XII Semana del Tiempo Ordinario (Año Par)
Miércoles
Lecturas bíblicas
a.- Gn. 15,1-12.17-18: Abrán creyó al Señor e hizo alianza.
b.- Mt. 7, 15-20: Los falsos profetas. Por sus frutos los conoceréis.
El evangelio no previene de los falsos profetas. Desde antiguo Yahvé tuvo que
prevenir a su pueblo de los falsos profetas, que no fueron llamados por ÉL y no
anunciaban su palabra. Lo mismo sucedió en la naciente Iglesia. Sigue formando
Jesús a sus discípulos, en el aprender a conocer el corazón de los hombres, y hoy,
les previene contra falsos profetas, doctores y maestros. Vestidos con piel de oveja,
viene a significar, apariencia de fe y de vida cristiana. El lenguaje y el
comportamiento externo, contradice la manera interna de ser, por dentro son lobos
rapaces, egoísmo sin escrúpulos. ¿Cómo conocerlos? Por su conducta, y por sus
obras; estas delatan sus verdaderas intenciones, como el fruto al árbol. Este aviso,
también es válido para los discípulos, como para nosotros, concretamente, Mateo
lo refiere a las obras (cfr. Lc. 6, 45). Los peligros amenazan a los discípulos, no sólo
la persecución y difamación, sino en el interior de la comunidad, con falsos
profetas, por ello más que sus predicas, hay que buscar sus frutos, con lo cual se
discierne, su verdad que no engañan jamás (v.16; cfr. Mt. 5,11). “Por sus obras
los conoceréis…” (v.16.20). Jesús propone un criterio claro: los sano y fuerte da
fruto sano, pero lo enfermo y débil produce frutos mezquinos y sin valor, si lo
aplicamos al hombre, sentimientos, voluntad y obras han de coincidir; crea unidad.
Si se producen resquicios en su unidad y el cumplimiento del mandamiento es sólo
una formalidad exterior y en lo interior piensa todo lo contrario, entonces las obras
lo delatan. Sólo la unidad del hombre produce buenos frutos, porque éstos no son
distintos de sus actos, como en el árbol, es la vida toda, la que germina en ellos.
“Todo árbol que no da frutos buenos, se tala y echa al fuego…” (vv.19-20), lo que
conecta con la predicación de Juan el Bautista. Este denunció la actitud hipócrita
de los fariseos y saduceos, que venían a recibir su bautismo, pero sin ánimo de
enmendarse. Fingían su conversión (cfr. Mt. 3, 7-10). Queda como criterio para
conocer al verdadero profeta: los frutos que producen con su testimonio, con su
palabra, con su persona (cfr. Gál. 5, 22). Los frutos que pide Jesús nacen de un
corazón convertido, que se esfuerza por seguirle y asumir sus actitudes y criterios.
¿Cuáles deben ser los frutos por los cuales se descubre al verdadero discípulo de
Jesucristo? El espíritu y la práctica de las Bienaventuranzas, es decir, el amor a
Dios y al prójimo, incluido el enemigo, la oración, una vida teologal de calidad. El
verdadero cristiano que ama a Jesucristo, habla de ÉL y como ÉL, piensa como ÉL
y ama como ÉL. Es la savia nueva de Cristo resucitado, la que nos da la existencia,
y los frutos comienzan a aparecer en el día a día. Una fuerte dosis de vida de
oración produce el cambio, cuando desde la liturgia dominical, y diaria van
nutriendo nuestra vida teologal de las verdades perenne del evangelio de la gracia
de Dios. También hay que reconocer que el corazón enfermo y mal cuidado,
obtendrá frutos malos, acciones estériles. El árbol estéril es presentado al juicio de
Dios, y es aniquilado con su fuego; sólo resiste el fuego del juicio de Dios quien se
ha nutrido de la fe en Jesucristo y su amor.
S. Teresa de Jesús, compara el alma a un huerto que hay que cultivar “Ahora
tornemos a nuestra huerta o vergel, y veamos cómo comienzan estos árboles a
empreñarse para florecer y dar después fruto, y las flores y claveles lo mismo para
dar olor… me era gran deleite considerar ser mi alma un huerto y al Señor que se
paseaba en él. Suplicábale .aumentase el olor de las florecillas de virtudes, que
comenzaban a lo que parecía a querer salir, y que fuese para su gloria y las
sustentase pues yo no quería nada para mí y cortase las que quisiese, que ya
sabía habían de salir mejores. Pásase mucho trabajo… Gánase aquí mucha
humildad; tornan de nuevo a crecer las flores.” (Vida 14,9).
Padre Julio Gonzalez Carretti OCD