XII Semana del Tiempo Ordinario (Año Par)
Jueves
Lecturas bíblicas
a.- Gn. 16, 1-12.15-16: Hagar dio un hijo a Abrán y lo llamó Ismael.
b.- Mt. 7, 21-29: El verdadero discípulo y el símil de casa edificada sobre
roca.
Este pasaje concluye el discurso del Sermón de la montaña, donde Jesús establece
que para entrar al Reino de Dios, hay que hacer la voluntad divina. Sólo de esta
manera, Dios nos reconoce como hijos suyos, y discípulos de su Hijo. Las palabras
son importantes, pero dejan de serlo, si no van acompañadas por las obras, que
nacen de la voluntad del Padre. El símil de las dos casas, una construida sobre roca,
la otra, sobre arena, nos hablan de cómo el verdadero discípulo construye sobre la
roca, que es Cristo; el falso discípulo, es el hombre necio que construye sobre
arena. El primero, escucha y obra de acuerdo a la voluntad de Dios; el segundo
escucha, pero no la pone en práctica la palabra de Dios. De ahí viene su ruina,
porque una fe, sin obras es estéril, más aún, está muerta (cfr. Sant. 2, 17.20). Si
Dios exige, es porque antes ha dado: nos ha regalado la dignidad de hijos suyos,
hombres y mujeres nuevos por el bautismo en Cristo Resucitado. Lo primero, es el
amor de Dios, luego viene la exigencia, como respuesta personal, mediante la
conversión sincera y la fidelidad cotidiana a Jesucristo. La vida de fe, va muy unida
a una vida moral, una conducta intachable, evitando el divorcio entre fe y vida, por
parte de los creyentes en Cristo. Para saber cuál es la voluntad de Dios, es
evidente que debo conocerla. La persona y la vida de Jesús, nos deben de hacer de
guía, para liberarnos de ilusiones y subjetivismos. ÉL dijo: “Pero él les dijo: Yo
tengo para comer un alimento que vosotros no sabéis.» Los discípulos se decían
unos a otros: ¿Le habrá traído alguien de comer? Les dice Jesús: Mi alimento es
hacer la voluntad del que me ha enviado y llevar a cabo su obra.” (Jn. 4, 32-34).
Voluntad del Padre que acompañó a Jesús hasta el momento más sublime de su
existencia, la agonía del huerto de Getsemaní (cfr. Lc. 22, 42), su dolorosa pasión
y muerte. Su luminoso ejemplo, es guía segura, para quien quiere seguirle, y
hacer la voluntad del Padre en su vida. Hay que tomarle el peso a las palabras de
Cristo Jesús, porque lo que a ÉL le importa, no son las palabras, sino el corazón,
las obras, la voluntad de querer contentar a Dios Padre, haciendo su querer, lo que
cuenta para ingresar en la gloria eterna. Solo el amor a Dios y al prójimo, son la
roca, sobre la cual, se construye firme y sólido, la casa que resistirá todos los
vientos y borrascas que vinieren.
Teresa de Jesús piensa la casa de Dios en el alma cristiana, con buenos y sólidos
fundamentos, el primero y principal, vivir para Dios en el amor. “Esta casa es un
cielo, si le puede haber en la tierra, para quien se contenta sólo de contentar a Dios
y no hace caso de contento suyo; tiénese muy buena vida; en queriendo algo más,
se perderá todo, porque no lo puede tener.” (Camino 13,7).
Padre Julio Gonzalez Carretti OCD