XXVI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
LECTURAS:
PRIMERA
Ezequiel 18,25-28
Y ustedes dicen: "No es justo el proceder del Señor". Escuchen ustedes, casa de
Israel: ¿Que no es justo mi proceder? ¿No es más bien el proceder de ustedes el
que no es justo? Si el justo se aparta de su justicia, comete el mal y muere, a
causa del mal que ha cometido muere. Y si el malvado se aparta del mal que ha
cometido para practicar el derecho y la justicia, conservará su vida. Ha abierto los
ojos y se ha apartado de todos los crímenes que había cometido; vivirá sin duda,
no morirá.
SEGUNDA
Filipenses 2,1-11
Así, pues, les conjuro en virtud de toda exhortación en Cristo, de toda persuasión
de amor, de toda comunión en el Espíritu, de toda entrañable compasión, que
colmen ustedes mi alegría, siendo todos del mismo sentir, con un mismo amor, un
mismo espíritu, unos mismos sentimientos. Nada hagan por rivalidad, ni por
vanagloria, sino con humildad, considerando cada cual a los demás como superiores
a sí mismo, buscando cada cual no su propio interés sino el de los demás. Tengan
entre ustedes los mismos sentimientos que Cristo: El cual, siendo de condición
divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios. Sino que se despojó de sí mismo
tomando condición de siervo haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en
su porte como hombre; y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y
muerte de cruz. Por lo cual Dios le exaltó y le otorgó el Nombre, que está sobre
todo nombre. Para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la
tierra y en los abismos, y toda lengua confiese que Cristo Jesús es SENOR para
gloria de Dios Padre.
EVANGELIO
Mateo 21,28-32
"Pero ¿qué les parece? Un hombre tenía dos hijos. Llegándose al primero, le dijo:
"Hijo, vete hoy a trabajar en la viña". Y él respondió: "No quiero", pero después se
arrepintió y fue. Llegándose al segundo, le dijo lo mismo. Y él respondió: "Voy,
Señor", y no fue. ¿Cuál de los dos hizo la voluntad del padre?» - «El primero» - le
dicen. Díceles Jesús: "En verdad les digo que los publicanos y las rameras llegan
antes que ustedes al Reino de Dios. Porque vino Juan a ustedes por camino de
justicia, y no creyeron en él, mientras que los publicanos y las rameras creyeron en
él. Y ustedes, ni viéndolo, se arrepintieron después, para creer en él".
HOMILÍA:
Al igual que el pueblo de Israel, muchas veces nosotros rezongamos contra Dios,
acusándolo de ser injusto.
Es ya casi una costumbre echar al Creador las culpas de todo. Muchos querrían un
mundo totalmente diferente en el que las cosas se hicieran a su modo y manera.
Pero también a nosotros nos dice el Señor por medio de Ezequiel: "¿Que mi
proceder no es justo? ¿No es más bien el proceder de ustedes el que no es justo?"
El Creador todo lo ha hecho bien. Somos nosotros los que, tratando de enmendar
su plan a nuestro antojo, destruimos su obra y cosechamos los malos frutos que
sembramos.
Aunque en el lenguaje del Antiguo Testamento parece que Dios nos castiga, en
realidad somos nosotros los que nos castigamos cuando no obedecemos y
queremos hacer las cosas a nuestra manera.
Podríamos poner muchísimos ejemplos. Tomemos el vicio de fumar, que a pesar de
todas las advertencias, muchos se empeñan en continuar. Saben que les hace
daño, pero a pesar de todo continúan haciéndolo. Y luego creen tener derecho a
reclamar a Dios y decirle que por qué los está castigando.
Y así podríamos hablar del sida y de otras cosas. Dios nos advierte, pero deja la
responsabilidad en nuestras manos.
Si no, ¿para qué nos dio la libertad?
Bien lo explica por boca de Ezequiel. Nadie va a pagar por otro. Cada uno tendrá
que responder por sí mismo.
Y eso es lo que ocurrirá el día en que nos encontremos con el Juez. Estaremos solos
y sólo lo bueno o lo malo que hayamos hecho contará. A nadie se le imputarán las
virtudes o los pecados ajenos.
Hoy el evangelio de hoy nos habla también de la responsabilidad personal.
Jesús propone una pregunta sobre un caso hipotético. El padre que dice a un hijo
que vaya a trabajar y éste le responde que sí, pero después no va. Luego le dice lo
mismo a otro, y éste responde que no, pero en definitiva va.
Y al interrogar a los oyentes sobre su opinión, la respuesta fue que el segundo fue
el que realmente hizo la voluntad de su padre.
Aquí podríamos recordar también aquella parábola de Jesús sobre el sembrador
cuya semilla cayó en diferente terreno (Lucas 8,5-8).
Los seres humanos son como las diferentes clases de terreno. Hay quienes se
entusiasman con la Palabra de Dios y enseguida dicen SÍ, pero luego, al enfrentarse
a las dificultades de cada día, se lo encuentran demasiado difícil y, como el primer
hijo del ejemplo, luego no hacen aquello a lo que se habían comprometido.
Otros están alejados, se mantienen incrédulos y renegados, pero luego llega a ellos
la gracia de Dios y la aprovechan, cambiando sus vidas hasta transformarlos en
personas nuevas.
Esto es lo realmente importante. El entusiasmo pasajero no conduce sino a la
decepción, pero la verdadera conversión es la que crea un compromiso serio y
definitivo del hombre con Dios.
No importa el número de pecados que se hayan cometido, cuando el pecador se
arrepiente sinceramente y cambia su vida, Dios perdona y olvida. Lo dice el Señor
por Isaías: "Así fueren sus pecados como la grana, cual la nieve blanquearán. Y así
fueren rojos como el carmesí, cual la lana quedarán" (1,18).
¿No fue una gran pecadora María Magdalena? Pues luego se volvió una santa que
mereció ser la primera en ver a Jesús resucitado.
La juventud de Francisco de Asís fue bastante frívola, pero luego cambió
completamente hasta convertirse en uno de los imitadores más fieles de la vida de
Jesús.
Y así podríamos citar otros muchos nombres de hombres y mujeres que cambiaron
sus vidas para el bien. Habían dicho primero NO, pero luego ese NO lo convirtieron
en SÍ.
Los habrá habido también que después de una vida más o menos santa cambiaron
su SÍ por un NO. Pero eso le toca al Señor discernirlo. No somos quiénes para
juzgar al prójimo.
Lo que sí sabemos, por boca de Jesús, es que los publicanos y las prostitutas nos
pueden preceder en el Reino de Dios (Mateo 21,31). Aquellos que llamaban
“publicanos” eran los odiados recaudadores de impuestos, pero muchos de ellos se
arrepintieron y cambiaron sus vidas, como fue el caso de Zaqueo (Lucas 19,2-9).
Entre los que oyeron a Jesús los hubo que, hipócritamente, se escandalizarían de
sus palabras.
Pero por algo lo diría el Divino Maestro, y es que El sabe muy bien que hay
personas que llevan una vida de pecado no por tener el corazón podrido, sino
porque las circunstancias de sus vidas los han llevado por el mal camino.
Si se les presenta la oportunidad es muy probable que estén dispuestos a
arrepentirse y cambiar sus vidas.
Las injusticias que todavía hoy prevalecen en el mundo se han cebado en millones
de personas que viven en una pobreza extrema. Este es un caldo de cultivo muy
apropiado para caer en toda clase de transgresiones y delitos. Será el Señor quien
sabrá discernir el trigo y la cizaña. Que no todos los pecadores lo serían si no
hubieran crecido siendo víctimas de las injusticias humanas.