COMPARTIENDO EL EVANGELIO
Reflexiones de Monseñor Rubén Oscar Frassia
(Emitidas por radios de Capital y Gran Buenos Aires – ciclo 2014)
Domingo 06 de julio de 2014 – decimocuarto domingo durante el año.
Evangelio según San Mateo 11,25-30 (ciclo A)
Jesús dijo: "Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado
estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños.
Sí, Padre, porque así lo has querido. Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie
conoce al Hijo sino el Padre, así como nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel
a quien el Hijo se lo quiera revelar. Vengan a mí todos los que están afligidos y
agobiados, y yo los aliviaré. Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí,
porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio. Porque mi
yugo es suave y mi carga liviana".
CONFIANZA, PEQUEÑEZ, SIMPLICIDAD
Una de las cosas que este Evangelio nos enseña es la gran confianza que uno
tiene que tener al Señor. Confianza que está sostenida por la humildad, la
pequeñez y la simplicidad. El Señor mismo, en una oración, bendice al Padre y lo
alaba porque las cosas de Dios no son producto de la inteligencia, ni de la
sabiduría, ni de la ciencia, ni de los prudentes. Es decir que no son producto de
la razón humana, o de los logros humanos, o de los poderes humanos.
Esta actitud es para todos porque Dios viene para todos, no para un sector social
simplemente, no es para unos en contra de otros. El Señor no usa esa dialéctica
pero sí pone una condición -independientemente de los estratos sociales y de las
capacidades humanas- lo que pide es confianza, pequeñez y simplicidad. Cuando
uno se hace pequeño, es simple y confía, se abre a la esperanza y ya no
depende de uno, sino de Dios y de los demás. Necesita a Dios y necesita de los
demás.
Esta es la actitud del creyente, del santo, del cristiano, del católico, del hijo de
Dios y hermano de los demás. Cristo dice que “todo me ha sido dado por el
Padre” y que ambos se conocen mutuamente; ese conocimiento Dios nos lo
participa por medio de Cristo “y aquél a quien el Hijo se lo quiera revelar”.
Lo más importante es que el Señor nos llama a todos; nos llama en las
condiciones y estados en los que nos encontramos: afligidos, agobiados,
atribulados, apenados, cansados por todo lo que significa el peso de la existencia
humana, también con los límites de lo ético, con los problemas sicológicos, con
los problemas afectivos y las soledades humanas. Nos dice “vengan todos, están
todos llamados a mi Reino, carguen su cruz y aprenda de mí que soy paciente y
humilde de corazón”
Con esa fuerza, Dios no nos quita la cruz, da sentido a la cruz; Dios no nos quita
el dolor, da sentido al dolor; Dios no nos quita el sufrimiento, da sentido al
sufrimiento. En Él nos encontramos todos: ricos, pobres, altos, bajos, flacos,
gordos, buenos, malos, porque el llamado de Dios es personal y universal al
mismo tiempo, es decir a todos.
Que podamos entender esa pobreza, esa pequeñez, para confiar en Dios y poner
en Él toda nuestra vida, toda nuestra existencia.
Les dejo mi bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén