CORPUS CHRISTI, Ciclo A
Alimento diverso a todo hombre
Recuerda todo el camino que el Señor, tu Dios, te ha hecho recorrer estos
cuarenta a￱os por el desierto”, escucharemos en la primera lectura, tomada del
libro del Deuteronomio. Es una llamada de atención al Pueblo de Israel, que,
pasada la travesía del desierto y establecido ya en Palestina, vive una situación
de bonanza económica. Es una advertencia fuerte a mantener viva la alianza con
Dios ahora que el bienestar puede hacer olvidarla. El materialismo arrastra
fácilmente al olvido de Dios y a la indiferencia religiosa.
“Recuerda ”: El recuerdo introduce nuevamente al fiel en la vivencia de la
salvación, actualizando en el hoy los acontecimientos del pasado e implorando
su actualización en el presente con la esperanza de la liberación plena.
La palabra memorial , tan significativa en el Antiguo Testamento, adquiere una
fuerza singular en el Nuevo, especialmente en la Eucaristía. Las tres
dimensiones del tiempo –pasado, presente y futuro- son convocadas en la
unidad del memorial eucarístico. La Eucaristía es recuerdo de la muerte y
resurrección de Cristo, es certeza de su continua presencia como alimento del
pueblo peregrino y es, por eso, anticipo del futuro que se espera.
En la fiesta del Corpus, como en toda Eucaristía, Cristo ofrece un alimento
diverso a todo hombre, sobre todo al de nuestra civilización occidental,
amenazado de muerte por el puro consumismo, por los nuevos ídolos de la
tecnología y por un desarrollo unidimensional que ciega y nos hace olvidar
nuestra condición de creaturas y el dolor de los otros.
En la homilía sobre el Eucaristía, que Juan sitúa en la sinagoga de Cafarnaún,
Jesús hace la revelación del don del Pan de Vida y de su acogida en la fe: Un
anuncio que sonó tan duro a sus oyentes que hasta puso en crisis a sus
discípulos - “¿ también vosotros queréis marcharos ?”-. Un anuncio que la Iglesia
primitiva acogió y proclamó con alegría en la fe y en la liturgia. Entre Cristo y el
creyente se establece una especie de inmanencia recíproca, que el evangelista
Juan expresó con el término “ permanecer” : “ El que come mi carne y bebe mi
sangre permanece en mí y yo en Él”.
No es una presencia mágica, sino dialógica: a su permanecer en nosotros debe
corresponder nuestra permanencia en Él por la fe.
A San Agustín, siglos más tarde, hablando de la Eucaristía se le encandilaban el
alma y la palabra y exclamaba: “¡Oh misterio de unidad, oh vinculo de caridad! ”.
¡Comunión con Cristo que hace la comunión entre todos los que participan del
Cuerpo y la Sangre de Cristo! San Pablo ya lo había intuido y expresado
escribiendo a la comunidad de Corinto, rota en grupúsculos sectarios: “ Porque el
pan es uno, nosotros, siendo muchos, formamos un solo cuerpo, pues todos
comemos del mismo pan ”.
Nuestra comunión con Cristo es tan profunda y verdadera que ha de producir la
comunión con los hermanos: Si la primera no fuera real, tampoco lo sería la
segunda” (San Cipriano). Si esto es así, es indispensable verificar la autenticidad
de nuestra Eucaristía sobre la base del amor concreto que genera en la
comunidad eclesial; de lo contrario se queda en rito vacío. En la misma carta a
los Corintios, San Pablo denuncia y condena las escandalosas desigualdades
sociales que humillaban a la Iglesia, Cuerpo de Cristo. Se trata de una exigencia
siempre proclamada en la fe de la Iglesia, desde sus inicios.
En el Jueves Santo celebrábamos la institución de la Eucaristía y, a la vez, el Día
del Amor Fraterno. El día del Corpus, a la vez que proclamamos públicamente
nuestra fe y adoramos la presencia de Cristo en el sacramento, celebramos el
Día de la Caridad.
Caritas nos recuerda que “ el acceso a los recursos público se han reducido, que
las rentas han caído a niveles del año 2000, que España es uno de los países con
más desigualdades dentro de la Unión Europea, que, a pesar de que el clima
mejora, el desempleo sigue todavía en unos niveles muy altos, que la pobreza
por ser crónica es cada vez más intensa ”. Y los obispos de la C.E. de Pastoral
Social nos advierten que “la caridad comienza por abrir los ojos a la realidad,
pero la realidad puede ser mirada y valorada de diferentes maneras. Podemos
verla desde el beneficio de las grandes empresas, desde el fluir de los préstamos
bancarios, desde los intereses del mercado, desde la reducción del déficit y los
resultados macroecon￳micos… o podemos leer la realidad desde el número de
parados, desde los desechados por el sistema, desde las rentas mínimas y desde
los recortes ”. Hoy, día del Corpus se nos pide leer la realidad con los ojos de
Dios, desde el lado de los pobres. No negamos que se haya iniciado una cierta
recuperación, pero hay que mirar la realidad desde los “ asfixiados por la crisis ”.
Es una obligación de los poderes públicos no dejar de poner la vista sobre los
que más sufren. Pero es responsabilidad también de toda la sociedad. La fiesta
del Corpus nos llama a todos a ser instrumentos de liberación, a construir
espacios que sean germen de un futuro mejor. Todos podemos y debemos
cambiar nuestros hábitos de consumo, pensar en términos de comunidad y de
bien común, apostar por los más débiles, priorizar la vida de todos sobre la
apropiación indebida de los bienes por parte de algunos.
+ Mons. D. Ciriaco Benavente Mateos