DOMINGO XIV. TIEMPO ORDINARIO. CICLO A.
Mt. 11, 25 - 30
En aquel tiempo, exclamó Jesús: -«Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y
tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las
has revelado a la gente sencilla. Si, Padre, así te ha parecido mejor. Todo
me lo, ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y
nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera
revelar. Venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os
aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de Mí, que soy manso y humilde
de corazón; y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y
mi carga ligera.»
CUENTO: EL AGRADECIMIENTO DE LOS HUMILDES
En una tienda de antigüedades, había una pequeña caja olvidada en lo alto
de una estantería. Hasta que un día, haciendo limpieza, la caja cayó al
suelo. El dueño de la tienda no recordaba haberla visto nunca. Le quitaron
toda la suciedad que tenía y pudieron ver que en la tapa estaba escrita esta
frase: “La caja de los deseos”. La pusieron en el mostrador como
curiosidad, para que los clientes que fueran a comprar algo, pidieran algún
deseo.
Entró un hombre a comprar una mesa antigua. Cuando iba a pagar, vio la
caja, la abrió y pidió un deseo: -Quiero un coche nuevo estacionado delante
de esta tienda. Pero como es natural, no se cumplió el deseo. Otros clientes
fueron entrando en la tienda y cada cual pedía un deseo: un collar de
perlas, un reloj de oro, ser los más ricos del mundo, ser lo más jóvenes, o
los más famosos. Y los deseos seguían sin cumplirse.
Hasta que un día entró un mendigo pidiendo un vaso de agua. El dueño se
lo dio amablemente. Cuando terminó de beber, el mendigo se quedó
mirando la caja. Le dijo al dueño si podía pedir algún deseo antes de
marcharse. Y éste contestó: -Claro que sí, buen hombre. De todos los que
han entrado aquí, tú eres el que más necesidad tienes. A ver si a ti te hace
caso la caja.
Entonces el mendigo la abrió y dijo: - Deseo un vaso de plata para el dueño
de esta tienda. Cerró la caja y se marchó. El dueño quedó muy sorprendido
por aquel deseo. No era corriente desear cosas para los demás. Pero en fin,
era un lindo detalle de agradecimiento por el vaso de agua ofrecido. Sin
embargo, cuando abrió la caja de los deseos, vio asombrado que en su
interior se encontraba un vaso de plata como nunca había visto. El deseo se
había cumplido. Aquel mendigo le había dado las gracias de esa manera. Y
se sintió feliz al ver que la caja cumplía los deseos de aquellos que, en su
pobreza, son capaces de compartir y pensar en los demás.
ENSEÑANZA PARA LA VIDA:
Comienza el mes de Julio, verano en el hemisferio norte, invierno en el sur,
con una doble llamada de Jesús a la sencillez y a la confianza. En unos
tiempos como los nuestros donde las relaciones humanas se han
complicado y parece que la presencia de Dios se hace más opaca por el
marasmo de cosas que llaman nuestra atención, el Evangelio de hoy nos
presenta un camino de humildad y sencillez como el camino que agrada a
Dios y el camino que nos hace felices. Vivimos en una sociedad tan
tecnificada y compleja, donde lo que brilla y sobresale es lo espectacular, lo
llamativo, lo mediático, que no es fácil tener la convicción de que lo
realmente importante y duradero es precisamente lo que pasa
desapercibido, lo que no busca notoriedad, esa cotidianidad tejida de tantos
y tantos gestos de bondad, solidaridad y paz que nunca saldrán en los
periódicos. Y es ahí donde la presencia de Dios se hace más cercana y
visible, no porque en otros ámbitos Dios no quiera manifestarse, sino
porque entre tanto ruido y orgullo de los logros humanos es más difícil
escucharlo y acogerlo. Pero así es Dios, humilde a pesar de su grandeza,
cercano a pesar de su trascendencia, amigo a pesar de su poder. Quizá
nosotros, la Iglesia, el mundo, quisiéramos un Dios más expresivo en sus
manifestaciones de poderío y sabiduría, más convincente en sus
argumentos, más impositivo en su grandeza. Pero al menos el Dios cristiano
no ha elegido otro camino que el de Belén y el de la cruz para decirnos
cómo es y cómo quiere que nos acerquemos a él: con humildad, con
sencillo agradecimiento, con la confianza de que siempre seremos acogidos,
perdonados, abrazados, regenerados, consolados, descansados en sus
brazos de Padre Bueno, cuya imagen más perfecta es Jesucristo.
Ser cristiano hoy no es fácil. El mensaje del Evangelio choca a menudo con
muchos postulados y valores de nuestra sociedad. Seguir a Cristo es duro,
es un “yugo” y una “carga” como nos dice Él mismo en la lectura de este
domingo. Pero sabemos que no es imposible, contamos con su amor, su
fuerza, su cercanía. Es un yugo “llevadero” y una carga “ligera”. No
estamos solos. Cristo nos acompaña en esta travesía del desierto que es la
vivencia de nuestra fe en esta sociedad que nos ha tocado vivir y que de
alguna manera está sedienta de una sencillez, de una alegría, de un sentido
a la vida que Cristo ofrece a los que quieren acercarse a Él.
Estamos viviendo muchos acontecimientos deportivos por estas fechas,
desde la Eurocopa a los Juegos Olímpicos. Simples futbolistas o deportistas,
humanos como todos nosotros, serán encumbrados al olimpo de los dioses,
dando imagen de triunfo y de poder mediático y económico que
posiblemente deslumbren a muchos. Y eso no tiene nada de malo en un
principio, porque muchos de esos deportistas que subirán a la cima del
éxito humano tienen detrás una vida de esfuerzo y sacrificio callado y
humilde que a veces se desconoce. Pero nos olvidamos que la verdadera
gloria, los verdaderos héroes humanos no suben a ningún podium ni son
festejados ni agasajados. Los verdaderos héroes, y lo sabemos y le damos
la razón a Jesús, son las personas anónimas que entregan su vida a diario,
que saben compartir como el mendigo del cuento de hoy, que sonríen en las
adversidades, que luchan y construyen un mundo mejor en multitud de
gestos diarios a favor de los más necesitados. Ellos quizá nunca saldrán en
la TV ni serán personajes luminosos en internet, pero a los ojos de Dios y
de la historia son las verdaderas estrellas que nunca se apagarán en el
firmamento de la humanidad.
Muchos de nosotros disfrutaremos de unas merecidas vacaciones y
comenzará el éxodo a las playas y a los pueblos y al los campos para
descansar, divertirse, sacudirse el estrés. Es una pena que muchas veces
volvamos de las vacaciones más estresados de lo que fuimos, quizá por no
tuvimos un verdadero descanso del corazón y del alma, un tiempo también
para el silencio, para la lectura sosegada, para la oración o la simple
reflexión. Jesús nos invita hoy a ese descanso profundo del alma, a esa
confianza del corazón que nos hace libres y nos ayuda a vivir la vida con
alegría serena, con paz, con esperanza, sin miedos, sin agobios, sabiendo
que nuestras vidas están en manos de Dios y Él mejor que nadie nos
conoce y sabe lo que mejor nos conviene en cada momento de nuestra
vida.
Ojalá que en este tiempo de vacaciones y descanso para unos, o tiempo de
trabajo para otros, abramos el corazón y la mirada hacia nuestro entorno,
para valorar y mirar con la profundidad de Dios, la profundidad del amor,
que mira más allá de las apariencias y nos descubre la verdadera grandeza
de las personas y las cosas. Y entonces quizá Jesús vuelva a hacer esos
milagros cotidianos que hacen maravillosa la vida gris de cada día. ¡FELIZ,
DESCANSADA Y CONFIADA SEMANA!.