Palabra de Dios
para alimentar tu día
Fr. Nelson Medina F., O.P
Tiempo Ordinario, Año Par,
Semana No. 11, Jueves
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Lecturas de la S. Biblia
Temas de las lecturas: Elías fue arrebatado en el torbellino, y Eliseo recibió dos
tercios de su espíritu * Alegraos, justos, con el Señor * Vosotros rezad así
Textos para este día:
Eclesiástico 48, 1-15:
Surgió Elías, un profeta como un fuego, cuyas palabras eran horno encendido.
Les quitó el sustento del pan, con su celo los diezmó; con el oráculo divino sujetó el
cielo e hizo bajar tres veces el fuego.
¡Qué terrible eras, Elías!; ¿quién se te compara en gloria?
Tú resucitaste un muerto, sacándolo del abismo por voluntad del Señor; hiciste
bajar reyes a la tumba y nobles desde sus lechos; ungiste reyes vengadores y
nombraste un profeta como sucesor.
Escuchaste en Sinaí amenazas y sentencias vengadoras en Horeb.
Un torbellino te arrebató a la altura; tropeles de fuego, hacia el cielo.
Está escrito que te reservan para el momento de aplacar la ira antes de que estalle,
para reconciliar a padres con hijos, para restablecer las tribus de Israel.
Dichoso quien te vea antes de morir, y más dichoso tú que vives.
Elías fue arrebatado en el torbellino, y Eliseo recibió dos tercios de su espíritu.
En vida hizo múltiples milagros y prodigios, con sólo decirlo; en vida no temió a
ninguno, nadie pudo sujetar su espíritu; no hubo milagro que lo excediera: bajo él
revivió la carne; en vida hizo maravillas y en muerte obras asombrosas.
Salmo 96:
El Señor reina, la tierra goza, / se alegran las islas innumerables. / Tiniebla y nube
lo rodean, / justicia y derecho sostienen su trono. R.
Delante de él avanza fuego, / abrasando en torno a los enemigos; / sus relámpagos
deslumbran el orbe, / y, viéndolos, la tierra se estremece. R.
Los montes se derriten como cera / ante el dueño de toda la tierra; / los cielos
pregonan su justicia, / y todos los pueblos contemplan su gloria. R.
Los que adoran estatuas se sonrojan, / los que ponen su orgullo en los ídolos; /
ante él se postran todos los dioses. R.
Mateo 6, 7-15:
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: "Cuando recéis no uséis muchas
palabras, como los paganos, que se imaginan que por hablar mucho les harán caso.
No seáis como ellos, pues vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes que se lo
pidáis.
Vosotros rezad así: Padre nuestro del cielo, santificado sea tu nombre, venga tu
reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo; danos hoy el pan nuestro;
perdónanos nuestras ofensas, pues nosotros hemos perdonado a los que nos han
ofendido; no nos dejes caer en tentación, sino líbranos del maligno. Porque si
perdonáis a los demás sus culpas, también vuestro Padre del cielo os perdonará a
vosotros. Pero si no perdonáis a los demás, tampoco vuestro Padre perdonará
vuestras culpas.
Homilía
Temas de las lecturas: Elías fue arrebatado en el torbellino, y Eliseo recibió dos
tercios de su espíritu * Alegraos, justos, con el Señor * Vosotros rezad así
1. La Oración del Señor
1.1 ¡Hoy nos ha correspondido el evangelio del Padre Nuestro! Ocasión preciosa
para repasar la presentación que de esta plegaria nos hace el Catecismo de Juan
Pablo II. El gran punto de partida es que se trata de la oración "dominical",
expresión tomada del latín y que significa: "del Señor".
1.2 Transcribimos apartes de los números 2762 a 2772. Conservamos aquí sin
embargo nuestra propia numeración.
2. Corazón de las Sagradas Escrituras
2.1 Después de haber expuesto cómo los salmos son el alimento principal de la
oración cristiana y confluyen en las peticiones del Padre Nuestro, San Agustín
concluye: "Recorred todas las oraciones que hay en las Escrituras, y no creo que
podáis encontrar algo que no esté incluido en la oración dominical" (ep. 130, 12,
22).
2.2 Toda la Escritura (la Ley, los Profetas, y los Salmos) se cumplen en Cristo (cf Lc
24, 44). El evangelio es esta "Buena Nueva". Su primer anuncio está resumido por
San Mateo en el Sermón de la Montaña (cf. Mt 5-7). Pues bien, la oración del Padre
Nuestro está en el centro de este anuncio. En este contexto se aclara cada una de
las peticiones de la oración que nos dio el Señor:
2.3 La oración dominical es la más perfecta de las oraciones... En ella, no sólo
pedimos todo lo que podemos desear con rectitud, sino además según el orden en
que conviene desearlo. De modo que esta oración no sólo nos enseña a pedir, sino
que también forma toda nuestra afectividad. (Santo Tomás de A., s. th. 2-2. 83, 9).
2.4 El Sermón de la Montaña es doctrina de vida, la oración dominical es plegaria,
pero en uno y otra el Espíritu del Señor da forma nueva a nuestros deseos, esos
movimientos interiores que animan nuestra vida. Jesús nos enseña esta vida nueva
por medio de sus palabras y nos enseña a pedirla por medio de la oración. De la
rectitud de nuestra oración dependerá la de nuestra vida en El.
