFLEXION (2)
P. Yvon-Jacques Allard, s.d.v ( en http://cursillos.ca )
Después de la muerte de Juan el bautista, Jesús ha dejado la tierra de
Galilea. Ahora elude las multitudes y se consagra por entero a sus apóstoles a
quienes va revelarles el misterio de su pasión. El Mesías sufriente, humillado
llega a ser el punto central de su predicación.
Jesús sabe lo que se piensa de él. Pero con todo, el lanza la pregunta: “De
acuerdo a lo que se dice, se rumora qué dice la gente quién es el hijo del
hombre? “ Las respuestas son variadas: Juan Bautista resucitado, Elías de quien
se esperaba su retorno, Jeremías, uno de los grandes profetas…Y los doce no se
atreven a recordarle lo que dicen los jefes religiosos a propósito de él: un hereje,
un poseído, un seductor de masas, un glotón, un borracho.
Y entonces es cuando enseguida Cristo les hace la pregunta muy personal:
﾿“pero, y ustedes quien dicen que soy yo?”
Y es Pedro quien responde en nombre de los 12: “Tú eres el Mesías, el Hijo del
Dios vivo”. Es evidente que esta respuesta no ha sido suficientemente
comprendida por Pedro y por los apóstoles que después de la Resurrección,
mismo si el evangelista la utiliza aquí, antes de la entrada a Jerusalén. En el
cuarto evangelio (San Juan) se menciona otra profesión de fe de Pedro. Cuando
los discípulos en gran cantidad, abandonan el Señor, y éste demanda a sus
ap￳stoles: “ustedes también quieren irse (abandonarme?)” Y Pedro
responde: ﾿“A quien iremos Se￱or?, solo tú tienes palabras de vida eterna” (Jn
6,67).
Pedro es quien a menudo habla en nombre de los otros. Es un impulsivo y
comete a menudo errores (“mete la pata”, “se equivoca”). Pero a pesar de todas
sus lagunas ama a Cristo y es escogido para ser el fundamento de la Iglesia. Es
necesario recordar acá que Jesús es el constructor de la Iglesia, y no Pedro: “Tu
eres Pedro, y sobre esta piedra, yo construiré mi Iglesia”. Jesús promete al jefe
de los apóstoles un carisma especial: “Yo he orado por ti para que tu fe no
desfallezca. Tú, entonces, cuando vuelvas, asegura la fe, la confianza de tus
hermanos” (Luc 22,32).
La autoridad conferida a Pedro no es una autoridad de poder sino una
autoridad de servicio . Es para expresar este tipo de autoridad que Jesús
insiste en lavarle los pies la tarde del jueves santo, y esto a pesar de las
reticencias del pescador galileo. Pedro y los apóstoles reciben las llaves del Reino
para que ellos abran las puertas a todos.
Recordemos que Cristo había acusado los escribas y a los fariseos de cerrar la
entrada del Reino de Dios: “ᄀAy de ustedes, escribas y fariseos, hip￳critas!
Porque cierran el Reino de los cielos delante de los hombres; que ni ustedes
entran, ni a los que están entrando dejan entrar” (Mt 23,13).
Jesús no quiere que hagamos lo mismo que los escribas y fariseos en su Iglesia.
El rol (papel) de Pedro es el de ser también un símbolo de unidad en la Iglesia.
Miremos lo que sucedió en el Primer Concilio de Jerusalén, cuando cuatro o cinco
grupos experimentan ideas diferentes sobre la adhesión de los no judíos al
cristianismo.
Es Pedro quien supo religar Pablo el liberal, Santiago el conservador, los griegos
de la izquierda, y los fariseos cristianos de la derecha. Todos se pusieron de
acuerdo alrededor de Pedro que ha explicado lo que le había sucedido en casa
del centuri￳n romano: “Lo que Dios ha purificado, no lo llames tú
impuro” (Hechos 11,9).
Pedro, es entonces, Aquel , alrededor de cual los cristianos forman unidad. A
través de los siglos, no ha sido siempre el caso con los sucesores de Pedro,
pero hoy los gestos de unidad y de reconciliación se multiplican: Pablo VI y Juan
Pablo II con los ortodoxos, los protestantes y los líderes de otras religiones,
Benedicto XVI en la sinagoga de Colonia. El papel principal del Papa es promover
la unidad: primero, al interior de la Iglesia (entre los partidarios de la derecha y
los partidarios de la izquierda), enseguida, con aquellos que se han alejado de
Roma (los protestantes y los ortodoxos), y con los miembros de otras religiones.
La unidad es importante, puesto que juntos participamos en la vida del Reino. El
Concilio vaticano II defini￳ la Iglesia como “el pueblo de Dios”. Es imposible ser
cristiano y de tener la fe, vivenciarla solo. La no-práctica religiosa, el alejamiento
de la comunidad cristiana provocan continuamente la atrofia y la desaparición de
la fe. Cuando algunos dicen , que ellos son cristianos practicantes , quieren decir
por lo regular que ellos van a la misa el domingo. Pero ser “cristiano
practicante”, es mucho más que asistir a la liturgia dominical, es practicar
también la justicia, la fraternidad, la hospitalidad, el respeto de los otros, actuar
con justicia en los asuntos y negocios, perdonar las ofensas, amar sus enemigos,
ser promotores de paz, rechazar la violencia, ser tolerante…
Dietrich Bonhoeffer (1906-1945) un gran teólogo y pastor polaco –alemán muy
conocido, llevado a la horca por los nazis debido a sus ideas religiosas y por su
defensa de los judíos, preguntaba un día a sus feligreses parroquianos de
Berlín: “Si hoy se les acusara a ustedes de ser cristianos, es que se encontrarían
suficientes pruebas para condenarles?”. Bonhoeffer sabía la importancia de la
fidelidad a las exigencias del evangelio.
El abad Pierre, el apóstol de los pobres, afirmaba: “Cuando lleguemos al final
de nuestra vida, no se nos preguntara si hemos sido creyentes, sino
más bien si hemos sido creíbles” , es decir, si nuestras acciones
corresponden a nuestra profesi￳n de fe! “No son aquellos que dicen: Se￱or,
Señor, que entraran en el Reino de los Cielos, sino más bien aquellos que hacen
la voluntad de mi Padre”.
El cristianismo es una gran esperanza, pero ella tienes sus exigencias
evangélicas. Debemos constantemente verificar nuestra práctica religiosa y
nuestra adhesión a Cristo a la luz del evangelio. La respuesta a la pregunta de
Cristo: Para ustedes, quien soy yo? determinará el tipo o clase de cristiano que
nosotros somos.
P. Gustavo Quiceno Jaramillo. mxy