DOMINGO XV. CICLO A
LA PALABRA ES VIVA Y EFICAZ
EMILIO RODRIGUEZ ASCURRA / contactoconemilio@gmail.com / Twitter @emilioroz
“Así como la lluvia y la nieve descienden del cielo y no vuelven a él sin haber
empapado la tierra…” (Is 55, 10-11), nos dice el Señor en el libro de Isaías, “así sucede
con la palabra que sale de mi boca”. La Palabra es eterna y eficaz, con su palabra, el
Señor, dio origen al mundo; si leemos el texto del Génesis en el que se relata la creación
del cosmos (Gn 1,1-2,4) contemplamos cómo su palabra es creadora, Dios crea con su
palabra. Luego habla a los patriarcas y profetas, y a todo el pueblo de Israel por medio
de ellos, los conduce hacia la tierra prometida, los consuela en las tribulaciones y
motiva a cada momento.
El evangelio según san Juan comienza diciendo “Al principio ya existía la Palabra. La
Palabra estaba junto a Dios y la Palabra era Dios” (Jn 1,1), Dios se ha revelado a sí
mismo dando origen a las cosas mediante su palabra para luego consumar la creación
con su palabra de amor en Jesucristo, logos ( logos : en griego palabra) del Padre,
Palabra encarnada, haciendo de él un Cristo cósmico en quien la creación alcanza su
síntesis definitiva.
Dios es la palabra, ser y acción no pueden separarse, así como esencia y existencia, es
por ello que la Palabra es eficaz, pues no puede negarse a sí misma. Dios es amor y
todas sus obras son buenas, sus designios para con sus creaturas están llenos de
misericordia, de amor que se entrega por todos. Sin embargo no todos quieren
escucharla, la parábola del sembrador (Mt 13, 1-9) muestra cómo las semillas caen en
distintos terrenos sin fructificar en algunos de ellos, solo en el buen suelo logra dar
fruto, alcanza su plenitud.
Los hijos de Dios estamos llamados a dejarnos impregnar por la Palabra de Dios que en
la Sagrada Escritura y en la Santa Eucaristía se concretizan de manera perfectísima, para
luego dar buenos frutos. Jesús deja en claro a sus discípulos que no todos podrán
entender las parábolas (Mt 13, 9-16), el género literario que utiliza para hablar acerca
del Reino, sino solo quienes dejan decantar lo que escuchan con sus oídos para que
llegue al corazón y transforme sustancialmente la vida. “Nos has creado orientados
hacia Ti, y nuestro corazón está intranquilo hasta que descanse en ti” 1 , nos dice san
Agustín.
Hacia allí debemos caminar asistidos por la gracia que viene de lo alto, pero sin
escatimar esfuerzos y perseverancia. En oportunidades atravesamos secos desiertos, aun
allí el Señor quiere hablarnos, dejemos que su Palabra interfiera en nuestro caminar.-
1
Confesiones, (I, 1,1), Bonum, Buenos Aires, 2000, pp 11