COMPARTIENDO EL EVANGELIO
Reflexiones de Monseñor Rubén Oscar Frassia
(Emitidas por radios de Capital y Gran Buenos Aires – ciclo 2014)
Domingo decimosexto durante el año.
Evangelio según San Mateo 13,24-43 (ciclo A)
Jesús propuso a la gente esta parábola: "El Reino de los Cielos se parece a un
hombre que sembró buena semilla en su campo; pero mientras todos dormían
vino su enemigo, sembró cizaña en medio del trigo y se fue. Cuando creció el
trigo y aparecieron las espigas, también apareció la cizaña. Los peones fueron a
ver entonces al propietario y le dijeron: 'Señor, ¿no habías sembrado buena
semilla en tu campo? ¿Cómo es que ahora hay cizaña en él?'. Él les respondió:
'Esto lo ha hecho algún enemigo'. Los peones replicaron: '¿Quieres que vayamos
a arrancarla?'. 'No, les dijo el dueño, porque al arrancar la cizaña, corren el
peligro de arrancar también el trigo. Dejen que crezcan juntos hasta la cosecha,
y entonces diré a los cosechadores: Arranquen primero la cizaña y átenla en
manojos para quemarla, y luego recojan el trigo en mi granero'". También les
propuso otra parábola: "El Reino de los Cielos se parece a un grano de mostaza
que un hombre sembró en su campo. En realidad, esta es la más pequeña de las
semillas, pero cuando crece es la más grande de las hortalizas y se convierte en
un arbusto, de tal manera que los pájaros del cielo van a cobijarse en sus
ramas". Después les dijo esta otra parábola: "El Reino de los Cielos se parece a
un poco de levadura que una mujer mezcla con gran cantidad de harina, hasta
que fermenta toda la masa". Todo esto lo decía Jesús a la muchedumbre por
medio de parábolas, y no les hablaba sin parábolas, para que se cumpliera lo
anunciado por el Profeta: Hablaré en parábolas, anunciaré cosas que estaban
ocultas desde la creación del mundo. Entonces, dejando a la multitud, Jesús
regresó a la casa; sus discípulos se acercaron y le dijeron: "Explícanos la
parábola de la cizaña en el campo". Él les respondió: "El que siembra la buena
semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los
que pertenecen al Reino; la cizaña son los que pertenecen al Maligno, y el
enemigo que la siembra es el demonio; la cosecha es el fin del mundo y los
cosechadores son los ángeles. Así como se arranca la cizaña y se la quema en el
fuego, de la misma manera sucederá al fin del mundo. El Hijo del hombre
enviará a sus ángeles, y estos quitarán de su Reino todos los escándalos y a los
que hicieron el mal, y los arrojarán en el horno ardiente: allí habrá llanto y
rechinar de dientes. Entonces los justos resplandecerán como el sol en el Reino
de su Padre. ¡El que tenga oídos, que oiga!"
PACIENCIA Y MISERICORDIA DE DIOS
Estamos ante la actitud de Dios para con todos: nos da la vida, siembra en
nosotros y espera que demos frutos. Frente a esto hay vicisitudes, dificultades,
problemas, entra la cizaña con forma de tentación, de dispersión, el sacarnos de
lugar, sacarnos de foco. Visto así pereciera que la vida es de buenos contra
malos. Pero el Se￱or dice “NO, no se puede excluir a los demás”; hay que tener
paciencia. Una paciencia que no es complicidad, que no es indiferencia, pero que
es misericordia y amor.
Sabemos perfectamente que ningún pecado puede cerrar, irremediablemente,
las puertas de la misericordia de Dios. Ningún pecado, ninguna miseria por más
grande que sea, puede impedir que Dios actúe con su misericordia infinita.
Él es paciente con todos y nos permite a todos, a los pecadores, el tiempo de
madurar la conversión. Hay que sentirse llamado porque no siempre somos
“trigo bueno” ni tampoco somos ciza￱a mala, en todo sentido. San Juan XXIII
decía que “la dulzura es la plenitud de la fuerza”, que es la paciencia. ¡C￳mo nos
tiene paciencia Dios! ¡Y cómo nosotros también tenemos que tener paciencia
para con los demás!
Supongamos los padres con los hijos: los hijos a veces tienen que tener
paciencia con los padres, los nietos tienen que tener paciencia con los abuelos,
los abuelos tienen que tener paciencia con sus hijos y con sus nietos. También
nosotros tenemos que tener paciencia en nuestras familias, en la Iglesia, en la
sociedad.
Hay una intolerancia, una actitud que puede ser muy negativa: el inseguro corta
todo, quiere cambiar todo; en cambio el que es seguro sabe conciliar todas las
cosas; es paciente, espera, reconcilia, justifica, sana, ama.
¿Qué actitud vamos a tomar: del seguro o del inseguro?, ¿del paciente o de
aquél que no tiene paciencia? Que el Señor llene nuestro corazón de gratitud,
de paciencia, de ternura, de misericordia y de bondad.
Les dejo mi bendición: en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén