Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús
«En aquel tiempo exclamó Jesús diciendo: Yo te alabo, Padre,
Señor del Cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los
sabios y prudentes, y las has revelado a los pequeños. Si, Padre,
pues así fue tu beneplácito. Todo me ha sido entregado por mi
Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, ni nadie conoce al Padre
sino el Hijo y aquel a quien el Hijo quiera revelarlo.
Venid a mí todos los fatigados y agobiados, y yo os aliviaré.
Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y
humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas:
porque mi yugo es suave y mi carga ligera.» (Mateo 11, 25-30)
1. Lleno de gozo, Jesús abre su corazón alabando al Padre, por los
pequeños de la tierra, y «de la misma manera que los padres y las madres
ven con gran gusto a sus hijos, también el Padre del universo recibe
gustosamente a los que se acogen a él. Cuando los ha regenerado por su
Espíritu y adoptado como hijos, aprecia su dulzura, los ama, la ayuda,
combate por ellos y por eso, los llama sus «hijos pequeños» (San Clemente
de Alejandría).
«Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y
encontraréis descanso para vuestras almas.» Aprender, ahí, no es sólo
tener información, sino también algo experimental, ese “gustar” cierta
experiencia, en lo que consiste la sabiduría.
Los pobres son los preferidos por el Evangelio de Reino, y el yugo ya
no es de opresora ley sino de libertad y amor, de paz…
El Sagrado Corazón de Jesús será el refugio seguro para nuestras
preocupaciones, para que se transformen en ocupaciones; para nuestro
cansancio, para descansar en su corazón; nuestras ansias, para que Él las
convierta en paz.
“Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío”, es la jaculatoria que llena
nuestro corazón de confiado abandono en su regazo, en su poder, en su
soberanía, en su amor y misericordia…
El corazón ha simbolizado para la gran mayoría de las culturas el
centro de la persona, donde vuelve a la unidad y se fusiona la múltiple
complejidad de sus facultades, dimensiones, niveles, estratos: lo espiritual
y lo material, lo afectivo y lo racional, lo instintivo y lo intelectual. Una
persona con corazón es no la dominada por el sentimentalismo sino la que
ha alcanzado una unidad y una coherencia, un equilibrio de madurez que le
permite ser objetivo y cordial, lúcido y apasionado, instintivo y racional; la
que nunca es fría sino siempre cordial, nunca ciega sino siempre realista.
Tener corazón equivale para el hombre antiguo a ser una personalidad
integrada. En fin, el corazón es el símbolo de la profundidad y de la
hondura. Sólo quien ha llegado a una armonía consciente con el fondo de su
ser, consigue alcanzar la unidad y la madurez personales. Jesús, el hombre
para los demás, tiene corazón porque toda su vida es como un fruto logrado
y pingüe, un fruto suculento de sabiduría y santidad. Su corazón no es de
piedra sino de carne (Ez 11,19). Su vida es un signo del buen amar, del
saber amar. Pero sobre todo, Jesús en su corazón es la profundidad misma
del hombre. En él está la fuente del Espíritu que brota como agua fecunda
hasta la vida eterna (Jn 7,37; 19,34;
Edic. Marova).
La tradición popular dedica todo el mes de junio al Sagrado Corazón
de Jesús, devocion que propagó Santa Margarita María de Alacoque,
religiosa de la Orden de la Visitación: se le apareció en varias ocasiones
para decirle lo mucho que la amaba a ella y a todos los hombres y lo mucho
que le dolía a su Corazón que los hombres se alejaran de Él por el pecado.
Jesús le prometió a Santa Margarita de Alacoque, que si una persona
comulgaba los primeros viernes de mes, durante nueve meses seguidos, le
concedería lo siguiente: 1. Les daré todas las gracias necesarias a su estado
(casado(a), soltero(a), viudo(a) o consagrado(a) a Dios). 2. Pondré paz en
sus familias. 3. Los consolaré en todas las aflicciones. 4. Seré su refugio
durante la vida y, sobre todo, a la hora de la muerte. 5. Bendeciré
abundantemente sus empresas. 6. Los pecadores hallarán misericordia. 7.
Los tibios se harán fervorosos. 8. Los fervorosos se elevarán rápidamente a
gran perfección. 9. Bendeciré los lugares donde la imagen de mi Corazón
sea expuesta y venerada. 10. Les daré la gracia de mover los corazones
más endurecidos. 11. Las personas que propaguen esta devoción tendrán
su nombre escrito en mi Corazón y jamás será borrado de Él. 12. La gracia
de la penitencia final: es decir, no morirán en desgracia y sin haber recibido
los Sacramentos.
Hay también una Oración de Consagración al Sagrado Corazón de
Jesús: Señor Jesucristo, arrodillados a tus pies, renovamos alegremente la
Consagración de nuestra familia a tu Divino Corazón. Sé, hoy y siempre,
nuestro Guía, el Jefe protector de nuestro hogar, el Rey y Centro de
nuestros corazones. Bendice a nuestra familia, nuestra casa, a nuestros
vecinos, parientes y amigos. Ayúdanos a cumplir fielmente nuestros
deberes, y participa de nuestras alegrías y angustias, de nuestras
esperanzas y dudas, de nuestro trabajo y de nuestras diversiones. Danos
fuerza, Señor, para que carguemos nuestra cruz de cada día y sepamos
ofrecer todos nuestros actos, junto con tu sacrificio, al Padre. Que la
justicia, la fraternidad, el perdón y la misericordia estén presentes en
nuestro hogar y en nuestras comunidades. Queremos ser instrumentos de
paz y de vida. Que nuestro amor a tu Corazón compense, de alguna
manera, la frialdad y la indiferencia, la ingratitud y la falta de amor de
quienes no te conocen, te desprecian o rechazan. Sagrado Corazón de
Jesús, tenemos confianza en Ti. Confianza profunda, ilimitada.
1. La alianza de Dios con Moisés es presentada como un proyecto
libre y amoroso de Dios, es algo muy claro en Oseas y en Jeremías: "Con
amor eterno te amé, por eso prolongué mi lealtad" (Jr 31,3): “ Si el Señor
se enamoró de vosotros y os eligió, no fue por ser vosotros más
numerosos que los demás -porque sois el pueblo más pequeño-,
sino que, por puro amor vuestro, por mantener el juramento que
había hecho a vuestros padres, os sacó de Egipto con mano fuerte y
os rescató de la esclavitud, del dominio del Faraón, rey de Egipto.
Así sabrás que el Señor tu Dios es Dios: el Dios fiel que mantiene su
alianza y su favor con los que lo aman y guardan sus preceptos por
mil generaciones”.
El salmo de la misericordia divina nos muestra un pecador perdonado
que sube al Templo para ofrecer un "sacrificio de acción de gracias",
durante el cual hace relato del favor recibido: “ Bendice, alma mía, al
Señor y todo mi ser a su santo nombre. Bendice, alma mía, al Señor,
y no olvides sus beneficios. El perdona todas tus culpas y cura todas
tus enfermedades; él rescata tu vida de la fosa y te colma de gracia
y de ternura. El Señor hace justicia y defiende a todos los oprimidos;
enseñó sus caminos a Moisés y sus hazañas a los hijos de Israel. El
Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en
clemencia. No nos trata como merecen nuestros pecados, ni nos
paga según nuestras culpas ”. ¡Cuántas veces aparece aquí la palabra
"amor" (Hessed), y la palabra "¡ternura!" ¡Ese es Dios! No es irritable ni
justiciero! ¡Dios es bueno! ¡Dios es amor! ¡Dios es Padre! Jesús no hará otra
cosa que tomar las palabras de este salmo: "con la ternura de un padre con
sus hijos"... "Padre nuestro, que estás en los cielos, perdona nuestras
ofensas". Y el resultado de este amor, ¡es el "perdón"! Se escucha ya la
parábola del "Hijo pródigo" (Lc 15,1-32). Se escuchan ya estas palabras:
"Amad a vuestros enemigos, entonces seréis hijos del Dios Altísimo, porque
Él es bondadoso con los ingratos y los malos" (Lc 6.27-38).
La alegría estalla en este canto. Dejémonos llevar por su impulso
alegre, que invita a todos los ángeles y todo el cosmos, a corear su acción
de gracias. Grandeza del hombre, que por su "ser espiritual" su "alma", es
una especie de microcosmos que resume toda la creación (Noel Quesson).
3. “Queridos hermanos: Amémonos unos a otros, ya que el
amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a
Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor. En
esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios mandó al
mundo a su Hijo único, para que vivamos por medio de él. En esto
consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino
en que él nos amó y nos envió a su Hijo como propiciación por
nuestros pecados”. Nunca se ha dicho nada tan alto sobre Dios. Nunca se
ha dicho nada tan alto sobre el amor. Nunca se ha dicho nada tan alto, tan
hondo y medular sobre la fe y la vida cristiana. DIOS ES AMOR: Esta breve
frase nos brinda la perspectiva exacta para contemplar el misterio trinitario.
DIOS ES AMOR AL HOMBRE. Ese incesante círculo de vida y de amor entre
las Tres Divinas personas, no se cierra sobre ellas mismas, sino que se
hace torrente de vida y amor que se desborda sobre el hombre. "Hagamos
al hombre a nuestra imagen y semejanza" (Gn 1,26). El hombre fue creado
por amor. Ese amor no se frena con el pecado, sino que el proyecto fue
restaurado (Vicente García Revilla).
Queridos hermanos: Si Dios nos amó de esta manera,
también nosotros debemos amarnos unos a otros. A Dios nadie lo ha
visto nunca. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en
nosotros y su amor ha llegado en nosotros a su plenitud. En esto
conocemos que permanecemos en él y él en nosotros: en que nos ha
dado de su Espíritu. Y nosotros hemos visto y damos testimonio de
que el Padre envió a su Hijo para ser Salvador del mundo. Quien
confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él y él en
Dios. Y nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y
hemos creído en él. Dios es amor y quien permanece en el amor
permanece en Dios y Dios en él”. Hay una relación entre el corazón de
Jesús y su amor, y nuestro corazón y el amor que tenemos a los demás.
Estamos conectados en el corazón de Jesús. Y –como nos dice la memoria
de mañana, del Corazón inmaculado de María- al corazón de su Madre, que
es también madre nuestra, para que nuestros afectos pasen por los
sagrados corazones de Jesús y María.
Llucià Pou Sabaté