3. "La oración del Señor"
3.1 La expresión tradicional "Oración dominical" [es decir, "oración del Señor"]
significa que la oración al Padre nos la enseñó y nos la dio el Señor Jesús. Esta
oración que nos viene de Jesús es verdaderamente única: ella es "del Señor". Por
una parte, en efecto, por las palabras de esta oración el Hijo único nos da las
palabras que el Padre le ha dado (cf Jn 17, 7): él es el Maestro de nuestra oración.
Por otra parte, como Verbo encarnado, conoce en su corazón de hombre las
necesidades de sus hermanos y hermanas los hombres, y nos las revela: es el
Modelo de nuestra oración.
3.2 Pero Jesús no nos deja una fórmula para repetirla de modo mecánico (cf Mt 6,
7; 1 R 18, 26-29). Como en toda oración vocal, el Espíritu Santo, a través de la
Palabra de Dios, enseña a los hijos de Dios a hablar con su Padre. Jesús no sólo nos
enseña las palabras de la oración filial, sino que nos da también el Espíritu por el
que éstas se hacen en nosotros "espíritu y vida" (Jn 6, 63). Más todavía: la prueba
y la posibilidad de nuestra oración filial es que el Padre "ha enviado a nuestros
corazones el Espíritu de su Hijo que clama: '¡Abbá, Padre!'" (Ga 4, 6). Ya que
nuestra oración interpreta nuestros deseos ante Dios, es también "el que escruta
los corazones", el Padre, quien "conoce cuál es la aspiración del Espíritu, y que su
intercesión en favor de los santos es según Dios" (Rm 8, 27). La oración al Padre se
inserta en la misión misteriosa del Hijo y del Espíritu.
4. Oración de la Iglesia
4.1 Este don indisociable de las palabras del Señor y del Espíritu Santo que les da
vida en el corazón de los creyentes ha sido recibido y vivido por la Iglesia desde los
comienzos. Las primeras comunidades recitan la Oración del Señor "tres veces al
día" (Didaché 8, 3), en lugar de las "Dieciocho bendiciones" de la piedad judía.
4.2 Según la Tradición apostólica, la Oración del Señor está arraigada
esencialmente en la oración litúrgica.
4.3 El Señor nos enseña a orar en común por todos nuestros hermanos. Porque él
no dice "Padre mío" que estás en el cielo, sino "Padre nuestro", a fin de que nuestra
oración sea de una sola alma para todo el Cuerpo de la Iglesia (San Juan
Crisóstomo, hom. in Mt. 19, 4).
4.4 En todas las tradiciones litúrgicas, la Oración del Señor es parte integrante de
las principales Horas del Oficio divino. Este carácter eclesial aparece con evidencia
sobre todo en los tres sacramentos de la iniciación cristiana:
4.5 En el Bautismo y la Confirmación, la entrega ["traditio"] de la Oración del Señor
significa el nuevo nacimiento a la vida divina. Como la oración cristiana es hablar
con Dios con la misma Palabra de Dios, "los que son engendrados de nuevo por la
Palabra del Dios vivo" (1 P 1, 23) aprenden a invocar a su Padre con la única
Palabra que él escucha siempre. Y pueden hacerlo de ahora en adelante porque el
Sello de la Unción del Espíritu Santo ha sido grabado indeleble en sus corazones,
sus oídos, sus labios, en todo su ser filial. Por eso, la mayor parte de los
comentarios patrísticos del Padre Nuestro están dirigidos a los catecúmenos y a los
neófitos. Cuando la Iglesia reza la Oración del Señor, es siempre el Pueblo de los
"neófitos" el que ora y obtiene misericordia (cf 1 P 2, 1-10).
4.6 En la Liturgia eucarística, la Oración del Señor aparece como la oración de toda
la Iglesia. Allí se revela su sentido pleno y su eficacia. Situada entre la Anáfora
(Oración eucarística) y la liturgia de la Comunión, recapitula por una parte todas las
peticiones e intercesiones expresadas en el movimiento de la epíclesis, y, por otra
parte, llama a la puerta del Festín del Reino que la comunión sacramental va a
anticipar.
4.7 En la Eucaristía, la Oración del Señor manifiesta también el carácter
escatológico de sus peticiones. Es la oración propia de los "últimos tiempos",
tiempos de salvación que han comenzado con la efusión del Espíritu Santo y que
terminarán con la Vuelta del Señor. Las peticiones al Padre, a diferencia de las
oraciones de la Antigua Alianza, se apoyan en el misterio de salvación ya realizado,
de una vez por todas, en Cristo crucificado y resucitado.
4.8 De esta fe inquebrantable brota la esperanza que suscita cada una de las siete
peticiones. Estas expresan los gemidos del tiempo presente, este tiempo de
paciencia y de espera durante el cual "aún no se ha manifestado lo que seremos" (1
Jn 3, 2; cf Col. 3, 4). La Eucaristía y el Padrenuestro están orientados hacia la
venida del Señor, "¡hasta que venga!" (1 Co. 11, 26).